miércoles, 8 de marzo de 2023

30 años en 30 minutos

Aquellos 30 minutos de escuchar en silencio la crónica sintética de mas de 30 años de vida en común frente a un desconocido provocaron un quiebre histórico.  30 años en 30 minutos bastaron. 

Porque efectivamente ese calvario de enfermedades, muertes y sufrimiento que sangró a través de su boca no había sido mío.

De todo como en botica. Así he vivido siempre, pero jamás transité un camino de dolor, tan enripiado, tan cuesta arriba sin un mínimo descanso.

El relato ni siquiera explicaba cómo diantres estábamos juntos en un viaje de placer por Ushuaia, probando centolla y merluza negra después de embarcarnos por el Beagle o intentando mitigar el frio de mayo con la mejor sopa de cebollas que tomé o con un curioso café con chocolate. La palabra placer se daba de patadas con ese discurso.

Repasé rápidamente las risas compartidas, las aventuras, las veces que bailé con alegria, los besos, la buena cama, las emociones con los hijos, los innumerables encuentros con amigues. 

Solo atiné a decir esa no fue mi vida. 

Y callé,  para pensar.

Y después todo lo demás: el regreso a una casa que ya tampoco era mía de la cual más temprano que tarde me fui huyendo, buscar un lugar donde no vomitara más, donde la presión no me hiciera estallar la nuca.

Me fui, pero tarde. Como dijo mi oncólogo, capaz debí haberlo hecho mucho antes.

Pero ya estaba.

La muerte me encontrará viviendo.


María Rosa Di Santo

sábado, 29 de enero de 2022

Recital 2015 de Pancho Cabral y Matías Ortíz Sosa - Mendoza

Matías Ortiz Sosa y Pancho Cabral 2015 


Este recital fue grabado de forma muy rudimentaria con un zoom, desde el escenario mismo en Godoy Cruz, provincia de Mendoza, en 2015. Por tanto, su calidad no es la mejor pero la actuación bien vale que se preserve. En particular, aunque esto ya es pasado para Matías, sus arreglos y ejecuciones son excelentes y van a la par de la poesía de Cabral. Ojalá lo disfruten.

viernes, 14 de enero de 2022

La resistencia riojana a la megaminería: ¡NO PASARÁN!



 

 Por María Rosa Di Santo


 

Por estos días la Rioja vuelve al discurso público nacional por dos razones: el calor excesivo y la resistencia ciudadana a los emprendimientos megamineros.

Enfocando la segunda y escribiendo desde la primera - 40 grados -, la impresión es que esa resistencia atraviesa a la sociedad sin importar las tendencias político partidarias de los ciudadanos.

Del otro lado de estos territorios andinos, los que se van anoticiando y recuerdan que 'el Famatina no se toca' sigue vigente desde hace muchos años, no parecen comprender. La minería es necesaria, dicen, capaz pensando en una pesadillesca  distopía de no poder mantener sus celulares en funcionamiento.  Los más informados sostienen que el país  (otra vez, otra vez más) necesita divisas y debe explotar la megaminería para exportar y así pagar una deuda externa que todos – los que la tomaron y los que la habilitaron – sabían que era impagable y que no benefició a los pueblos que hoy deberían sacrificarse.

Y claro que la minería es una actividad lícita y necesaria, pero no a una escala mega que la convierte en incontrolable en nombre de la rentabilidad de la inversión.

Por aquí ya sabemos que el Estado no controla; que los informes de impacto ambiental son sospechosos; que no hay técnicos que, con los sueldos que cobran como empleados estatales, resistan un plus que es una fortuna para ellos y unas monedas para las multinacionales.  Y cuando los hay, son trasladados, removidos,  olvidados en alguna oficina ignota. Nada nuevo.  Hasta Borges vivió esto.

También sabemos que las empresas no se ocupan de los pasivos ambientales que dejan a su paso, como bien se puede observar en Los Colorados, después de la explotación de uranio entre los 80 y los 90. El poblado homónimo fue diezmado por la enfermedad y la muerte,  pero nadie les advirtió en su momento de los  daños colaterales de la mina. Los sobrevivientes de Los Colorados aún no tienen ni electricidad. ¿Dónde está el desarrollo que 'derrama' sobre los más pobres? ¿Dónde está el desarrollo entre los pueblos vecinos en San Juan,  como Jachal,  otrora una inmensa quinta que nos proveía de frutas y verduras? ¿Dónde está el desarrollo entre las zonas afectadas por Bajo la Alumbrera en Catamarca?

En la Rioja tenemos un doctorado en discursos mentirosos de políticos ambiciosos y condicionados. ¿Quién no recuerda por aquí las loas al supuesto impacto positivo de la minería del gobernador y presidente Carlos Menem cuando iniciaba con bombos y platillos La Alumbrera;  del gobernador y antes secretario de minería de la nación, el geólogo Ángel Maza;  del panqueque Luis Beder Herrera después de haber alcanzado el poder?

Las mentiras oficiales ni siquiera requieren lecturas de archivos periodísticos sobre Nonogasta, departamento Chilecito.  Basta ver los residuos contaminantes que viene dejando la ex curtiembre Yoma a cielo abierto desde hace 30 años. O el registro de enfermedad,  discapacidad, malformaciones y muerte de sus habitantes. Nuestro pequeño Chernobyl... Con el verso de la creación y mantenimiento de la fuente de trabajo, las autoridades ocultaron y negaron sistemáticamente que este tipo de industria es una de las más contaminantes que se conocen.

La Rioja necesita desarrollarse,  es cierto. Necesita fuentes de trabajo alternativas al propio Estado, pero que perduren, no que sean temporales.

El cómo es una discusión de fondo que la política no da, porque los partidos principales son ortodoxos en tal sentido y el PRO de Mauricio Macri no se diferencia del Peronismo.  Basta con revisar la historia económica argentina para ver las continuas oscilaciones entre quienes más o menos redistribuyen una riqueza que proviene básicamente de la exportación de materias primas con escaso valor agregado. 

Casualmente, el imperativo de exportar desde soja y carne, trigo y maíz, petróleo y oro o lo que venga, es más potente cada vez que hay que pagarle a los acreedores externos.  Desde la Baring para acá  ¿quiénes, aparte de los prestamistas, se han beneficiado con la toma de deuda incluso para pagar deuda, como Mariu Vidal dijo que ellos hubieran hecho si eran reelectos?

¿No es llamativo que potencias como Inglaterra antes y EEUU ahora presten dineros bajo condiciones que saben inviables a cambio de compromisos que les aseguran los recursos que necesitan y la injerencia permanente sobre la política local?

A pedido de Trump,  Macri fue beneficiado como nunca nadie en el mundo por el FMI.  Fue un aporte a su campaña  ( y ni así pudo ganar) pero a la vez una inversión a mediano plazo: el FMI podría controlar la gobernanza en caso de que la ultraderecha perdiera.

Y así es. Desde que se tomó esa deuda no hablamos de otra cosa. A medida que se acercan los vencimientos, se convierte en el tema único de la agenda nacional.

El gobierno peronista necesita divisas y apuesta a lo de siempre, exportar. Pero no exportar con valor agregado, que genere fuentes de trabajo, sino sacar del país recursos naturales y materias primas. Como digo, lo que venga.  El mismo modelo desde fines del XIX.  El mismo modelo que aplicaron sucesivos gobiernos de facto y democráticos que, en lugar de reducir la pobreza, la aumentaron.

Entonces ¿por qué,  por qué hay poblaciones ancestrales que deben aceptar el sacrificio para satisfacer los deseos de nuestros acreedores y la impotencia de nuestros gobernantes?

La respuesta ciudadana es NO.

Llámennos ignorantes,  atrasados, lo que quieran. Bárbaros, como decía Sarmiento. Aunque no lo parezca, por aquí venimos aprendiendo de los propios yerros de  quienes nos representan basados en un sistema político partidario  que hace agua por todos lados y por un modelo de país que apuesta a lo conocido y al viejo estilo unitario de tomar decisiones.

No. La Rioja es la provincia con menos agua del país,  una provincia caliente, adversa en su clima, bellísima en su geografía.  Hasta ahora, tiene cuatro universidades, es decir que forma profesionales se supone que capaces en lo suyo. Sin embargo, como una constante desde la organización nacional, sigue sometida a los dictados nacionales porque depende de sus fondos en más del 90% de lo que invierte sólo para sobrevivir. Así es como los sucesivos gobiernos centrales presionan a los locales para lograr imponer sus políticas, como ahora la megaminería.  Pero nosotros ya sabemos, ya no somos Los Colorados. Leemos, nos informamos, consultamos y observamos acá nomás, en nuestro territorio y en los de nuestras provincias vecinas.

Y decimos que no, que no pasarán,  porque cuando pasan y se instalan no las saca nadie. Se van solas dejando el daño, con las alforjas llenas.

Un país bendecido con riquezas naturales soñadas para otros no puede quebrarse por la inoperancia, la cortedad de miras y la corrupción de las minorías. No podría, no debería, pero aquí andamos, quebrados. O al menos las mayorías.

Hace poco vi un documental que recomiendo sobre el Congo. Su maldición es casi similar a la nuestra: tiene, por propia naturaleza, de todo. A diferencia de los congoleños, nosotros también tenemos la educación. Con sus falencias, eso aún nos distingue. Bueno, habrá que pedirles a los genios de la economía que imaginen, inventen, piensen algo nuevo que sea lo menos nocivo posible.

El calentamiento global, las pestes, la contaminación ambiental son los pasivos ambientales de los modelos de producción conocidos. Ya que estudian tanto y trabajan asesorando ¿qué tal si piensan alternativas? ¿O vamos a seguir siendo un país con una historia con hipo?



miércoles, 8 de diciembre de 2021

Pandemia, metacuarentena y algunos tipos que distan de ser los ‘ideales’

 

por María Rosa Di Santo







 

El dengue, el covid 19 globalizado, vivir en la incertidumbre y el caos, provocado tal vez porque  alguien cambió el suave aleteo de una mariposa por el torpe de un mamífero ciego (me encantó esto de Ignacio Ramonet) y por una búsqueda de diagnóstico para mi tos que me ubica en una metacuarentena (a la general le sumo la propia después de haberme internado unos días y convertirme en sospechosa de enemiga  pública)… bueno, en tales ‘circunstancias’, en el otoño del 2020 ocupo  mi tiempo en pensar en algunos tipos no ‘ideales’ con los que me vengo chocando por la vida.  Más que hacer referencia a Weber, como podría pensarse, pretendo identificar algunos rasgos que caracterizan a tipos reales de personas y los convierten en una suerte de personajes que tampoco son ideales en términos de valores, sino todo lo contrario.

