viernes, 2 de abril de 2010

Sociología del Arte: Apunte actualizado Unidad Nº1

ISFDAC ‘ALBERTO M. CRULCICH’
Cátedra de Sociología del Arte
Ficha para la Unidad Nº 1 – 2010
Docente: Lic. Mag. María Rosa Di Santo

Sociología: objeto y método

La sociología es la ciencia que estudia al hombre como ser social, a la sociedad, construida como objeto en torno al concepto de “realidad social”.
De esa ‘realidad social’, la sociología – como una de las ciencias sociales que existen, entre otras, junto a la antropología, la historia, etc. - analiza características, causas y efectos de las relaciones entre personas y grupos insertos en un ámbito macro, social. Así, se interesa por la realidad social en una determinada época y lugar; en estudios comparativos en relación al tiempo y el espacio; las relaciones sociales entre distintos actores o agentes sociales; las estructuras y la dinámica social; el cambio social; el conflicto social; las clases sociales, entre otros temas relativos al constructo (construcción teórica) ‘realidad social’. Un constructo que necesariamente debe cambiar como cambia la propia sociedad.
De ella se derivan sociologías especializadas, por ejemplo la Sociología de la Información y la Comunicación; del Mercado; del Trabajo; del Consumo y, por supuesto, Sociología del Arte, en este caso dentro de una sociología mayor que abarca toda la Cultura.
Breves apuntes sobre su origen como ciencia
La Sociología se desarrolla como ciencia en torno al proyecto moderno, entre el siglo XIX y principios del XX, de la mano de grandes referentes – los “autores clásicos” - como el considerado ‘fundador’ de la Sociología moderna, el francés Emile Durkheim; o el alemán Max Weber; el italiano Wilfredo Pareto; el también alemán aunque trabajó su obra básicamente en Inglaterra Karl Marx, y la sociología empírica norteamericana. Durkheim, Weber y Marx son los grandes impulsores de la sociología y de ellos hablamos, fundamentalmente, cuando hablamos de los clásicos.
A fines del siglo XIX, Durkheim fijó “Las reglas del método sociológico” en un libro homónimo que determinó, en gran medida hasta la actualidad para varias corrientes sociológicas, aquellos aspectos que definen a la sociología como ciencia, es decir: su objeto – consideró a los hechos sociales como ‘cosas’ ajenas al sujeto, que podían ser observadas, medidas, conocidas más allá de las apariencias - y su método: el cuantitativo.

Sin embargo, la Sociología no comenzó con estos teóricos.
Hubo Teoría Social desde antiguo, se podría decir que desde que el griego Aristóteles definió al hombre como “un animal social”.
Fue a partir de los aportes valiosos de los iluministas (siglo XVIII) John Locke y Jean Jacques Rousseau desde la política; Malthus desde la demografía y Adam Smith desde la economía, entre otros, que se pudo pensar en una ciencia social como un conocimiento posible, sistemático, capaz de teorizar sobre la realidad y contrastar permanentemente esa teoría con la realidad. Ninguna ciencia, además, es un proyecto capaz de concretarse sin la fe que los iluministas tenían en la razón, como el camino que hacía posible llegar a la verdad, describir y explicar la realidad social.
En pleno auge de la modernidad, Henry de Saint Simón había hablado de la necesidad de desarrollar una ‘Física Social’ que estudiara la realidad social con los métodos de la ciencia considerada por entonces paradigmática: la Física. Fue éste un primer intento por crear una ciencia experimental (que avance a través de la técnica científica del experimento); mediante la producción de un conocimiento comprobado y confiable. Si bien es muy complejo asimilar un objeto como la realidad social a los objetos de la física o el mundo natural para experimentar, Saint Simón sentó, a la vez, las bases del positivismo y del socialismo utópico. Se llama ‘positivistas’ a los que pretenden establecer leyes generales – por eso ‘positivas’, como el derecho ‘positivo’ – sobre un determinado objeto de estudio. Por otra parte, el saintsimonismo alcanzó a advertir que la industrialización, la urbanización, la introducción de la máquina en la producción afectaba negativamente las condiciones sociales de la clase obrera, la precarizaba y ponía al propio sistema capitalista en crisis. Este aporte del socialismo utópico será una influencia muy importante luego en Marx.
La fundación de la sociología como ciencia data de 1830 y es una acción que se adjudica al positivista Augusto Comte.
Principales teorías sociológicas
Las teorías sociologías son diferentes modelos o paradigmas o enfoques teóricos que se distinguen en el conocimiento de la realidad social y que sirven de marcos para ese conocimiento. No hay una sola teoría sociológica, por eso hay quienes dicen que no hay una sociología sino teorías sociológicas.
Las teorías son posibles a partir del proyecto moderno de los iluministas/racionalistas del siglo XVIII que apostaban por el desarrollo y aplicación de la razón para llegar a la verdad; los principios de la ciencia y la capacidad de observación para analizar la sociedad; construir leyes generales que den cuenta de sus características y funcionamiento y que permitan prever el futuro, con el mismo objetivo de dominio y manipulación que es típico de toda la ciencia moderna desde su origen.
Para los racionalistas, la verdad no depende de la revelación (divina), de la tradición o de la autoridad, sino de la razón y la observación que nos permiten formular teorías generales y a través de ellas reflexionar u orientarnos frente a la realidad desde lo directamente observable por los sentidos hacia las reflexiones teóricas. La ciencia es así un camino de ida y vuelta permanente entre la teoría y la realidad, la realidad y la teoría. Sus leyes, las leyes científicas, no son sin embargo inmutables. Se las puede refutar si la realidad demuestra lo contrario.
Hay ciertamente varias teorías u enfoques teóricos fuertes en la Sociología moderna, pero haremos breve referencia sólo a cuatro de los tradicionales o clásicos, para luego concentrarnos en el estructural-constructivismo de Pierre Bourdieu, y completarlo con parte de Antonny Gidhens para integrar estos conocimientos con las unidades sobre cultura y arte, desde los enfoques sociológicos que nos interesan.

