lunes, 10 de septiembre de 2018

Hoy pinta bajón


Esta mañana pintó bajón.
Veo el cielo, parcial nublado. Un aire agradable todavía se cuela por las ventanas y me digo que este invierno que ya fue bien podría despedirse con una lluvia que lave el polvo típico de agosto para ir dejando ver los nuevos brotes, dejar de toser y estornudar… y esas cosas pueriles, si quieren, de una mañana de lunes en setiembre.
Ocupada en esas naderías andaba hasta que vi la factura de la luz. Luz y agua, porque acá se cobran juntas (para que alguien pague el agua) y por mes. Y resulta que con el último tarifazo de la seguidilla, el aumento que me corresponde cobrar en la jubilación no alcanza para cubrir la factura. Y eso que como no hace ni frío ni calor, no hemos usado aires ni estufas. O sea que cuando apriete el sol y prendamos un aire, lo ideal será tal vez hacinarnos unos encima de otros en una sola habitación, con lo cual generaríamos más y más calor, quizás humedades y por lo tanto algún hongo… entre otras complicaciones.
Entonces recordé a un amigo K que, enojado por mi enojo con los K y con los M y con los P en general y con los impávidos R, los devaneos I y los siempre nostalgiosos C, me disparó hace unos meses ¿Y por qué no te vas del país?. Y resulta que el sábado a la noche otro amigo (P no K) me contaba que había decidido mandar a su hija a estudiar a Montevideo porque a raíz del paro universitario, perdió las fechas de exámenes y por lo tanto deberá dilatar un año más el cursado de su carrera. Y me dice que está muy cansado, y que por qué no irse toda la familia… y yo me doy cuenta, entre tos y tos, que también estoy cansada y una cosa trae la otra hasta que… ¿por qué no me voy del país?
El ímpetu hace agua apenas advierto que cobro en pesos y cuando los cambie, no tengo claro si seré igual o más pobre en otro lado. Capaz sería igual de pobre pero con un horizonte previsible que me sostendrá igualmente pobre por lo que llegue a vivir…
En una variante a la guerra del cerdo, pienso si no sería… qué se yo, ponele patriótico de nuestra parte – frente a los discursos M y en general el tonito neoliberal que huele a aquel tufo de los 90 – que los jubilados y pensionados argentinos optáramos por un suicidio altruista, mentando a Durkheim, cuestión de no seguir presionando el gasto social para que éste pueda ser distribuido entre las nuevas generaciones, dándoles un ingreso universal más acorde, servicios educativos y sanitarios de alta calidad a los niños, procurando vías de desarrollo para los jóvenes y todas esas buenas cosas que nos permitieran pensar un futuro diferente como pueblo ¿no? … Aparte quedaríamos joya y nos ahorraríamos percibir las miradas recelosas de los jóvenes y no tanto, hartos de ver que nos aferramos con egoísmo a una vida que los condena al ajuste!
Pero no. No, no, no, no. Porque los fondos de los jubilados se han usado con los más diversos fines y nada nos garantiza que el ahorro no vaya a engrosar las caletas de nuestros gobernantes en páramos patagónicos o se transfieran con brutal desenfado hacia las manos de unos pocos que cuando quieren verdes, jaquean al tesoro nacional en el mercado de cambios, o tengan como destino cuentas off shore en Panamá o algún otro paraíso fiscal… o terminen engrosando cuentas en Suiza… o en Uruguay, justo justo donde estaba pensando tomarme el raje… con lo cual resultaría que el masivo sacrificio geronte sería al soberano cuete, sin contar con que dejaríamos a los niños y jóvenes también sin nuestra preclara orientación y a sus madres y padres sin una opción barata de cuidado cuando los párvulos no tienen clase y ellos deben seguir laburando… si es que tienen dónde, claro.
Entonces siento que las opciones dejan de ser tales y aquí sólo se trata de sobrevivir pagando los tarifazos, de movernos poco porque los pasajes y las naftas están por las nubes, de no enfermarnos, así, porque lo decretamos, de comer raíces, hacer la huerta, armar un gallinero en el patio y esperar el dulce cacareo devenido en huevo….
Sobrevivir, por cierto, porque vienen las elecciones de nuevo… Ah las elecciones! Los que están obvio que no se quieren ir porque están haciendo las cosas tan bien para ellos que cuatro años es demasiado poco; los que se fueron desesperan por volver, con síndrome de abstinencia de poder y billetes, muchos billetes; los que hace 16 años que están fuera de la porra o se equivocaron de alianzas andan mirando cuál sería la forma de convencernos de que recuperarlos es una idea brillante y los que no han probado nunca las mieles del poder nos ofrecen la posibilidad revolucionaria que abre toda crisis… Y mientras tanto cualquiera que presente, seguro por error o fiebre, alguna opción alternativa a lo conocido traga la arena de la derrota porque el sistema político sólo existe para reproducirse.
Y mientras eso pasa, está la presión para salir a la calle a defender el trabajo, la pérdida del poder adquisitivo de los ingresos, la educación pública, la salud pública, la independencia judicial, el derecho de los manteros en once, de los productores regionales, de los que se resisten a morir contaminados por el fracking o los agrotóxicos o los venenos usados para extraer minerales, contra las bases chinas, norteamericanas o de donde fuera que siguen instalando en ¿nuestro? territorio y la vaca muerta, que parece mejor negocio que toda la ganadería junta…. Con lo cual hay tantas razones para salir y ninguna para volver a entrar que una nueva opción podría ser convertirnos en homeless de profesión manifestantes callejeros. Con la ventaja, inmensa ventaja, de que ningún lunes nos levantaríamos a desayunar y una boleta de mierda nos generaría una catarata de boludeces dignas de ser puestas por escrito a circular por las redes sin destino alguno, al cuete nomás, por solo ejercer el derecho al pataleo…
Sí, hoy pinta bajón.

María Rosa Di Santo