 

El ’tipo’ adolescente eterno

 

A propósito de pulmones y enfermedades, conocí por estos días un tipo que me plantea un dilema profesional cuando ya estoy jubilada. Sobre todo porque el año pasado tuve otro similar y salí esquilmada. La cuestión es: ¿sabe la gente que es tan importante lo que dice – suponiendo que tenga algo importante que decir – como la manera en que lo dice? ¿Lo saben por ejemplo los médicos cuando, adueñándose prácticamente de nuestros tiempos y vidas, nos ‘anticipan’ lo que para ellos será, pero enseguida se conduelen garantizando que uno no puede sencillamente aceptar, debe pelear….? (A propósito, esto de pelear, luchar, de la guerra, los caídos ¡Basta!) … para lo cual ‘debe’ (sí, porque todo es dicho desde la autoridad académica del título) ver a Fulano de tal. ¿Y lo saben cuando salen del quirófano ufanos por haber podido confirmar en el  cuerpo que el cáncer está, como él lo había predicho? ¿Valdrá la pena que le recuerde a este tipito pintón, joven, de pocas pulgas, con el que mantengo más rounds que consultas médico/paciente, que también pudo y supo tomar mis manos mientras me aprestaban para la operación, que sus triunfos son mis pesares?

Me lo voy a pensar. Como un adolescente tardío, el cirujano pivotea en la necesidad de lograr reconocimiento sumario a su expertez y, ante cualquier duda, decide la quijotada de ‘regalarme’ sus honorarios por la operación para no tener que pelear su alto presupuesto ante mi obra social. Obra social que un mes antes prefirió derivarme a un centro cordobés en lugar de pagar lo que el joven pedía. Me lo voy a pensar. Demasiada hambre de éxito en esos espasmos. Y sin embargo, capaz vale la pena, me digo, pensando en sus futuros pacientes, en su propio futuro…

 

El ‘tipo’ alienado

 

Se me viene así, como por azar, a la mente otro joven médico que conocí también estos últimos meses pero (gracias, dioses, por tanto!) sin que ninguna relación profesional nos uniera. Compartimos algunas charlas de verano y él siempre copaba la palabra, copaba el tiempo de los encuentros para hablar de sí mismo. Y siempre agradecía… pero agradecía mucho, en exceso, haber sido escuchado, sin que diera alguna mínima muestra de estar advirtiendo hasta dónde llegaba nuestro cansancio por el monotema. Así discurría una de aquellas conversaciones, entre acuerdos y desacuerdos sobre vacunas, ética profesional y necesidades de trabajo, hasta que le escuchamos decir “porque el Dr. Pancho Pronta…” desde una posición de autoridad. Primera vez. Nos acercamos a nuestro vecino de mesa con un cabeceo ¿Y quién es Pancho Pronta?  “Él”. La segunda vez en la misma tertulia que referenció al Dr. Pancho Pronta volvimos a indagar, en plena incredulidad: “Es él mismo” nos dijo, ya también molesto, el contertulio. A la tercera lo interrumpí: ¿Por qué hablás de vos en tercera persona? Y se avino a dedicarnos una interrupción discursiva desde su pedestal yoico, sin más que un minuto de silencio.

 

El tipo ‘topito’

 

Hay tipos que se constituyen a sí mismos como personajes y andan así por la vida, ocupando una buena parte del espacio público hasta que la vejez les come la memoria y ya no recuerdan ni cómo fueron aquello que alguna vez fueron… si acaso ¿no?ni cómo diantres llegaron a ser lo que son.

El topito es el otrora león, hoy hervíboro, que junto con su potencial viril perdió, más temprano que tarde, su capacidad de iniciativa, de pensar por sí mismo y actuar en consecuencia. El topito actúa en nombre de otros, por otros, fuertemente parapetado atrás de unos principios morales rígidos que nunca antes tuvieron valor alguno para juzgarse a sí mismo,  cuando la jugaba de joven libertario y serlo era claramente una categoría progresista.

Pero ahora, desnudo ante su impotencia, se deja ganar por los principios arcaicos de los conservadores que lo rodearon siempre… y en nombre de lo que está bien en este mundo ‘occidental y cristiano’, sale  a poner la cara por otros que, hábilmente, operan desde las sombras. Si uno apela a su razonamiento, puede viajar al pasado por un rato, pero no mucho porque, inseguro, enseguida se manifestará su nuevo yo, que es todo menos él mismo… antes. El topito juzga fácil, lleva y trae, cubre al resto en nombre de algún honor y se siente amortizado. De un plumazo, ha borrado su pasado. Y si te descuidás, el pecador se termina convirtiendo en pastor.

 

El ‘tipo’ artefacto

 

Pero también hay tipos que directamente se construyen  como artefactos, es decir como hechuras ficcionales. Nada hay de auténtico en este ser  que no tenga que ver con una pauta de autoproducción. Pienso, en este caso, en el tipo que, también  a partir de una cierta edad y de sus propias y en ocasiones malogradas experiencias, se presenta como aquel cuya sola presencia indica que el mundo no es un lugar por el que valga la pena hacer nada, que el mundo es ingrato, y que lo que a este artefacto le queda es parapetarse en un mundo pequeño, de la sociedad familiar mínima, (si fuera posible la ya prácticamente extinguida familia ‘tipo’), encerrado en una pequeña fortaleza donde reinan la armonía y el buen gusto puesto de manifiesto a través de demasiados objetos, demasiada historia, demasiado todo, bajo la protección de siete llaves y alarmas, y del que sólo se justifica salir para garantizarse la sobrevivencia al volver. Dentro de esta nutrida, moderna e inteligente caverna se resguardan todos aquellos objetos valiosos que remiten, cual museo, a alguna gloria familiar pasada. El afuera entra por las pantallas y alguna que otra comunicación, porque con el tiempo el encierro – extra pandemia - lo va dejando sin amigos, sin gente que esté ‘a la altura’ del núcleo, como para  atravesar el foso y fisgonear el interior.

Allí el tiempo parece detenido. Los chicos siempre son chicos, los grandes lo siguen siendo pero no tanto como para perder la autoridad. Desde esa atalaya, los voyeurs espían la vida ajena a través de medios, redes y celulares, intentando que su voz sea de alguna manera escuchada (pero nunca públicamente, puesto que son altos cultores del bajo perfil y la discreción, la austeridad ha sido puntillosamente pensada como táctica de autodefensa)  hasta que se convierta en ‘la’ opinión del próximo círculo endogámico, un poco más abierto, sólo un poco, mientras la muerte los vaya segando uno por uno…cada uno en su propio encierro.

Parte de esa artefactualidad, parte importante, es el lenguaje, sobre todo aquel ‘cómo hablo’ al que hice referencia respecto de aquel joven impetuoso cirujano.

Nada hay de espontáneo en la oratoria del artefacto, nada que no responda a un manual para principiantes: ni dónde se reúne o se sienta; ni cómo mide dónde se ubican sus aliados, sus adversarios y sus presas para cruzar con cada uno de ellos oportunas y obviamente significativas miradas; ni en qué párrafos subirá el tono y adoptará el discurso fascista del que te-di-ce-lo-que-de-bes-ha-cer (como si sus propios mandatos familiares fueran los de uno, como si en cualquier caso uno no pudiera quebrarlos, como si los destinos estuvieran escritos y predestinados) o lo bajará para deslizarte alguna amenaza, como quien no quiere la cosa. Hasta alguna expresión compartida del pasado que se meche por aquí o allí, para descomprimir y dar tiempo a exponer completamente el discurso previsto, todo está calculado. Y lo interesante es que su sobreactuación es tan visible, que sólo él no advierte lo que cualquiera a su alrededor puede percibir.

Lejos, en otro mundo, en otra galaxia, quedó ese mismo tipo de joven, cuando prácticamente no había mujer que no suspirara por él mientras él sólo parecía interesarse en las grandes causas que abrazaba la progresía con el regreso a la democracia: la defensa de los derechos humanos de todos los sectores desfavorecidos del planeta, desde los sin tierra hasta los desaparecidos y detenidos por las dictaduras.

¿En qué momento el convencimiento de que era necesario luchar y poner el cuerpo por un mundo mejor se transformó en este conservadurismo a ultranza, en este construirse como la última y única fuerza moral capaz de poner un poco de orden en el caos? ¿En qué momento el atractivo héroe quijotesco devino en un monstruoso dinosaurio carnívoro con complejo de macho alfa? ¿en qué momento la promesa familiar de trascendencia dio lugar a este artefacto burgués pequeño, demasiado pequeño? ¿La metamorfosis se habrá producido algún día en particular en la vida de este Gregorio Samsa o se habrá extendido durante una sucesión de amaneceres?


Dos 'tipos' mediocres

 

Ser mediocre. Uno podría pensar en algo así, global, como decir todo lo que es mediano, que no se destaca del montón, tirando a malo en el sentido de carente de algún talento especial… pero no es una buena definición, porque hay muchos mediocres que cultivan el talento de ser malvados. Como si hicieran mal regodeándose en esa mediocridad.

En el transcurso de estos dos últimos años también conocí dos de ellos bastante bien. En ambos casos a su mediocridad la completan con un talento interesante: en un caso, la manipulación; en el otro, la profunda cobardía.

Durante un año de pandemia seguí al primero a través de su colección de mensajes fallidos para con alumnos y padres, respecto a su enseñanza de un contenido que nadie entendía porque él no poseía más que una manera de ‘bajarlo’. La impotencia a tres puntas de todos los actores (alumnos, padres y él mismo) fueron provocando peores mensajes de destrato. Cuando, finalmente, el covid permitió ponernos cara a cara, lo primero que hace este mediocre es preguntar por qué las quejas sobre el destrato, asegura 5 veces que quien hable no comprometerá a sus hijos en su testimonio porque él se abstendría de “tomar represalias” sobre ellos, y finalmente – antes de ceder la palabra y escuchar – se muestra comprensivo porque sabe que muchos padres son “pobres” e incluso “ analfabetos”, es decir carecen de las condiciones que él sí ha desarrollado para comprender lo complejo. Sin embargo, una semana después toma represalias sobre uno de sus alumnos. Y cuando se le plantea la situación, salta por cualquier tangente con tal de defenderse, como gato panza arriba.