Karl Marx (1818/1883) funda una concepción del mundo, una teoría de la acción y un método para el estudio de la realidad social, las tres cosas a la vez. Desde un primer momento, reivindicó la unidad de la teoría con la práctica, la “praxis”, a través de la cual ya no se trata de pretender ‘interpretar’ el mundo, sino de “transformarlo”. El cambio que propone, revolucionario, es: “transformar el sistema de explotación dominante por un nuevo sistema social, poniendo fin a la explotación del hombre por el hombre (…). …se trata de construir una sociedad donde el hombre pueda satisfacer sus verdaderas necesidades naturales, de realización y creatividad, oscurecidas y limitadas en su potencialidad por el sistema capitalista, en el que rige la norma del ‘tener’ sobre las posibilidades del ‘ser’” (von Sprecher. Introducción a las teorías sociológicas. Los clásicos. Pág. 36).
Su teoría de la acción o filosofía de la praxis rompe con todas las teorías sociales anteriores, al poner su marco de análisis y su teoría al servicio de los oprimidos y elaborar categorías teóricas y conceptos para estudiar lo social. Rompe incluso con su gran maestro, Hegel, quien desarrolló la dialéctica, no porque se oponga al método dialéctico sino porque afirma, a diferencia de Hegel, que no basta con la idea para promover el cambio social. En ‘La ideología alemana’ Marx advierte que “… si no se dan estos elementos materiales de una conmoción total, o sea de una parte, las fuerzas productivas existentes y, de otra, la formación de una masa revolucionaria que se levante, no sólo en contra de ciertas condiciones de la sociedad anterior, sino en contra de la misma ‘producción de la vida’ vigente hasta ahora, contra la ‘actividad de conjunto’ sobre la que descansa, en nada contribuirá a hacer cambiar la marcha práctica de las cosas el que la idea de esta conmoción haya sido proclamada ya cien veces…”.
En el mismo libro, Marx advierte que, por lo tanto, “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia” que, en palabras del propio autor, podría traducirse en que es la estructura – la base material, objetiva, económica – la que determina la superestructura – la ideología, que comprende la religión, la política, la filosofía, la ciencia, el arte, etc. -. Esta afirmación luego será revisada por él mismo y sus seguidores, revalorizando el papel de la cultura, como cuando Engels dice que “la situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levantan (…) ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma” (Ib. Pág. 108). Finalmente, como veremos, décadas después Antonio Gramsci advertirá que la estructura y la superestructura actúan a la par y un cambio en una de ellas implica un cambio en la otra.
En relación a la ideología o superestructura, nos interesa aquí detenernos en otros párrafos de La Ideología Alemana: dice Marx que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan al propio tiempo por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. (…) En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó antes de ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir, expresando esto mismo en términos ideales, a imprimir a sus ideas la forma de lo general, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta”. Esto es lo que ocurrió en la historia cuando la burguesía se convirtió en clase dominante, en perjuicio de los señores feudales, por ejemplo. Estos párrafos sobre la ideología, sobre la cultura, nos serán de mucha utilidad cuando trabajemos el concepto de cultura y las formas de manifestación de la cultura, entre las cuales encontraremos las hegemónicas o dominantes, y nos servirá también para el análisis de cómo y bajo qué condiciones los artistas pueden crear sus obras.
Para Marx, y en muy apretada síntesis, la explicación de lo que ocurre en la ‘realidad social’ sería la siguiente:
1.- El hombre no elige la sociedad en que vive ni su lugar en esa sociedad.
2.- Su lugar en la sociedad depende de sus facultades productivas. Estas son facultades adquiridas de manera condicionada por la estructura social previa, que corresponde a su familia de origen. Así, si la generación anterior a la suya sólo ha sido propietaria de las ‘fuerzas de trabajo’, es parte de la clase social que él llama ‘proletariado’. Si, en cambio, su generación anterior es propietaria del objeto y/o los medios de trabajo (materias primas, herramientas, el capital, en suma), es parte de la clase social llamada ‘burguesía’. Vale aclarar que si bien Marx presta fundamental atención a estas clases, porque en el máximo nivel de abstracción divide a la sociedad en “explotadores” y “explotados” (von Sprecher, pág. 99), en sus análisis sobre casos específicos desagrega estas clases porque considera que tanto una como otra están estructuradas de manera sumamente compleja y heterogénea.
3.- Según las facultades productivas existentes en una sociedad, será la forma de comercio y consumo.
4.- A esa forma de comercio y consumo le corresponderá una determinada forma de constitución de lo social, es decir, lo que Marx llama ‘la sociedad civil’ o la estructura.
5.- A esa determinada forma de sociedad civil, a su vez, le corresponderá una determinada forma de sociedad política o Estado (entendiendo al Estado como la expresión oficial de la sociedad civil y como parte de la superestructura).
6.- Esas estructuras y superestructuras condicionan el desarrollo de los individuos de las nuevas generaciones, lo que no impide que, llegada una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas choquen con las relaciones de propiedad/producción existentes y se abra así “un período de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona más o menos rápidamente todo el inmenso edificio erigido sobre ella” (Prólogo a la Introducción General a la Crítica de la Economía Política, en von Sprecher).-
Ahora bien, en lugar de atribuirle a la sociedad un supuesto equilibrio natural o una supuesta necesidad de mantener el orden, la teoría marxista “concibe a la sociedad como un proceso dinámico, con fases de agudas tensiones, conflictos y contradicciones, que deben resolverse con acciones revolucionarias” (Ib.). Tales conflictos son clasistas, es decir, surgen del enfrentamiento de intereses entre proletarios y burgueses.
El concepto de clase social, como admite el propio Marx, no nace con él sino que él define que la existencia de las clases está vinculada “a fases históricas determinadas del desarrollo de la producción”, y que al cambiar a otra fase, la lucha de clases llevará a la dictadura del proletariado y que esa será una transición hacia una “sociedad sin clases”. Marx dice que todas las personas forman una clase “cuando se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase, pues por lo demás ellos mismos se enfrentan unos contra otros, hostilmente, en el plano de la competencia” (La Ideología Alemana). Es decir, el concepto de clase social es relacional: existe una porque existe otra con intereses contrapuestos. Luego distingue la ‘clase en sí’ de la ‘clase para sí’ o conciencia de clase. Dice Engels, en carta a Kautsky, que “la clase en sí es clase objetivamente, se pertenece a la clase obrera por el hecho de poseer sólo fuerza de trabajo y no tener los medios de producción, más allá de cómo se ubiquen imaginariamente los miembros de la clase. En el caso de la clase para sí, ésta ha tomado conciencia de su posición y lucha por resolver la situación a partir de sus verdaderos intereses” (Ib. Pág.101).
Para Marx sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria en el siglo XIX, como antes lo fue la burguesía. Dice: “La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario. Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. (…) En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, directa y brutal” (Ib. 121). En relación a las ‘capas’ o clases medias, que incluye al pequeño industrial o comerciante, el artesano, el campesino, son “conservadoras” porque si bien luchan contra la burguesía, lo hacen sólo para “salvar de la ruina su existencia como tales capas medias (…). Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado” (Ib. 122).
Marx equivoca sus predicciones respecto de que la revolución ocurriría primero en las sociedades con economías más avanzadas y no desarrolla demasiado cómo será la sociedad comunista resultante, puesto que en general su obra está destinada a criticar al capitalismo.

Emile Durkheim (1858/1917) sigue y completa la corriente positivista; delimita su objeto específico e introduce el uso sistemático de la estadística – la metodología cuantitativa - como recurso para obtener datos de la realidad, mientras a su vez hace investigaciones empíricas de alto valor científico.
Dice que considerar a los hechos sociales “como cosas” implica entender que aunque su naturaleza sea “dócil y maleable”, esas cosas “no” son modificables “a voluntad” y que para conocerlas deben ser observadas “con una cierta actitud mental”: la observación que nos lleva desde las características más evidentes a las más profundas y menos visibles. Considerar la conducta humana en una línea de tiempo permite reducir las relaciones al vínculo entre causa a efecto, y esta operación racional “puede transformar(se), seguidamente, en una serie de reglas para el porvenir”. (E.D. ‘Las reglas…’ pàg. 11/17.)
Durkheim, al igual que Weber, estaban muy interesados en “desentrañar la naturaleza y sentar posición valorativa frente a las transformaciones sociales y económicas que iban convirtiendo a la Europa de su tiempo en el mundo de la industrialización y la masificación” (Javier Cristiano; 1º edición de la Int. A las Teorías Sociológicas; pág. 29). En este sentido, y entre otros aportes fuertes de Durkheim, vale rescatar aquel a través del cual distingue las sociedades orgánicas (más complejas) de las mecánicas (más simples). Afirma el autor que las sociedades mecánicas, de organización simple, se caracterizan porque las creencias y los valores unifican y hacen que cobre mayor importancia el sistema social en sí mismo que cada uno de los individuos, particularmente considerados, porque “la conciencia colectiva” como le llama Durkheim, “impregna la totalidad de las conciencias individuales” (Cristiano, Ib.). En cambio, en las sociedades orgánicas (en general aquellas en que vivimos en la actualidad y desde los crecientes procesos de urbanización, concentración demográfica en pocos puntos geográficos y la división del trabajo, de la mano de las revoluciones industriales) los individuos tenemos un margen mayor de autonomía e individualidad en la elaboración de las creencias y visiones del mundo. Esto, que puede ser considerado un condicionamiento positivo desde el punto de vista individual, para Durkheim socialmente presenta una cierta tendencia hacia la disolución de los lazos morales y, por lo tanto, hacia sociedades ‘anómicas’ – sin normas colectivas que rijan la vida social – y la consecuente desorganización social.
A diferencia de Marx, Durkheim – a quien podría definirse de liberal progresista - “no valoraba negativamente” a las sociedades orgánicas, pero estaba preocupado por la necesidad de lograr una nueva solidaridad “capaz de encauzar las acciones humanas hacia fines más trascendentes que los meramente individuales y egoístas” (Cristiano, Ib.), es decir, una nueva moral, adecuada a las nuevas sociedades. Tampoco creía que “el ideario socialista pudiese aplicarse (sólo) mediante una revolución, sino que lo veía como un conjunto de reivindicaciones a las que los gobernantes, tarde o temprano, tendrían que dar satisfacción” (Avila, en Int. A las Teorías Sociológicas 2º edición, pág. 144), como de hecho fue ocurriendo en la mayor parte de los países occidentales.
Dice Salvador Giner que “la idea central de Durkheim pasó por su preocupación acerca de la situación moral de las sociedades, sus conflictos y las fisuras que presenta su cohesión social”, por eso, por ejemplo, estudió también el suicidio excluyendo todas las causas relativas a la psicología individual del suicida. Dijo entonces que el hombre, en la vida social, se autoelimina en las situaciones básicas siguientes: por la pérdida de cohesión social o desintegración, cuando se debilitan los vínculos religiosos, familiares y políticos, con la secuela del egoísmo (suicidio egoísta); en segundo lugar, por ausencia o conflicto de normas que den orientación moral (suicidio anómico) y, por último y en sentido contrario a los precedentes, en las sociedades más primitivas o mecánicas se daba el llamado “suicidio altruista”, cuando algunos individuos se sacrifican para preservar la comunidad.