Sigo sin comprender por qué no hay juicios por mala praxis para los educadores.

El segundo es el típico mediocre que se muestra afable y seductor, munido de un discurso que enfatiza sus buenas intenciones y todo lo que está bien sobre la tierra. Se deja llamar por un título que no tiene, se muestra ‘en onda’, sobre todo se muestra porque necesita ser reconocido. Pero yerra al no poder sostener lo que dice. Y cuando lo hace, lejos de reconocerlo, se desmiente a sí mismo hasta que la verdad cae con el peso de un yunque sobre su cabeza y entonces se oculta. En ese camino ratonero todo recurso viene bien para no hacerse cargo. Puede ser un gestor, una esposa, los hijos… cualquiera le sirve de máscara. Mediocre codicioso, le importa tres pitos todo lo que no sea él mismo y sus intereses, pero como sabe que eso no es políticamente aceptable, anda por la vida protegiéndose de su propia estulticia. Como si la estupidez estuviera afuera y no dentro de sí. Bueno, si pudiera distinguir una cosa de otra ya no lo sería tanto. 

 Imagen tomada de : https://www.dibujosyjuegos.com/dibujos/picture.php?/18184/category/463

miércoles, 13 de octubre de 2021

COMPOSICIÓN, ORQUESTACIÓN Y CAPTURA EN TIEMPO REAL DE OBRAS PARA CUERDAS - Matías Ortíz Sosa

 










 



        Entre el 4 y 9 de octubre pasado se realizó en Villa Sanagasta, provincia de La Rioja, una semana completa de trabajo consistente en producir en audio y video la composición, orquestación y captura en tiempo real de obras que privilegian la ejecución en cuerdas  y que luego de posproducidas seran de libre circulación virtual.

            El proyecto focalizó las posibilidades de la guitarra, en una búsqueda que incluyó cambios de afinaciones, experimentación con diversas cuerdas y el uso de un set de 5 micrófonos registrando simultáneamente.

            La importancia de la iniciativa es que carecía de antecedentes en el departamento y en la provincia porque utilizamos tecnología móvil de primera línea desde un pueblo del interior que he elegido para residir desde hace un año y medio, para grabar el desarrollo sintáctico y orquestal que se inició con Mulero (2018 – disco editado a través de la Ley provincial homónima que puede escucharse en  https://www.youtube.com/watch?v=Ek41rr9lVho&list=OLAK5uy_nxcKVs2HEUegtE83ckrGbXEBxgZyDRrw8).

Con ese objetivo, reunimos un equipo de trabajo integrado por compositores y productores jóvenes de contenidos, cuatro de los cuales viven en Córdoba: Koky Schroeder (composición en video); Diego Módica (productor ejecutivo); Juan Arabel (técnico de grabación y asistente de producción), Federico Lucero (producción y dirección musical),  junto a Matías Ortíz Sosa (dirección artística general, compositor, orquestador e intérprete) y la asistencia del luthier Lucas Ledezma, cordobés residente en La Rioja.

Agradecemos el apoyo brindado por la Secretaría de Cultura y la Dirección de Música de la provincia, en las personas de Patricia Herrera y Luis Chazarreta, como así también a quienes nos hicieron llegar instrumentos y buenos deseos durante la experiencia. Es de destacar que el proyecto en sí mismo, presentado ante el Ministerio de Cultura de Nación, cuenta con el aval de la propia Secretaría provincial, de la Facultad de Artes  de la que egresé y del proyecto de investigación ‘La dimensión afectiva en las músicas populares: relaciones entre dispositivos de enunciación y formas de apropiación’ radicado en el Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía  y Humanidades, ambas pertenecientes a la Universidad Nacional de Córdoba.

 https://www.youtube.com/watch?v=EzKFHOGGCPY&t=18s

La Rioja, 13 de octubre de 2021











CONTACTOS:

En La Rioja: 3804361328 y 3804759841; en Córdoba: 3516217659.

domingo, 21 de febrero de 2021

¿CELESTE O ROSADO; PELOTA O MUÑEQUITA? 100 años de rasgos y mandatos patriarcales y machistas en La Rioja

 

Por María Rosa Di Santo

Para Fondo Nacional de las Artes – Becas Creación 2019

Febrero 2021


El presente ensayo fue realizado durante la pandemia de coronavirus a partir de una beca a la creación que me fuera otorgada por el Fondo Nacional de las Artes en 2019 en Letras, no ficción, para el proyecto 'Rasgos patriarcales que se conservan a lo largo del último siglo en La Rioja como parte del sentido común'. En este proceso, además de acceder a una formación en la problemática de género de la que carecía, pude hacer una relectura en una clave diferente de entrevistas en profundidad realizadas en los años 90 para una investigación sobre consumos culturales en la ciudad de La Rioja que, dirigida por mi maestro Roberto von Sprecher, formó parte de nuestro aporte a la investigación desde la Universidad Nacional de La Rioja y el programa de incentivos a docentes investigadores, de alcance nacional. Aquellos entrevistados originales fueron 6 personas que en los 90 tenían entre 60 y 80 años, para que desde su propia memoria nos permitieran reconstruir la ciudad de su niñez y juventud. Fragmentos que consideramos muy significativos en términos de género de aquellos testimonios fueron entregados para su lectura y análisis a 5 jóvenes mujeres de entre 20 y 30 años de La Rioja y así, de alguna manera, pudimos entablar un diálogo entre generaciones tan diversas. Quiero agradecer al FNA, a aquellos entrevistados 'viejos' (tanto como yo ahora), a las jóvenes que hicieron su aporte en 2020,a todos quienes me indicaron, orientaron y acercaron bibliografía, y a mi amiga Liz Vidal, con quien nos mantenemos mutuamente atentas a nuestras ideas e iniciativas. Ojalá lo disfruten, tanto como yo.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------



“La laboriosidad de Ursula andaba a la par con la de su marido. Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la escuchó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta bien entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán. Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca” (15).

“En otra época, después de pasar todo el día haciendo animalitos de caramelo, todavía le sobraba tiempo para ocuparse de los niños, para verles en el blanco del ojo que estaban necesitando una pócima de aceite de ricino. En cambio ahora, cuando no tenía nada que hacer y andaba con José Arcadio acaballado en la cadera desde el amanecer hasta la noche, la mala clase del tiempo le había obligado a dejar las cosas a medias…” (215/6)

Amaranta Ursula: “…Ni siquiera se permitió un día de descanso al cabo del largo viaje. Se puso un gastado overol de lienzo que había llevado el esposo con otras prendas de motorista, y emprendió una nueva restauración de la casa. Desbandó las hormigas coloradas que ya se habían apoderado del corredor, resucitó los rosales, arrancó la maleza de raíz, y volvió a sembrar helechos, orégano y begonias en los tiestos del pasamanos. Se puso al frente de una cuadrilla de carpinteros, cerrajeros y albañiles que resanaron las grietas de los pisos, enquiciaron puertas y ventanas, renovaron los muebles y blanquearon las paredes por dentro y por fuera, de modo que tres meses después de su llegada se respiraba otra vez el aire de juventud y de fiesta que hubo en los tiempos de la pianola” (327)

 

 

 

HACE CIEN AÑOS…

 

Una cuestión de sentido común

 

Desde Úrsula hasta casi las últimas escenas de la vida de Amaranta Úrsula, la casa de los Buendía respiró durante cien años merced al trabajo diario de las mujeres que Gabriel García Márquez[i] ubicó en el espacio de Macondo. Casi todas las mujeres Buendía dedicaron sus vidas a sostener el grupo familiar y el propio pueblo, ante las aventuras, los delirios, las epopeyas y veleidades de sus parejas.  En esta actividad febril y cotidiana, tanto daba la disposición para el sexo como la de criar hijos propios y ajenos que sostuvieran el linaje – al menos hasta que finalmente apareció la “cola de puerco” -; sostener la limpieza de todos los espacios; el cultivo de huertos y flores; el control de las hormigas y cualquier otro insecto; la reparación y adecuación de la casa a las variadas necesidades familiares a lo largo del tiempo; el resguardo de los tesoros para las épocas de vacas flacas; la atención de las necesidades que presentaran tanto los integrantes de la familia como los amigos y viajeros que se alojaban en casa de los Buendía. Pero además de asumir cuanta labor supone esta vida, estaba también la Úrsula que elaboraba y vendía desde su cocina las golosinas de caramelo y la que salía de su casa para verificar que la comunidad, el pueblo, siguiera su curso hacia el progreso pese al diluvio, la peste, los pantanos, la guerra y hasta los levantamientos obreros. En términos de Hanna Arendt, en la novela de García Márquez vemos a varias mujeres asumiendo las tres actividades humanas fundamentales: la labor, el trabajo, la acción[ii].Es decir, atendían las necesidades básicas de la vida (labor); producían objetos duraderos con materiales naturales (trabajo); y actuaban cada vez que alguna de ellas, desde su individualidad y la pluralidad de seres con quienes convivían, elegía – aún condicionada -, empezaba algo nuevo, tomaba la iniciativa y esa actividad podía ser verbalizada, se convertía en relato, en historia. Es decir, la acción hacía que la actividad de la mujer trascienda el ámbito privado para construir la vida pública, lo común, desarrollando la única capacidad que efectivamente, para Arendt, distingue lo humano del resto de los animales: ser capaz de discurso, desarrollar la capacidad de abstracción del mundo concreto. Como en grado superlativo logra hacer Melquíades en sus pergaminos y el propio escritor colombiano en su novela.

Cien años… fue publicada por primera vez en los años 60 y no habla de machismo ni hace referencia al patriarcado de manera directa, aunque los conceptos están desplegados ahí, hechos carne y huesos. Puro sentido común, en el sentido de la máxima corporización de la dominación entre los hombres comunes, como supo advertir Gramsci en sus Cuadernos…[iii]. Recordemos que, para el autor italiano, el sentido común es el segundo grado cualitativo de la ideología, inmediatamente detrás de la filosofía. Y aparece cuando la filosofía fue apropiada por la mayoría de la gente como la concepción ‘natural’ de la vida, basada en la fe en el grupo de pertenencia, en las normas de conducta, las conductas, modos de pensar, la moralidad, las normas de acción colectiva que devienen actividad práctica, y que en este sentido para mí es asimilable al concepto de habitus bourdiano[iv]:

“Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente ‘reguladas’ y ‘regulares’ sin ser el producto de la obediencia a reglas, y, a la vez que todo esto, colectivamente orquestadas sin ser producto de la acción organizadora de un director de orquesta” (Bourdieu, 1991, 92).