Max Weber (1864/1920) advierte, por su parte, que la creciente racionalización/burocratización de la vida social, que por ejemplo trae aparejada la división del trabajo a partir de la máquina y la especialización de la tarea, acota, limita, las posibilidades de la vida humana.
Weber distingue las ciencias de la naturaleza de las ciencias del espíritu y ubica a la sociología como una de estas últimas, que se caracterizan por tener objetos de conocimiento “inestables”.
Por eso, más que estudiar las estructuras que condicionan la vida social, Weber se interesa por observar cómo los sujetos, las personas, se perciben a sí mismos y perciben lo social. Se pregunta, por ejemplo, por qué los hombres actúan como actúan o qué es lo que orienta la conducta de los hombres; cómo se construye lo social; cómo se explican órdenes y cambios sociales y también se pregunta por las estructuras de la desigualdad social.
Se llama “sociología comprensiva y de la acción social” a la propuesta teórica de Weber: “…una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para, de esa manera, explicarla causalmente en sus desarrollos y efectos” (MW; de Economía y Sociedad, pág. 5). Comprender es, para este autor alemán, captar interpretativamente el sentido o conexión de sentido y, para los investigadores, es ciertamente una tarea muy difícil.
Desarrolla entonces la Teoría de la Acción Social para responder la siguiente pregunta clave: ¿qué es lo que gobierna la conducta de los hombres? ¿Los valores, la razón, la conveniencia, etc.? Y se responde que no son precisamente las ideas las que gobiernan nuestras conductas, sino los intereses materiales y los ideales, con lo cual lo que realmente importa estudiar son los sentidos que subjetivamente cada una de las personas construye respecto de su experiencia y este es el camino que nos permite entender lo macrosocial. Por acción entiende “una conducta humana (…) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La acción social, por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo” (Ib).
Weber distingue cuatro “tipos ideales” de acción social, si bien es frecuente que una misma acción pueda responder a más de uno de los diversos tipos:
1.- La acción social racional con arreglo a fines: son las acciones que las personas hacemos encaminadas a lograr un determinado objetivo, por lo cual implican un cierto cálculo racional de costos y beneficios y de los medios que se consideren más convenientes para lograr los fines.
2.- La acción social racional con arreglo a valores: toda acción que se oriente por un valor, que puede ser estético, ético, religioso, etc. que es considerado valor absoluto y por lo tanto la acción se realiza más allá de sus consecuencias. Por ejemplo, “un pintor que sigue los principios de revolución estética y de formas permanentemente, sin que le importe que debido a ese valor que marca su producción no pueda vender ninguna obra” (von Sprecher, pág. 195).
3.- La acción social afectiva: determinada por afectos y estados sentimentales actuales.
4.- La acción social tradicional: toda acción determinada por “una costumbre arraigada” que suele ser a menudo “una oscura reacción a estímulos habituales que se desliza en la dirección de una actitud arraigada. La masa de todas las acciones cotidianas habituales se aproxima a este tipo…” (Weber en v.S. Ib.). Ahora bien, cuando la tradición es considerada por la persona un valor absoluto y por eso continuada, debe ser considerada una acción social racional con arreglo a valores.
La sociología comprensiva que propone Weber, a través de estos y otros tipos ideales, pretende discernir el sentido de las acciones del hombre para comprender lo que pasa en la sociedad, pero “el grado máximo de evidencia” sólo lo tiene la interpretación de las acciones sociales de los hombres que sean racionales con arreglo a fines. El problema es que muchas de nuestras acciones no son de este tipo. Dice el autor que “la acción real sucede en la mayor parte de los casos con oscura semiconsciencia o plena inconsciencia de su ‘sentido mentado’. El agente más bien ‘siente’ de un modo determinado que ‘sabe’ o tiene clara idea; actúa en la mayor parte de los casos por instinto o costumbre” y “sólo ocasionalmente (…) se eleva a conciencia un sentido (sea racional o irracional) de la acción” (en v.S. pág. 187). Por lo tanto, para estudiarlas habría que pensar cómo hubiera sido esa acción si seguía un cálculo racional y recién luego considerar los componentes irracionales. Sin embargo, el método no permite saber con cierta certeza a qué tipo de irracionalidad responde. Sí, en cambio, da cuenta de la complejidad que orienta toda acción humana.
Weber tiene un enfoque histórico, como Marx, y está orientado a conocer las causas, pero a diferencia de él niega la existencia de leyes generales de desenvolvimiento histórico. Cree que las cosas ocurren por relaciones multicausales y que lo que los sociólogos pueden encontrar, más que leyes, son tendencias sociales. Dice que para explicar la historia hay que tener en cuenta tanto los factores económicos como los culturales, que pesarán más o menos según el momento histórico que se considere. Y enfatiza el camino de la ‘lucha’ en la vida social, razón por la cual hay autores que lo incluyen en el Modelo del Conflicto, que luego veremos.
La lucha social es amplia y se da en los más variados planos de la vida social: en el deporte, entre y hacia dentro de cada clase social, en las relaciones eróticas, en el arte, en la política y en la economía, por ejemplo. La lucha puede seguirse por medios ‘pacíficos’, como la competencia, pero siempre supone que determinados grupos o personas intenten imponer su voluntad a otros grupos o personas. Weber define al poder como “la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia”, es decir que incluye el uso de la fuerza – coacción – pero no está limitado a él. Complementariamente, define a la dominación como “la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato…” y a la disciplina como “la probabilidad de encontrar obediencia para un mandato por parte de un conjunto de personas que, en virtud de costumbres arraigadas, sea pronta, simple y automática”, es decir, sin resistencia ni crítica. Por eso concibe al Estado moderno como “un instituto político de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión al monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente”. A ese Estado lo llama “dominación legal con administración burocrática”, la mayoría de cuyas acciones responden al tipo racional con arreglo a fines. (V.S. pág. 199/200).
A diferencia de Marx, Weber no cree que la lucha de clases sea revolucionaria en el sentido de que persiga una transformación de la estructura económica, pero sí que hay clases que pueden luchar entre sí para mejorar sus condiciones de vida, como las condiciones de trabajo y los salarios que enfrentan a trabajadores y empresarios, por ejemplo, o a propietarios y no propietarios de tierras para lograr, en este caso, el acceso a la propiedad y otra forma alternativa de distribuirla. Pero, en ningún caso, pretenderían un cambio de sistema.
Muchos de los conceptos desarrollados y utilizados por Weber en sus propias investigaciones serán retomados luego por Bourdieu, por ejemplo el de interés de clase, la noción de capital no limitada al capital económico, el prestigio y honor, la caracterización de la clase social como “posición ocupada en el mercado” y, al hablar del sentido de la acción, las referencias a la importancia que tienen las representaciones mentales de los hombres.