Explica García Canclini[v], a su vez, que  “la acción ideológica más decisiva para constituir el poder simbólico no se efectúa en la lucha por las ideas, en lo que puede hacerse presente a la conciencia de los sujetos, sino en esas relaciones de sentido, no conscientes, que se organizan en el habitus y sólo podemos conocer a través de él. El habitus, generado por las estructuras objetivas, genera a su vez las prácticas individuales, da a la conducta esquemas básicos de percepción, pensamiento y acción. (…) …El habitus sistematiza el conjunto de las prácticas de cada persona y cada grupo, garantiza su coherencia con el desarrollo social más que cualquier condicionamiento ejercido por campañas publicitarias o políticas. El habitus ‘programa’ el consumo de los individuos y las clases, aquello que van a ‘sentir’ como necesario”.

El habitus es mi historia hecha cuerpo, en el marco de la historia colectiva de una clase en el espacio social general. Es la estructura interna, internalizada, que se corresponde con la posición que se ocupa a lo largo del tiempo en el espacio social general. Como tal, tiende a estructurar todas nuestras prácticas y por eso es el principio no elegido de todas nuestras elecciones. El habitus opera como el sentido común y ambos suelen derivar en violencia simbólica cuando los dominados reconocen, legitiman y se someten a los esquemas “producto de la dominación”[vi] (Bourdieu, 2000, 14)

Cien años hay también prácticamente entre la época que reconstruyen los testimonios de riojanas y riojanos que entrevistamos en los años 90, que nos cuentan cómo eran sus vidas desde niños a partir de la memoria. Y sus relatos están atravesados por el sentido común en el que fueron formados, por el habitus que se manifiesta en sus propias palabras, por una disciplina férrea que normalmente fijaban los hombres - cuando estaban presentes, porque hay, como ahora, una constante de padres ausentes por motivos diversos, como muertes, familias paralelas, paternidad desconocida o no responsable, etc. – y que mucho después se sigue justificando como ‘lo normal’ para esas épocas:

“¡…Yo me lo recuerdo tanto, tan patente a papá…! Usaba galera, bastón. Yo sabía que tenía… ¿Cuando llegaba papá? Recibir el bastón y la galera y colgarlos. No hablábamos ni una palabra mientras comía papá. Comíamos con él, pero no hablábamos porque… no podíamos faltar el respeto. Papá estaba comiendo y bueno, la mamá le servía la comida y estábamos ahí. Después, cuando se terminaba de comer, si queríamos preguntarle algo a papá, sí; si no, no. Después de su muerte mi hermano mayor asume el papel de padre y eso era aceptado por mi madre. Si nos portábamos mal, ella nos decía ‘¡ya va a venir tu hermano para que las arregle!’.”. (Sofía, nacida en los años 20)

“Mi vida se orienta a partir de ahí a sobresalir de alguna manera. Me veía demasiado alta, flaca, fea. Desvalorización de mi parte física. Muy notable, pues me criaba al lado de una hermana hermosa. Solía decir cuando alguien me regalaba algo: ‘no, para la nena linda’…  Quise estudiar porque sí tenía muy metido adentro que como era fea, tenía que ser inteligente y destacarme. Y así fui eximida en todo. Mi madre jamás tuvo que decirme ‘estudiá’. Luego llegó el deseo de trabajar en teatro, una forma de mostrarme y decir aquí estoy. Existo, estoy aquí y valgo. (…) Mi madre era más formal y me decía ‘¿y así te querés casar?’ y yo: ‘No, yo no me quiero casar. ¿Quién te ha dicho que yo me quiero casar? Si yo sé mis limitaciones’. Y ahora yo veo y digo que me hubiera tenido que casar con una persona que tenga mucho dinero, que me pueda pagar lo que yo no hubiera podido hacer. No hubiera servido, no sé. (Marcela, tendría unos 90 años)

“Hasta que terminamos la secundaria salíamos a la calle, a la plaza. Teníamos una negra que nos cuidaba a nosotros ¿no? pero no nos llamaba la atención ni nos reprochaba ni nada. Nos cuidaba. Después de recibida hacíamos más vida social, sí. Íbamos a bailes… (…) Nunca salía una sola por un lado, otra por otro, jamás. Y empezamos a coquetear como en todas las épocas, igual, porque ya en sexto grado, como en séptimo de ahora, que a las chicas les guste tal muchachito; tal muchacho, tal chica ¿no? Entonces era exactamente lo mismo. Nada más que en la época nuestra era un pecado, por ejemplo, ponerse de novia en séptimo grado. Era un pecado. (con picardía, como acercándose) Pero cometíamos ¡y teníamos una capacidad de reserva increíble! ¡Nadie se daba cuenta! Pero lo cometíamos al pecado. Los de ahora lo dicen, pero nosotros hacíamos lo mismo y no lo decíamos. Esa es la diferencia, sí, porque tampoco eran noviazgos taaan platónicos…”(Turca, hoy tendría unos 98 años)

“...El básquet era a la siesta mayormente porque después había que hacer los mandados de la casa y la limpieza de la casa porque éramos seis hermanos, cuatro varones y dos mujeres, y nos sabíamos turnar, porque hasta eso, mi viejo nos daba ‘vos hacé esto, esto’ y así sabíamos de limpieza, del lavado de ropa, de todo. Y ayudarla a mi madre en los quehaceres domésticos, por ejemplo el pan que se hacía, el pan casero, en horno… Yo tendría 11,12 años. A los 16 empecé a trabajar y yo le daba mi sueldo a mi padre… y él me daba… ¡un peso!. Pero mi padre era muy estricto, así que hay un respeto… pero único, porque en esa época nosotros… hasta siendo grande, yo era casado con Adriana, se pedía la bendición cuando viajabas... Y hasta grande el padre podía darte una cachetada… ¡Yo ya estaba casado!” (Hugo, unos 90 años)

“No, las mujeres, en ese tiempo, hacían lo que decía... Y toda... todas, en ese tiempo, todas las madres... muy buena, pero no tenía... El papá decide, para cualquier cosa, era el padre. Todo. Tenía hasta cierto punto poder de decisión las mujeres ¡No! ¡Ni en la mesa! Uno decía ‘mirá...’; ‘No, tengo yo la palabra’. La madre, el padre… él no la dejaba hablar porque pensaba que siempre la madre iba a hablar a favor de los hijos (se ríe). (…)  No, no, mi madre no me... no estaba, ella estaba más absorbida…  la absorbían más las hijas, las hijas. El viejo es el que tenía el sartén por el mango y el que...” (Florentino, casi 100 años)

“Sin restricciones familiares, en el sentido de prohibirme… Sabían, me habían inculcado y yo me acuerdo perfectamente que lo asumí, cuáles eran los momentos, un orden, la disciplina en todo caso. (…) El deber tenía que estar hecho, la lección aprendida y sabía que a partir de ese momento era mi libertad. (…) La costumbre generalizada de los hogares de antes, especialmente… con responsabilidades que los mayores nos marcaban a todos y a cada uno de los chicos. (…)  Sí, una huertita, sí, sí, sí. La abuela nos marcaba. Ella era… patriarcal. Llegaba, nos marcaba así, así con el extremo de una escoba y bueno, entonces a ablandar la tierra, a hacer los borditos y nos encargaba a cada uno: ‘vos te encargás… Esto va a ser acelga, esto va a ser lechuga, esto va a ser zanahoria’, y cuando había que hacer los almácigos, los hacíamos en cajones. Nos marcaba la abuela esa tarea a cada uno ¿no? Entonces en la casa se desarrollaba una vida muy disciplinada… (…) Mi padre no estaba, constituyó familia en Catamarca. (…) Íbamos al cine los domingos, porque... ¿Por qué?, al matinée, porque a todos los.... la abuela, mi mamá, ella disponía quién iba a ir y si nos daba en función de cómo pasó la semana.  La figura central era la abuela, la abuela Marta, y en casa todos, casi todos, le decíamos mamá y a mamá la llamábamos por su nombre. (…) La abuela era analfabeta. No leía nada por cierto y tenía todos los dejos y las características de un analfabeto… (se ríe) sabio, pero sabio…” (Luis, unos 90 años).

La mujer estaba en su espacio: la casa, y allí, y en ausencia del varón, ‘reinaba’, distribuía las labores, garantizaba cuanto podía el alimento y la satisfacción de las necesidades básicas. El hombre era la autoridad, el dueño de la palabra, quien disponía los presentes de sus hijos en función de los futuros esperados. Y en esos contextos la violencia simbólica era una realidad cotidiana, entendida como la violencia dulce que se ejerce con la complicidad del dominado, porque desconoce los instrumentos de dominación, según explica Bourdieu[vii]. Cuando el dominado no es consciente de ese rol, la dominación es más fuerte, aunque el dominante tampoco sea consciente de eso.