Antonio Gramsci (1891/1937) es un pensador italiano de singular inteligencia que, como militante del Partido Comunista Italiano, revisa críticamente y actualiza a Marx, en particular advirtiendo los errores de interpretación cometidos por buena parte de los marxistas. Detenido durante años por el fascismo, escribe los “Cuadernos de la Cárcel”, que fueron conocidos y valorizados en forma póstuma.
Dice von Sprecher que Gramsci “se plantea dos objetivos que funcionan como ejes de sus análisis y teorizaciones: explicar por qué la revolución proletaria había tenido éxito en ‘oriente’ (Rusia) y por qué había fracasado en ‘occidente’ (…) y, consecuentemente desde su perspectiva de militante revolucionario, cómo elaborar estrategias adecuadas para el triunfo de la revolución en ‘occidente’” (v.S. pág. 240). Cabe recordar que Marx había predicho que la revolución ocurriría en el seno del capitalismo de occidente. Pero tuvo lugar en Rusia, en 1917. Y también aclarar, con Juan Carlos Portantiero (Ib.), que cuando habla de ‘oriente’ se refiere a sociedades en las cuales el Estado ocupa un lugar preponderante y la sociedad civil está poco desarrollada; y cuando hace referencia a ‘occidente’ está pensando en naciones donde “la sociedad civil se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente”, como los de Europa del oeste o Estados Unidos.
Aunque el pensamiento de Gramsci es muy rico, sólo haremos mención a dos problemáticas fuertes que resultan fundamentales en Sociología del Arte: su teoría y concepto de la Hegemonía, por una parte, y el concepto de Sentido Común.
Con relación a la hegemonía, Gramsci dice que en el capitalismo la dominación de la burguesía – o de una parte de ella – por sobre el resto de las clases se explica por el consenso y porque sólo usan la coacción o fuerza física como complemento. En consecuencia, en todos aquellos países que cuenten con sociedades civiles fuertes, si las ‘clases subalternas’ (o dominadas) quieren triunfar y construir “un nuevo sistema hegemónico” deberían primero alcanzar el consenso.
Todo sistema hegemónico incluye la economía (la estructura de Marx), pero a la vez la política y la cultura (superestructura en Marx), por lo tanto el espacio clave para lograr el consenso es la sociedad civil en general y el sentido común del pueblo en particular. Eso sí, la hegemonía implica siempre una negociación a través de la cual las clases enfrentadas ceden beneficios materiales y/o simbólicos, ceden espacios, y aún así el consenso puede perderse, porque es precaria. No nos detendremos en esto, pero vale aclarar que mediante el concepto de “bloque histórico” Gramsci logra articular orgánicamente la estructura y la superestructura. Para el autor, hay un proceso dialéctico entre ambas en términos de “reciprocidad necesaria” (Ib. 250) y en esa vinculación entre estructura y superestructura actúan los ‘intelectuales’.
El concepto de intelectuales es bien interesante porque, en diverso grado, incluye a distinto tipo de personas con la sola condición de que la tarea de intelectual sea “la central de sus vidas”: “puede ir de un gran sociólogo (como los que estamos estudiando) a un periodista, a un maestro, al burócrata de una oficina municipal” (v.S. pág.252), y obviamente a los artistas y a los docentes de arte. Como Gramsci piensa que sólo dos clases sociales pueden convertirse en hegemónicas: la burguesía y el proletariado, en sociedades donde domina la burguesía los intelectuales orgánicos son los encargados de sostener ese consenso; pero podrían ser también los que, desde las clases subalternas, trabajen para romper ese consenso y construir uno nuevo. Las clases crean a sus intelectuales para “crear la ideología, la visión del mundo, que corresponde a los intereses” (Ib. 256) de cada clase. Para sostenerse en el poder, la burguesía crea intelectuales que son los encargados de elaborar, administrar y difundir la ideología de la clase dirigente entre todas las clases sociales, por ejemplo a través del sistema educativo.
El objetivo fundamental es que esa ideología de la clase dominante - en un determinado tiempo y lugar - penetre las normas de conducta de la sociedad convirtiéndose en “sentido común”, con lo cual el sentido común viene a ser algo así como la máxima corporización de la dominación en los hombres comunes. Y es posible verlo cuando, investigando los deseos y expectativas de los más pobres, se observa que ellos quieren y harían lo mismo que hacen las clases dominantes si tuvieran el dinero y las posibilidades de hacerlo, aunque mientras tanto critiquen el dispendio y el lujo excesivo, por ejemplo (von Sprecher y Di Santo: Consumos culturales en la ciudad de La Rioja, 1995 al 2000). El sentido común funciona a nivel de fe, aunque existe en él un “núcleo de buen sentido”, más racional y reflexivo, capaz de ser transformado por la crítica.
Para aclarar, entonces, según Gramsci hay grados cualitativos de la ideología: en el escalón más alto está la filosofía (la elaboración racional de un sistema de ideas); en el escalón siguiente se ubica el sentido común (que aparece cuando la filosofía fue apropiada por la mayoría de la gente como la concepción ‘natural’ de la vida, basada en la fe en el grupo de pertenencia, en las normas de conducta, las conductas, modos de pensar, la moralidad, las normas de acción colectiva que devienen actividad práctica – será el habitus en Bourdieu, como veremos); y en el último escalón está el folklore que, para Gramsci, es un “aglomerado indigesto” de resabios de visiones del mundo que se desarrollaron en modos de producción anteriores y que sobreviven como una “moral del pueblo entendida como un conjunto determinado de máximas para la conducta práctica y de costumbres que se derivan de ella o la han producido, moral que está estrechamente ligada, como la superstición, a las reales creencias religiosas: existen imperativos que son mucho más fuertes, tenaces y efectivos que aquellos de la ‘moral oficial’” (v.S. pág. 283). Tanto para la burguesía como para las clases subalternas, el folklore así definido sería una “valla”, un obstáculo difícil de superar, aunque en ocasiones pueda incluir “elementos progresivos” que favorezcan un cambio en el sistema hegemónico porque estén “en contradicción (…) con la moral de los estratos dirigentes”.

Bourdieu y Giddens – Los contemporáneos

Entre las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI encontramos a dos grandes sociólogos, del nivel de los autores clásicos, que reformulan e integran de manera singular los aportes de los clásicos con sus propios aportes: Pierre Bourdieu y Anthony Giddens; francés el primero, inglés el segundo. Bourdieu murió en 2002, mientras Giddens sigue vivo.
Dice Bourdieu que la sociología es el abordaje de las relaciones entre las posiciones de los agentes sociales desde una perspectiva diacrónica (temporal, histórica), que da cuenta de que no podemos entender dichas relaciones y dichas posiciones sino como mutables (cambiantes) y mutando (cambiando) en relación a unas trayectorias que se desarrollan y relacionan en el tiempo. Por eso, para el autor francés, la teoría social “se debe ir construyendo sobre el trabajo empírico” tal como él hace con su propia teoría, a través de sus propias investigaciones y las de su equipo. Un autor que lo critica dice que la teoría de Bourdieu es “un programa de investigación empírica en el que el aparato conceptual se va ajustando progresivamente mediante su extensión a nuevos contextos y pruebas” (cit. Por VS, pág. 16).
Bourdieu creía en el potencial liberador del conocimiento sociológico y de hecho en su vida y en sus últimos trabajos hizo gala de una militancia activa en contra del neoliberalismo y la globalización.
Por el contrario, Giddens, que prácticamente nunca va a campo, no investiga, sino que reflexiona, propone una teoría social general que comprende “al conjunto de las ciencias sociales” y, dentro de ellas, a la sociología como una ciencia empírica particular que tiene un objeto histórico plenamente definido: estudiar la modernidad y las sociedades industrializadas. En sus libros, considera “inevitable” a la globalización y también “a la necesidad de la humanización de la misma, vía la socialdemocracia” como programa y propuesta política (Ib. Pág. 89). Esa teoría social general que propone Giddens incluye “el abordaje teórico y seguramente abstracto del actor humano, de su conciencia y su acción, de las condiciones y consecuencias estructurales de esa acción, así como de las formas institucionales y símbolos culturales que de él proceden” (Ib. Pág. 90).