“Decir, como Marx, que ‘el pequeño burgués (y lo mismo vale para todas las clases y fracciones de clase) no puede superar los límites de su cerebro’ es decir, afirma Bourdieu en La Distinción, “que su pensamiento tiene los mismos límites que su condición; que su condición de alguna manera le limita dos veces, con los límites materiales que impone a su práctica y con los límites que impone a su pensamiento, y por consiguiente a su práctica, y que le hacen aceptar, e incluso amar, esos límites”[viii]. (241) Y en La Dominación Masculina (2000) dice que la “paradoja de la doxa” es  “que el orden establecido, con sus relaciones de dominación, sus derechos y sus atropellos, sus privilegios y sus injusticias, se perpetúe, en definitiva, con tanta facilidad, dejando a un lado algunos incidentes históricos, y las condiciones de existencia más intolerables puedan aparecer tan a menudo como aceptables por no decir naturales”.  De allí que considere que la dominación masculina es “el mejor ejemplo de aquella sumisión paradójica, consecuencia de lo que llamo la violencia simbólica, violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento”. (5)

¿Y su mamá se opone a que se case tan chica? “ No. Ella… prácticamente… Yo siempre los embromo porque digo que me quisieron casar de prepo (se ríe). Ella (se pone seria) es como que… como que ella ya piensa que se va a ir y que quiere dejar acomodada…  Yo, cuando dijeron de casarse, bueno, yo no le daba un chico de importancia, nada. Y bueno, pero como era menor tenía que ir ella a firmar si no, no me podía casar. Fueron muy duros los primeros años de matrimonio. Muy duros. Vivíamos con mi mamá. Nos quedamos con ellos un tiempo, hasta que él, hombre más grande que yo, decía ‘no, no, esto no puede seguir así. Soy yo el que te mando, no tu mamá’ porque yo obedecía más a mamá que a él, sí. Y nos vamos a una piecita que nos alquilan, que vivíamos con lo justo ahí, sí. (…) En el cuarenta y algo, me acuerdo que mi esposo me regaló una radio Phillips grande, a batería, hermosa, porque me gustaba una novela que había a las tres de la tarde y bueno, él me la compró ¡muy linda! Él tenía el taller en casa. Y me hizo una ampliación de los parlantes, me llevó con un cable cerca de la cocina y me puso un parlante ahí… Debe haber sido en el 48, la muerte de un papa, me acuerdo, y que él me decía ‘ya van a dar el noticioso, escuchá bien’ ¿ve?”. (Sofía)

“… Lo bueno en mi viejo, él hasta la ropa me pedía de Gath y Chavez. Venían catálogos y él me decía ‘esto’. A todas las teníamos que vestir igual. Pero él me hacía los pedidos. Venían unas hermosas encomiendas… Él elegía los modelos para los chicos y para mí. Si él me crió a mí... Yo muchas cosas no sabía, hija, y él me las fue enseñando… Él administraba el dinero… Y yo empecé ya después de… mujer de 40 años, sí, 50 años pero porque él se iba de viaje y me decía ‘estos 10 pesos tienen que durar tanto. O sacá la carne. O comprá leche’ y así, pero siempre él estaba al frente de todo… También de la educación de los hijos. Él los cascaba también, les daba penitencia. Yo no podía. Siempre fui así. Sufrí mucho por eso”. (Sofía)

“Nunca hubo diálogo. Jamás. Mamá mandaba. Yo tenía mis amigas (…) Si yo me ponía un vestido, a ella no le agradaba. Si yo me compraba unos zapatos taco chato, tenían que ser tacos altos. O sea, permanentemente en discordia. Éramos polos diferentes. Ella era la fuerte y según yo, yo era la débil. Nada de lo que yo hacía lo aceptaba. Ella repetía constantemente ‘el matrimonio no sirve, el hombre es maldito, el sexo es sucio, el amor entre un hombre y una mujer está contaminado por el sexo’. Y así llegué a los 33 años siendo virgen…” (Marcela)

“Mi primera relación sentimental…  habré estado en primer año. Antes se pedía permiso para todo, pero lo mío fue distinto. Fue distinto porque yo no pedí permiso a nadie… y bueno, y habré empezado a salir en el primer año de la secundaria. Y no me dejaban, pero ¡no sabían! Así que después se hizo una guerra de locos cuando llegaron a saber y bueno, y así continué, yo no sé… sin rebelarme, sin contestar, sin nada y me casé en el 54, a los 27, 28 años. Y esperé porque era una guerra de espanto. No querían que yo me case con esta persona. ¡Mi padre quería que nos casemos con árabes…! ¡Era su raza! Y una de nosotras se casó con un árabe. Pero mamá no opinaba, era muy sumisa. Después, cuando mi hijo tenía 7 años, me separé”. (Turca)

Aparte que él, por ejemplo, tenía la costumbre… capaz que mamá nos daba una paliza cuando nos portábamos mal, pero él jamás nos tocó ni con un dedo, pero sentíamos horror cuando hacíamos una cosa mal, porque se sentaba en la mesa y nos empezaba con los cuentos de las mil y una noches, que cada uno trae su moraleja, y elegía cada uno. Tenía una memoria privilegiada. Entonces este… sentíamos horror de que nos hablara a nosotros, porque nos hablaba con amor y nos hacía caer en el error que habíamos cometido. Sentíamos horror de que nos hable así. Nos llamaba ‘querida, querido’ y siempre decía una frase: ‘dudo que haya un padre que quiera a sus hijos más que yo’. Siempre decía así. Y nos trataba como iguales, mujeres y varones”. (Turca)

“P: ¿Y Ud. cuándo empieza a salir, a tener más libertad?

H: ¿Libertad…?” (Hugo)

“No. En casa, no, porque como digo había mucho respeto. Y mi padre, como digo, era medio tirano, era serio, como digo…, como dice Ud., teníamos temor… (…) Yo lo único que siempre lamento es no haberme ido a Buenos Aires… Tenía una posibilidad de jugar en Boca Juniors al básquet a los 18, era soltero todavía. Me buscaron, me llevaron el pasaje a casa, todo, hice un curso acelerado porque no tenía secundaria, tenía que tener secundario, hice el curso en la universidad nocturna, que es ahí donde… y cuando tuve todo listo mi papá no me dejó porque mi padre me decía ‘no, qué vas a ir a Buenos Aires si no tenés conocidos, no tenés familiares, no tenés a nadie’. Entonces me dice ‘¿y si te pasa algo?’ Entonces me tuve que quedar. Para mí fue una desilusión tan grande porque había posibilidades de ser pagado, no de pagar”. (Hugo)

 

Patriarcado y machismo

Si algo está claro a través de los fragmentos reproducidos es la evidencia de la existencia y fortaleza del patriarcado y el machismo en La Rioja de hace un siglo. Sin embargo, al emprender la búsqueda teórica constatamos que en particular el patriarcado es un concepto complejo, puesto que es utilizado por muy diversos agentes pero sin que se explicite en todos los casos su significado. Hay un consenso respecto de que se trata de un sistema de dominación que opera desde las estructuras externas al sujeto que se han convertido desde tiempos inmemoriales en habitus y sus rasgos persisten, generación tras generación. Observemos algunas pistas sobre lo que aún ocurría en la década del 90 en la vida y la cabeza de nuestros entrevistados:

“Mi esposo era muy de los tangos, sí, sí. A mí no me gustaba la música, nunca hice por bailar… No iba a los bailes. Nunca. Se hacían bailes en Riojano y nada es eso… o por ejemplo en casa de las amigas, decíamos ‘vamos a hacer esto, vamos a hacer esto otro’ pero bailar, no. A él le gustaba bailar. Y él salía. Salía y se iba. Muy independiente. Pero yo no le hacía problemas. Yo me hice mujer al lado de él, así… Yo no discutía. Después, en otras épocas, cuando ya empecé a madurar, en una palabra, sí. Él salía siempre. Los hombres siempre hacían así, sí. Muy galantes. Yo por ahí escucho que se hacen problemas ahora…” (Sofía se ríe mucho, con franqueza)

“No me molestó ser mujer para trabajar. En algún momento sí, estando en Buenos Aires, me jodía porque yo podría haber tenido acceso a lugares mucho más altos siendo hombre ¿me entendés? Pero estoy satisfecha porque en lo mío llegué bien alto. Y está cambiando, pero a las minas les está costando un perú. Pero a mí no me tocó lo que ahora las minas, que las encaran, que les proponen cosas, no, no.  A mí nunca me pasó. Y mirá que yo tenía lomo. Una sola vez me pasó con el tipo que me había nombrado, que la pasé muy mal, pero a mí se me abrían las puertas por lo que yo presentaba, por lo que era, lo que hacía. Será que era muy formal, entonces eso me ayudó, pero no me ayuda cuando me gusta alguien y quiero seducirlo. No vale. No me van las maniobras de algunas mujeres”. (Marcela)

“…Yo pienso que antes éramos más… de acuerdo a lo que yo veo con mis hijos, mis alumnos, con mis amistades jóvenes ¿no? ¡Que antes era una juventud muy feliz! A pesar de que estábamos tan controlados por los padres ¿no? Pero éramos unas personas felices, porque no tengo recuerdos tristes, recuerdos malos con mi familia, ni yo ni mis 6 hermanos. No había esa confidencia que hay ahora con los hijos ¿no? No, no la había, pero éramos felices. En comparación a lo que yo veo ahora, que hay tantos chicos resentidos, ‘que no soy comprendido’, me dicen, ‘que me controlan’. Todo eso hace desgraciada a la juventud. Cuando nos recibimos, era el último día de clase y era esa felicidad tan grande que teníamos… Cada uno tenía su noviecito…no había tanta ¿cómo te puedo decir? La infidelidad que hay ahora ¡No! Estábamos seguras y éramos felices. El último día de clase sale el profesor, quinto año, estaba yo y una amiga, y entonces bailamos el chárleston y tal era… ¡Te podés imaginar una chica de 17 años, con otra… bailábamos el chárleston en el escritorio del profesor! (lo cuenta con picardía, con alegría) Y no nos sancionaron. Volvió el profesor y nos decía ‘tilingas’ y se reía…” (Turca)

 “A mí, a veces, en la época de los militares, yo no he estado nunca de acuerdo con el proceso, pero había disciplina, como en Chile. Nosotros hemos ido a Chile. En Chile hay esa educación en la juventud. Va una persona grande y momentito, te dan el asiento. Es una forma que ha formado Pinochet, pero acá no. Acá está todo tan jodido… y yo vivo preocupado. Por eso digo. Nosotros no teníamos nada, pero ¿esta qué? Es una juventud perdida, perdida. Trasnocha. Nosotros mismos tenemos jugadores en el club, pero si los tipos se amanecen, están en la joda y nosotros no. Yo mismo me concentraba. Y había un poco más de respeto, disciplina y no lo que hay ahora. Después dicen que no tenemos ninguna medalla. Yo digo que tiene que venir algo que cambie esto porque… ¿Por qué Cuba tiene tantas medallas de oro, campeones olímpicos, todo? Bueno, Fidel Castro. Pero hay una disciplina…” (Hugo)

“‘No – dice mi nieto - yo no voy Tata. Yo no voy, la mami me pega’.; ‘Y bueno, yo también si te portás mal’; ‘No, no me va a pegar Ud. Ud. es buenito, Ud. me da moneda’. Porque yo siempre tengo moneda, un vuelto, el diariero, el kiosquero, y viene. Ellos te van a la siesta ‘¿Qué, tiene monedita?’ La madre de la María no quiere saber nada pero bueno, ‘tome’ y ái viene así con los chocolates. Así unas barras de chocolate (las dimensiona con las manos) Y no almuerzan, se ve que quedan con apetito, no almuerzan por ver televisión. Y las madres que ya le pega a uno, que ya le pega al otro...” (Florentino)

“…Y en estos momentos, porque estamos pasando por una época... yo soy hombre ¿no? pero el justicialismo en el gobierno carece de hombres de envergadura y de conocimiento y a que se actualicen. (…) Y en el partido antes, todos los días ibas al partido y había trescientas, cuatrocientas personas entre mujeres y hombres. Resulta que ahora no va nadie y a las pobres mujeres las tienen ahí para cebar mate”. (Florentino)

La crónica que acompaña la entrevista dice: “La esposa de Luis nos saludó al llegar pero se mantuvo siempre aparte, en la cocina. No pareció enterarse cuando nos fuimos, pero vino a saludarnos a pedido del hijo”. A lo largo del diálogo surge que prácticamente no hay consumos culturales compartidos. Cada integrante de la pareja tiene su radio, si alguno ve TV o una película el otro espera pero no se suma, no se comparten lecturas o salidas, salvo hacer compras en el super. Cuenta que en la habitación compartida, donde hay un TV, ocurre lo siguiente: “Miriam comprende como soy, cómo no me va a conocer, pero yo soy muy respetuoso de lo que ella está haciendo, viendo la televisión por ejemplo, entonces yo te agarro una revista, algo, soy fanático de la revista Humor y entonces con una revista como esa estoy mientras a ella le da sueño. Hasta que ella no deja de ver yo no molesto para nada. Cuando ella sola hace tac, entonces sí suspendo y agarro el libro, así no me desconcentro”. (…) En el caso de mi señora es clásico ¿no? yo diría que cuasi universal, le gusta mucho la televisión porque ve telenovelas y se pone... En cambio, por ejemplo, tiene un rechazo a los noticieros ¿Por qué? Porque mientras dan noticias rosas le parece lindo, cuando ya noticias escabrosas o un enfoque así, duro, ya no le gusta. Películas donde hay crueldad tampoco le gusta ¿no? Le gusta la televisión rosa ¿no?”. Él ve películas con su hijo varón porque “ella no tiene los gustos nuestros.  Escasamente, si es musical, se prende ¿no? pero si no otro tipo de... Ella es muy sensible, muy sensible y no le gustan aquellas cosas que hieran de tal manera su sensibilidad que la dejan mal...” (Luis)

Dos cuestiones nos resultaron hace 20 años muy llamativas. La primera tiene que ver con la forma en que nuestros entrevistados tendían a justificar las diversas formas de control y violencia que habían soportado de niños y jóvenes, muchas veces en lo que ellos mismos hacían por entonces. La segunda, es que cuando evalúan el presente de los 90, eran proclives a juzgar con dureza la desaparición de la dominación en aquellos términos y hasta sienten nostalgia por ella aunque ellos, como Hugo, Turca o Florentino, no estén dispuestos a asumir esas formas de la dominación ni que tampoco lo hagan sus hijos. Y, finalmente, en el caso de Luis, nos sorprendió la profundidad de su convencimiento respecto de que las mujeres efectivamente son seres débiles a los que hay que ‘comprender’ y ‘tolerar’. Si bien es el testimonio más fuerte de los seis, este rasgo del sentido común subyace en el discurso de Sofía y en el de Florentino, un hombre interesado en que la mujer participe en política porque su criterio fortalecería la posición de los propios varones (es paradigmático que en este sentido recupere el papel que a su juicio cumplió Eva respecto del general Perón, siempre ligando a la mujer con “la mano izquierda del Estado”, como dice Bourdieu). El convencimiento acerca de la supuesta debilidad femenina actúa incluso cuando se presenta como una incoherencia respecto de la experiencia vivida por ellos mismos en su vínculo con otras mujeres, en el caso de Luis en relación a su abuela, por ejemplo.

Esta justificación de la dominación, que asume distintas características según los sujetos, pero que está presente tanto en las mujeres como en los hombres cuando se remontan a sus infancias, evidencia de primera mano cómo el dominado no tiene conciencia de tal y, sin saberlo, se convierte en cómplice. Da la impresión de que a mayor sutileza, esa complicidad con la violencia simbólica también es mayor. Observemos lo que nos relata Turca. El primer párrafo refiere a su condición de hija en su vínculo con su padre. En el segundo, a su condición de madre sola, en su vínculo con el hijo varón:

“Fijate que nuestros padres habrán… no tenían una educación mediana siquiera ¡pero tenían tal capacidad para hacernos entender sin prohibirte terminantemente nada!, tal capacidad para hacernos que nosotros podamos asumir sus gustos, sus pretensiones, lo que les agradaba, lo que no les agradaba, pero sin estar diciendo ‘cuidado que vas a hacer tal cosa’. No. Nunca. No, porque ellos comentaban, hacían como se llama actualmente la política de semilla ¿ve? ¿Qué es la política de semilla? Hacer un comentario disimulado entre ellos y te daban a entender qué les agradaba y qué no les agradaba…”.

“Cuando mi hijo se fue a Buenos Aires a la facultad, muy jovencito, tenía 16 años y a mí me preocupaba porque era chico y entonces yo busqué para que conociera lo malo ¿no? Que sepa lo que es la prostitución, que sepa todo ese tipo de peligros que hay y no tuve problemas jamás. Y le expliqué y lo dejaba salir con otras personas más grandes para que pudiera conocer realmente lo que es eso… En realidad, yo lo dejaba ir a bailes, pero yo sabía dónde iban a ir. Y logré tanta comunicación que él volvía y me contaba todo… y me daba la oportunidad para yo hablar y explicar”.

Y así venimos a desembocar en el segundo concepto fuerte de este ensayo: el machismo, un machismo directamente relacionado con el que asume el ejercicio del poder, que puede ser de cualquier género, como vemos claramente en la Turca madre. Pues bien, lo que Bourdieu postula es que “hay que hacer lo posible” para obligar a quien sea - él habla del hombre concretamente en La Dominación Masculina (2000) - a salirse de ese rol porque también tiene una base inconsciente, fruto de los condicionamientos internalizados en el  tiempo, y “sufre” por ella. “sufre” por ella, por “esta especie de deber de virilidad” que es el “machismo”. El autor francés retoma a Marx al decir que “el dominante está dominado por su dominación”, mientras las mujeres “son el producto de la dominación”. Lo que a mí  me resulta más interesante, y se observa con claridad en los relatos de vida de los entrevistados, es que efectivamente ambos géneros están ligados a posiciones predeterminadas en función del sexo biológico con el que nacen y en ambos casos los condicionamientos operan por sobre su propia voluntad y conciencia de sí, si bien uno en posición dominante y otra en posición dominada y aunque, como dijimos, las mujeres solas ejerzan ese machismo. Para Bourdieu, apoyándose en Virginia Woolf, aunque los hombres son víctimas de la propia lógica de dominación,  ellos “son víctimas relativas” porque les toca “el buen papel”.

Quiero detenerme en cómo define Bourdieu al machismo en esta entrevista[ix]: “deber de virilidad”(vir/honor). Y ese ‘deber’, ese mandato social respecto de lo que se espera de él, lo ‘obliga’ – al menos tradicionalmente - a hacer la guerra; a mostrar ‘fuerza sexual’ para desflorar a las mujeres – y aquí el sexo como penetración, posesión, apropiación -  e impulsar la procreación de la especie prácticamente en términos de capital, de patrimonio, como se muestra en El cuento de la criada de Margaret Atwood, en la que la mujer que es esclavizada por su vientre pasa a ser identificada como el jefe de la familia; a trabajar o mostrar que trabaja más y sobre todo que gana más; a asumir los trabajos más expuestos y también los que requieren más fortaleza física; a reaccionar en defensa de los suyos; a ocupar un lugar en el espacio público - para lo cual la mujer y la prole suelen y son llamados a cumplir una función importante desde el ámbito privado porque son ‘la familia de…’ – todo lo cual ocurre como un mandato firme cuyo no cumplimiento debilita la figura masculina, lo ‘afemina’. Aún se puede escuchar en La Rioja a un padre mofándose de su hijo de 8 años por no querer hacer algo supuestamente propio de lo masculino: “maricón, sos boludo como tu madre”.

Claro que los cambios macrosociales en el mercado laboral, en el campo educativo, en los sistemas y métodos de producción, entre otros, han achicado los puestos de trabajo tradicionalmente masculinos – como los que proveía la industria o el campo – por su tecnificación, a la par que han abierto otras puertas al trabajo femenino, en general peor pago. No son menores los cambios en torno a la salud reproductiva, la planificación familiar y el empoderamiento de las mujeres para pensarse como seres gestantes por propia voluntad, con capacidad de decisión respecto de sus cuerpos. Estos cambios que sobre todo en las últimas décadas han operado en prácticamente todas las dimensiones de la vida, y que son  independientes de la voluntad o el ‘saber hacer’ dé cada hombre, a mi criterio le estarían provocando un “desajuste” (1988, 142). Bourdieu llama histéresis a este desajuste que supone persistir en habitus que responden a situaciones de los campos que ya no existen. Dice Bourdieu en La Distinción (1988) que el efecto de histéresis de los habitus ocurre cuando se pretende “aplicar al nuevo estado del mercado”/campo (…) unas categorías de percepción y apreciación que corresponden a un estado anterior” de ese campo ( 140). Y tal vez ese desajuste que saca al hombre de su posibilidad concreta de cumplir con el tradicional ‘deber de virilidad’ sin ofrecerle un camino alternativo, podría relacionarse de alguna manera con un machismo que actualmente termina definiéndose por la violencia en todas sus formas, y por lo tanto el daño hacia lo femenino, pero singularmente por esta escalada de violencia física contra las mujeres y la necesidad incluso de tipificar un delito específico, como el femicidio o el abuso sexual cometido en grupo, ‘en manada’.