Modelos teóricos de la sociología


De una manera un tanto simplificada, podríamos decir que hay tres modelos teóricos fuertes en la sociología, que en buena medida conviven y según sean las escuelas y los autores, son más o menos significativos. De cualquier manera, cabe aclarar que uno no elige un modelo según sea la realidad social que está analizando en un momento dado (es decir, no elige el modelo del conflicto sólo cuando analiza una situación de conflicto), sino que en general adhiere a un modelo según sean sus propias convicciones, su ideología. Veamos, entonces, las alternativas:

1.- Modelo del Funcionalismo Estructural

La corriente del Funcionalismo estructural fue adoptada por los primeros sociólogos, se desarrolló con Emile Durkheim y se perfeccionó con los aportes de Robert Merton (sociología norteamericana) siempre sobre la vieja idea de Platón de que “la organización y estructura de una sociedad aporta la fuente de su estabilidad” . Con el término ‘estructura’ se hace referencia “a la manera en que son organizadas las actividades repetitivas de una sociedad” en torno a la familia, el mercado, el estado, la iglesia, etc. La ‘función’ es “la contribución que realiza una forma particular de una actividad repetitiva a fin de mantener la estabilidad o el equilibrio de una sociedad” (op.cit. p. 36).
Merton ofreció el siguiente resumen de los postulados del funcionalismo estructural respecto de la naturaleza de la sociedad:
“1.- Una sociedad puede ser concebida como un sistema de partes interrelacionadas; es una organización de actividades interconectadas, repetitivas y acordes a un esquema.
2.- Tal sociedad tiende naturalmente a alcanzar un estado de equilibrio dinámico; si se produce una falta de armonía, aparecerán fuerzas tendentes a restaurar la estabilidad.
3.- Todas las actividades repetitivas dentro de una sociedad realizan alguna contribución a un estado de equilibrio; en otras palabras, todas las formas persistentes de una acción, acorde a una pauta, desempeñan un papel en mantener la estabilidad del sistema.
4.- Cuando menos algunas de las acciones repetitivas y acordes a una pauta, dentro de una sociedad, son indispensables para su existencia continuada; es decir, existen requisitos previos y funcionales que llenan necesidades críticas del sistema, el que no perduraría sin aquellas” (p.37).
¿Cómo se aplican estos principios al nuevo fenómeno de la comunicación de masas, por ejemplo?
“Los medios y el proceso de la comunicación de masas son acciones repetitivas y acordes a una pauta, dentro del sistema social existente en la sociedad en la que operan”. Hay “dependencias estructurales” entre los medios y el sistema social. El funcionamiento de los medios “contribuye al equilibrio social” e incide tanto sobre el sistema como sobre los usuarios de medios. Si los medios provocan ‘conductas desviadas’ – siempre según esta corriente teórica – se convierten en ‘disfuncionales’ para el sistema (p. 37). Lo mismo podríamos pensar desde el punto de vista de la cultura y del arte y ver, por ejemplo, cuáles son las instituciones claves, qué tipo de dependencias estructurales hay entre esas instituciones y el sistema social y cómo actúan esos condicionamientos sobre el sujeto creador/el artista y el consumidor de arte.

El concepto de estructura será retomado y redefinido por Bourdieu y por Giddens. Bourdieu, por ejemplo, habla de estructura como “el conjunto de posiciones que ocupan los agentes sociales y a las relaciones entre esas posiciones”, que los hombres no eligen, y que lo condicionan de dos maneras: externas al sujeto y por eso estructuras objetivas, lo social hecho ‘cosa’ (estructuras sociales externas o campos), por una parte, e internas, internalizadas, subjetivas o ‘lo social hecho cuerpo’ (estructuras sociales internas o habitus), por la otra. Desde esas condiciones y disposiciones, el hombre construye, decide, a veces reflexivamente, a veces no, al calor de la acción y en cada una de sus prácticas sociales. Por eso Bourdieu se considera un estructural-constructivista.
Giddens, si bien también retoma el concepto de estructura, estudia lo social desde la agencia humana, es decir la capacidad de construcción del hombre, puesto que considera a los sujetos como “diestros, competentes, conscientes y reflexivos” (Ib. Pág 104), en el sentido de que son capaces de aprender de sus propios actos, de los contextos donde actúan, de sus reglas y de los demás agentes.
Giddens presenta su teoría social general como una “teoría de la estructuración o de la doble estructuración”. Intenta superar la dicotomía entre estructura social y acción social (que siempre es la acción transformadora), para lo cual replantea la relación entre ambas. Ninguna de las dos tiene prioridad o poder sobre la otra. Antes bien, ambas son producidas y reproducidas en las prácticas sociales concretas.

2.- Modelo evolucionista

A diferencia del anterior, que enfatiza la estabilidad y el equilibrio, el modelo evolucionista – también llamado ‘darwinismo social’ - surge de la constatación de que las sociedades urbanas posteriores a las revoluciones industriales cambian constantemente, aunque a diverso ritmo. Por lo tanto, el paradigma evolucionista pone el acento en el cambio. Surge también junto con la sociología como ciencia, de la mano de Herbert Spencer y básicamente establece una analogía entre la sociedad y un organismo vivo. Según esto, “una sociedad se organiza y se desarrolla como un organismo biológico” no porque lo sea, sino porque “se asemeja a tal organismo en su estructura y en los procesos de cambio”.
Sintéticamente, según esta perspectiva la sociedad cambia según ‘leyes naturales’, dentro de las cuales las más importantes son “la selección natural, la supervivencia de los más aptos y la transmisión hereditaria de las características adquiridas” (p.38/9).
Aplicado a la comunicación y el desarrollo de los medios de comunicación, fue utilizado para decir que “el desarrollo de la comunicación de masas ha sido un proceso evolucionista, tanto en los términos de su tecnología mecánica y científica como en las formas necesarias para que se hiciera un uso social eficaz de esa tecnología, alcanzando los objetivos que fueran considerados importantes por quienes estaban en posición de adoptar decisiones” (p.40). También se podría transpolar este análisis a la cultura y al arte y ver entonces si, por ejemplo, en el uso de los materiales no ha existido una tendencia evolucionista.

3.- Modelo del conflicto

Entre los sociólogos ha sido muy utilizado el paradigma que instituye al conflicto entre fuerzas antagónicas como el proceso social más importante. En la búsqueda de una resolución del conflicto se genera un cambio, algo nuevo. Este proceso continuo es llamado también dialéctico. En los análisis de Hobbes y los contractualistas de los siglos XVII y XVIII, el conflicto jugó un papel central. Pero fueron Hegel, Marx y Engels, en el siglo XIX, quienes desarrollaron las ideas del conflicto social y el proceso dialéctico en un marco analítico del cambio social que es utilizado durante todo el siglo XX por marxistas y no marxistas.
Entre los griegos, la dialéctica constituía esencialmente una forma de argumentación basada en el enfrentamiento entre diversas posiciones, como método lógico del pensamiento o método de debate. Para Hegel, la dialéctica es la continua tendencia de los conceptos a transformarse en sus contrarios en virtud de los conflictos internos. Así, una tesis supone la contraposición de una antítesis que da lugar a una síntesis y ésta síntesis se convierte en tesis que a su vez… y de nuevo se reitera el ciclo, siempre a nivel de las ideas o conceptos que orientan cómo debe ser la realidad. En Marx, en cambio, la dialéctica es un instrumento que permite una comprensión adecuada de los fenómenos históricos, sociales y económicos reales.
Sintéticamente el modelo del conflicto postula que:
“1.- Una sociedad puede concebirse como integrada por categorías y grupos de personas cuyos intereses difieren marcadamente entre sí.
2.- Todos estos componentes de la sociedad intentan imponer sus propios intereses, en competencia con otros, o conservar sus intereses resistiendo los esfuerzos competitivos de otros.
3.- Una sociedad así organizada experimenta constantemente el conflicto, cuando sus componentes procuran obtener nuevas ganancias o conservar sus intereses; en otras palabras, el conflicto es ubicuo.
4.- Tras el proceso dialéctico de intereses competidores y conflictivos surge un continuo proceso de cambio; las sociedades no están en equilibrio sino que son continuamente cambiantes” (op.cit. p. 42).
Pierre Bourdieu, como veremos, presupone este modelo en su propia propuesta teórica. Los agentes ocupan posiciones diversas – posiciones de clase social - en el espacio social y en los campos, con sus propios intereses. El conflicto es, entonces, inexorable. Sin embargo, y aunque él apuesta por la acción transformadora, el análisis de su propuesta deja en el lector la idea de que más bien las estructuras sociales tienden a reproducirse que a cambiar.

Bibliografía de base para este apunte (además de las citadas):

Durkheim, Emile (2006) ‘Las reglas del método sociológico’. Edic. Libertador. Arg.
Marx, Karl (2004) ‘El dieciocho brumario de Napoleón Bonaparte’. Edic. Libertador.Arg.
Von Sprecher, R. y otros
(1996) ‘Introducciòn a las teorías sociológicas’. ECI. UNC. Cba.
(2003) ‘Introducción a las teorías sociológicas. Los clásicos’. Edit. Brujas. Córdoba. Revisión por manuscrito en imprenta, febrero 2010.
(2007) ‘Teorías sociológicas. Introducción a los contemporáneos’. Edit. Brujas. Cba.
Weber, Max:
(2004) ‘El político y el científico’. Edic. Prometeo Libros. Bs.As.
(2004) ‘Etica protestante’. Edic. Libertador. Bs.As.

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