Decía Rita Segato a La Voz del Interior en 2017[x] que “Lo que llamo mandato de masculinidad, es el mandato de tener que demostrarse hombre y no poder hacerlo por no tener los medios. El paquete de potencias que les permite mostrarse viriles ante la sociedad lleva a la desesperación a los hombres, que son victimizados por ese mandato y por la situación de falta absoluta de poder y de autoridad a que los somete la golpiza económica que están sufriendo, una golpiza de no poder ser por no poder tener. ¿En dónde se restaura la potencia? En la violencia contra las mujeres. Es un problema de toda la sociedad, no sólo de las mujeres. No hay espacios donde se pueda pensar cómo se podría restaurar de otra manera la autoridad, la potencia, la moralidad, la soberanía de las personas –muy fundamentalmente la de los hombres– frente a la golpiza económica. La situación es tan inestable, tan azarosa, que hay que ser alguien con gran riqueza, con grandes medios para no percibir esa precariedad de la existencia. Y la precariedad de la existencia lleva a la violencia”.

La psicoanalista María Cristina Oleaga dijo en 2019[xi] que “el machismo es un encierro para todos los géneros. Conocemos mejor lo que implica para las mujeres. Para los hombres, priman mandatos de excluir rasgos considerados feminizantes. Se fomenta un ejercicio del poder y la potencia que contrasta hoy con la fragilización a que son sometidos por regímenes que los dejan a la intemperie, sin trabajo, sin poder sostener el hogar, uno de los rasgos privilegiados de esa masculinidad hegemónica. (…) El machismo (…) sería un modo privilegiado de ser acorde a la cultura del capital”

 

¿Y qué ocurre entonces con el concepto de patriarcado?

Dice Fontenla[xii] que “en su sentido literal significa gobierno de los padres. Históricamente el término ha sido utilizado para designar un tipo de organización social en el que la autoridad la ejerce el varón jefe de familia, dueño del patrimonio, del que formaban parte los hijos, la esposa, los esclavos y los bienes. La familia es, claro está, una de las instituciones básicas de este orden social”. Y agrega:

“En términos generales el patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia”.

Desde el punto de vista temporal y en la dimensión ideológico política de lo macro, hay varias organizaciones feministas que asimilan hoy el patriarcado al capitalismo. Sin embargo, el patriarcado es previo. Existía en Grecia y Roma antiguas, existía en el feudalismo de la Edad Media, existió más allá de las revoluciones liberales de la era Moderna y de las revoluciones socialistas. El comunismo también es patriarcal. Los revolucionarios de América Latina lo fueron. La pregunta que se hace Bourdieu y de la que me apropio es: ¿cuáles son las invariantes históricas que han hecho y siguen haciendo hasta hoy que un supuesto ‘orden natural de las cosas’ opere sobre cada familia, cada institución, el mundo social y desde los cuerpos mismos para que la disposición aceptada sea distinguir de base entre lo femenino y lo masculino, la mujer y el hombre y todas las características /propiedades que les vienen asociadas? ¿Cuáles son esas invariantes que a lo largo de la historia han logrado imponer un orden de cosas tan naturalizado, tan acríticamente aceptado, que ni siquiera requiere de una argumentación que la legitime? Como él mismo lo plantea en el 2000, retomando investigaciones previas: “El orden social funciona como una inmensa máquina simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya: es la división sexual del trabajo, distribución muy estricta de las actividades asignadas a cada uno de los dos sexos, de su espacio, su momento, sus instrumentos; es la estructura del espacio, con la oposición entre el lugar de reunión o el mercado, reservados a los hombres, y la casa, reservada a las mujeres, o, en el interior de ésta, entre la parte masculina, como del hogar, y la parte femenina, como el establo, el agua y los vegetales; es la estructura del tiempo, jornada, año agrario, o ciclo de vida, con los momentos de ruptura, masculinos, y los largos períodos de gestación, femeninos”. (2000, 12)

La antropóloga Rita Segato decía en mayo de 2018, en la reunión anual del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo en Ecuador[xiii] que “el patriarcado es funcional al capital, lo fortalece. Es la forma fundante de todas las desigualdades. Históricamente parece haber sido la primera forma de apropiación de valor”.

Sin embargo, no se inició con el capitalismo dice ella misma: “Empezó con la aparición de la misma especie” y de eso nos hablan los mitos de origen en diversos pueblos, como el mito adánico, que habla de una insubordinación por parte de la mujer, la comisión de una acción que merece ser castigada por el hombre. Y agrega un elemento fundamental: si la subordinación de la mujer necesita siempre una narrativa, un mito, “no es natural”. Y esas narrativas se reproducen en nuestros cotidianos aún hoy, en nuestra subjetivación, en nuestras casas, cuando las mujeres nos planteamos si pasaremos el “examen moral del ojo público” (2018).

Segato advierte que en algún momento se pensó que “deshacer el patriarcado sería inocuo” para las estructuras de acumulación/concentración del capital, pero no ocurrió así. Y afirma: “Ningún patriarcón hará una revolución” porque así como nuestras independencias no pudieron romper la colonialidad al no romper la esclavitud, “no es posible hacer una revolución sin abolir el patriarcado”, y esto es válido analizando tanto las revoluciones liberales del siglo XVIII y XIX como las revoluciones socialistas del siglo XX. Para la antropóloga, la revolución profunda que implique un quiebre del patriarcado no tiene que ver con quién toma el poder político, a nivel del Estado, porque esa “toma del Estado inevitablemente tiene la impronta patriarcal” (2018).

Hoy el patriarcado capitalista continúa los procesos de “colonialidad del poder, más que eso conquistualidad del poder, como un proceso en curso sobre los territorios y los cuerpos. Es la rapiña, como fue hecha la conquista” española. Y lo hace a través de “una especie de gran feudalización” que ya no es un “mundo de desiguales, sino de dueños. El patriarcado se basa en dueños (…), en señores, en sujetos con más prestigio y autoridad“, frente a los cuales “las luchas hoy son más pulverizadas, más locales” y comunitarias.  (Segato, 2018)

En función de mis lecturas y a los efectos del presente ensayo, voy a entender por patriarcado a un sistema de dominación basado en una objetividad biológica – la diferencia entre los sexos -, constantemente reproducido mediante su legitimación  por parte de las instituciones tradicionales (Estado, mercado, iglesias, concepto de familia, escuela, etc.) y cristalizado por su integración a las subjetividades,  que tiende a sostenerse como el único orden posible de las cosas tanto a nivel material como simbólico, para seguir posibilitando la concentración y expansión del capital en beneficio de unos pocos.

 

Algunos rasgos patriarcales y machistas

Dicho esto, y a fin de observar en qué medida el patriarcado y el machismo que existían hace un siglo en La Rioja, y probablemente en toda América Latina, tienen aún vigencia al iniciarse el siglo XXI, identificaré algunos rasgos que me han parecido sobresalientes y sin que agoten la problemática:

-El patriarcado se caracteriza por dos elementos: la dominación masculina y la heterosexualidad obligatoria en términos de ‘normalidad’;

-Las sexualidades están normadas, tienden a suprimir el deseo y a enajenar la autonomía individual. A nivel de cada individuo se construyen como identidades de género y poseen un altísimo peso simbólico, hasta el nivel del estigma para todo aquello que se sospecha fuera de la norma.

- El poder, la decisión, la fijación de reglas son o se hacen en nombre del predominio masculino, sin que ello se perciba como tal. Tal es su nivel de legitimación colectiva que ni siquiera requiere de argumentos para sostenerse.

-En el campo del trabajo remunerado, las mujeres se ubican en posiciones relativas desfavorables en términos de precarización, falta de reconocimiento, informalidad, son las primeras víctimas del desempleo y menor remuneración a igual trabajo. Son excepcionales los casos de mujeres en posiciones jerárquicas.

- La familia patriarcal ubica al hombre proveedor junto a la mujer que procrea y cuida sin reconocimiento económico por su trabajo.

- A escala, desde lo macro a lo micro, el patriarcado opera como un orden verticalista y jerárquico que se traduce en prácticas cotidianas de obediencia acrítica para sostener una cierta armonía. En nombre del valor mayor de la paz familiar, grupal, social, se espera sumisión.

-Entendiendo a la violencia como todo aquello que produce algún tipo de daño (físico, psicológico, simbólico, etc.), hay una tendencia a justificar y/o reivindicar su uso tanto en la esfera privada como en la pública, aun sabiendo que actualmente no es el discurso ‘políticamente correcto’. Esa violencia se ejerce sobre lo femenino y todo lo que un machista puede entender por tal, es decir también sobre las prácticas ‘femeninas’ de los propios hombres.

-Lo femenino está subvalorado en relación a lo masculino; se entiende como sinónimo de lo material, lo menor, lo minoritario, lo que se desarrolla en el espacio íntimo del hogar, lo que llevado al ámbito público requiere de guía o acompañamiento masculino.

 

CIEN AÑOS DESPUÉS…

 

¿Cuánto de estos rasgos están presentes en nuestra cultura ahora, todavía? Y más interesante aun ¿cuánto de estos rasgos podemos identificar en la vida cotidiana, sin que se nos pasen como parte de esa supuesta ‘normalidad’ que disimula el patriarcado como sistema de dominación?

Consultando a jóvenes mujeres nacidas en y fuera de La Rioja pero que viven aquí, tuvimos una primera constatación: mientras las jóvenes de la generación de 20 años muestran una agudeza singular para detectar y analizar la problemática – amén de que de hecho le dedicaron más tiempo  a responder a nuestro requerimiento - aquellas que tienen más de 30 años presentan dificultades para abocarse a la misma tarea en ambos sentidos. Es posible también que las de mayor edad estuvieran más ocupadas (trabajo, casa, hijos), porque hubo dos que directamente no participaron de nuestra consulta, pero no puedo descartar que el tema no les haya resultado atractivo. Respecto entonces a esta diferencia generacional – que no fue prevista por mí al pensar esta muestra -  se me ocurre que tal vez  el cambio a nivel simbólico ha sido mucho más marcado en las últimas dos décadas y no logró permear con la misma profundidad a la generación nacida en los años 80. Vemos una densidad mayor en materia conceptual y en una más amplia capacidad de observación entre las mujeres más jóvenes, que no puede deberse al nivel de formación alcanzado porque todas son egresadas o estudiantes avanzadas del nivel superior.

Por ejemplo Andrea (36) dice acerca de Sofía: “Pobre mujer. No tuvo vida propia. Tenía naturalizado el hecho de que otro le tenía que manejar la vida y decidir por ella. Me da la sensación que no disfrutaba de nada, que se hizo híbrida”, mientras que Aldana (26) opina: “el caso de Sofía es el más obediente o funcional, muy vigente en algunas mujeres jóvenes que deciden sostener una vida sin rezongar o cuestionar ciertos patrones propios o del contexto”. Es interesante ver, en la comparación, cómo la primera directamente descarta que Sofía haya tenido posibilidades de decidir por ella y en cambio, con diez años menos, la segunda habla de una decisión tomada por Sofía en tal sentido, el de obedecer, lo que implícitamente supone que podría haber tenido alguna otra opción.

Observemos ahora qué dicen nuestras jóvenes en 2020 sobre la supuesta vigencia de rasgos patriarcales y machistas de hace un siglo en nuestro cotidiano.

 

Que se dice y qué se calla en la ‘normalidad’ riojana

 

Quiero enfatizar en principio que para mí la ‘normalidad riojana’ sigue siendo la misma, si bien hay una mayor conciencia y sobre todo entre los varones, de que lo ‘políticamente correcto’ es admitir el discurso de la diversidad de géneros. Creo que la dominación masculina persiste, tanto corporizada en varones como mujeres, y pese a que intergeneracionalmente hay temas de intercambio y conversación familiar que hace un siglo no existían, es decir que se habla de género, se habla de las características por género, más allá de que los discursos se corporicen en actitudes o acciones diversas.

Es posible que esto lleve a decir a Aldana (26) después de leer todos los fragmentos que “Estoy sorprendida, porque pensé leer más patriarcado que el que encontré, ja ja ¡Es como el club de las excepciones!” y luego agregar, a partir de su propia experiencia:  “Las palabras pueden ser muy tramposas para los varones riojanos y siento que mucho de lo que puedan llegar a decir va a escapar un poco del discurso de violencia u odio hacia los cuerpos feminizados, pero es la práctica de esos varones la que da cuenta de su corrimiento o no de las prácticas patriarcales. Pueden ser herederos de recetas de la abuela y tener una esposa muy activa, pero en la omisión, el acoso callejero, el comentario sobre el cuerpo de una mujer de la familia, o el ‘hacete hombre’, se cuela y les resiente el cuerpo. Siento que los varones riojanos pueden ser aliados por discurso, pueden ser políticamente correctos ahí, pero en lo más fino, sigue latiendo el patriarcado”.

En referencia a Luis, uno de los varones que testimoniaron, Andrea (36) considera que se trata “evidentemente (de) una persona vigentemente reprimida. ¿Habrá sido gay? Porque marca mucho esto de las nenas con las nenas y los nenes a jugar a la pelota. Criado por mujeres, haciéndole fuerza para que se convenza que es hombrecito. Quizá me fui a la mierda jajaja. Pero es lo que imagino cuando lo leo”. 

Florencia (25) aborda  como vigente la caracterización por género en el marco de esa heterosexualidad obligatoria: “hoy, sí, también puedo decir que en ese sentido también hay  cierta tendencia a reprimir esa parte de la mujer como sujeto deseante, como mujer, y no solamente como un objeto de deseo, creo que todavía hay algo de eso implícito y nuestra generación todavía está criada con esos presupuestos, tal vez no usan los mismos métodos, no usan las misma palabras, pero el principio es el mismo y creo que es algo que merece ser sacado a la luz porque justamente las injusticias a partir de los roles de género se dan por esto, porque se supone que los géneros tienen ciertas características que en realidad son ficticias”.

Paulina (25) hace observaciones muy agudas sobre la vigencia de la dominación masculina en sectores como la política o el trabajo: “…qué fuerte que ella (Marcela) lo marcara a esto de que como hombre vos podías llegar a más, podías aspirar a más y eso es fuerte y al mismo tiempo algo que sigue vigente en muchos discursos y quizás en algunos ámbitos más fuertes que en otros. Es más, como todo lo que hace el capitalismo en este sentido, es como adueñarse de ciertas, como tomar ciertas cuestiones que se están problematizando y sumarlas al mercado desde la publicidad, no?, entonces desde el discurso del ‘miren qué inclusive que somos’ se adoptan ciertas políticas, pero no lo hacen de verdad y por ahí no lo hacen con personas que de verdad tengan perspectivas de género, sino que son personas que puedan ser manipuladas o usadas y que nosotros lo vemos mucho en nuestros gobiernos provinciales, o sea que son mujeres que podrían estar o no estar pero que son utilizadas para, digamos, como para aggiornarse a estos discursos de la mujer en la política. (…) Cuando destacan el papel de Evita. No es, digamos , no es ese tipo de mujer y no es el tipo de mujer como una Cristina, por ejemplo, sino más del tipo de María Eugenía Vidal en el sentido de la mujer más niñita dulce, delicada, en la política en los gobiernos riojanos, eso es muy fuerte, entonces creo que sigue vigente esto de que los hombres llegan a más o por ser hombre tenés más posibilidades, sobre todo en ámbitos como la política e incluso en educación misma, porque por qué si el 80%  de los docentes  son mujeres, por qué seguimos festejando el día del maestro y no el de la maestra, o los ministros de educación siempre han sido hombres y por qué en los cargos directivos siempre están estos tipos, no están las mujeres que somos mayoría, o en los mismos sindicatos docentes que aquí siempre ha sido kelo, y cuando la Azucena De la Fuente se quiso postular para su cargo, el kelo la echó. O sea que ni siquiera en ámbitos que son por lo general más de las mujeres, como la educación, no estamos en los cargos directivos, dirigenciales. (…) Y me llama la atención de que sea un hombre (Florentino) el que la admire y hable así (de Evita) y en esa época, porque a mí me ha tocado escuchar incluso de los mismos peronistas que Evita era una prostituta, era esto, era el otro, que sigue vigente en muchos discursos de hombres en la actualidad, con toda la militancia que existe, el activismo feminista y demás, de que a Cristina se la odia, simplemente, porque… yo por ejemplo no me la banco porque puso a Milani al frente de las fuerzas y tengo esa cuestión por ella, pero si hay algo que le admiro es la forma de hablar, su fuerza, su carácter y cuando un hombre tiene esa fuerza, ese temperamento, esa labia, es como ‘el’ señor, el admirado, pero cuando una mujer lo hace es la loca, tiene trastornos psiquiátricos, es esto, lo otro, es una puta. Y que sigue vigente al día de hoy, entonces siempre se busca para las carreras políticas mujeres que sean más tiernas, más buenas, más manejables, más esto, más lo otro, entonces me llama la atención porque en la actualidad yo veo eso, ¿no? Como que molesta que las mujeres tengan carácter, tengan presencia, se hagan escuchar, tengan voz, existan, y molestan en esos espacios. Y molesta que haya una mujer a la cabeza y dudo mucho que volvamos a tener una presidenta mujer, por lo menos en un buen tiempo. Molesta, les molesta. Y se ve una mayor resistencia. Ahora, con el activismo feminista, que es más visible, molesta que las mujeres encabecen ciertos cargos de dirigencia, ciertos cargos de la función pública. Me sorprende, digamos, que la Inesita esté en la intendencia, lo celebro aunque yo tampoco sea radical, celebro que haya una mujer. De todas maneras es como se dice: ser mujer no te garantiza tener perspectiva de género y conciencia respecto a las diversas violencias y opresiones que se viven en el resto de las mujeres o de las identidades femeneizadas, lo celebro, es un poco, un paso. Ahora, molesta que las mujeres tengan voz. Eso lo noto y para mí es un paso. Me llama la atención que este señor lo hable así, hable de ella y hable tan bien de ella, pero digamos que en la actualidad hay esa resistencia todavía a que haya una mujer que ‘mande’ a  los demás y en esos demás están los hombres.

Victoria (34) considera en general - aunque acota expresamente que lo que conoce más es lo que pasa en su círculo de relaciones, a nivel de sectores ‘medios’ -  que “ …la cuestión tan explícita de la estructura familiar y en cuanto a las decisiones del padre sobre los hijos y sobre la esposa creo que no sigue pasando de esa manera tan explícita, aunque sí de manera implícita hay mandatos muy fuertes que se sostienen, como sigue el mandato fuerte atravesando la idea de que el hermano mayor, si no está el padre, es el que se tiene que hacer cargo, o el que tiene que cuidar a las hermanas, esta idea ¿no? Creo que eso sigue atravesando las identidades. (…) Creo igual que en general los mandatos siguen pesando hoy, de manera más continua, más en los hombres que en las mujeres. Creo que en las mujeres hay una ruptura muy muy grande y si bien estamos atravesadas por miles de mandatos, hay un preguntarse que existe y que estamos interpeladas todo el tiempo por eso, aunque lo aceptemos o no, nos hagamos las boludas o lo pongamos a jugar en nuestra vida cotidiana…”.

Que las sexualidades estén normadas se expresa por ejemplo en estereotipos que aún persisten y se están replanteando con cierta dificultad, y que vinculan directamente lo femenino con un canon de belleza. Esto aparece en los relatos originales sobre todo en un caso y también en la actualidad aunque bajo características de belleza un poco distintas tal vez:

Para Andrea (36), Marcela era “una genia. Adelantada para su edad o desubicada para sus tiempos. Creo que si hoy estuviese con 30 años aquí andaría con el pañuelo verde en la muñeca. Debe haber sido re interesante. Pero también que al desprecio de su madre no le hubiera escapado. Habrá visto en su hija la representación del tipo que la dejó. Quizás por eso la torturaba y le hacía siempre la contra. Me gusta eso de que se armó con las mejores estrategias para conseguir lo que se propuso. Me llama la atención que parece ser que la linda no podía ser más que eso, linda. La nena habrá conseguido trabajos como ella? O viajado? Habrá conocido Bs As? Habrá podido decidir si se casaba o con quién?”.

Paulina (25) también habla del estereotipo a partir del caso de Marcela: “…cuando habla respecto a que cómo ella no era la hermana linda, era la fea, digamos, no le quedó otra que ser la hermana inteligente. Eso fue muy fuerte y de algún modo esos estereotipos de belleza siguen en la actualidad y es como que de algún modo te tenés que destacar, si no te quedás… ‘encerrada en tu fealdad’, porque es como que recién ahora y las generaciones jóvenes que vienen después de la mía recién están problematizando esta cuestión de los estereotipos con más fuerza, con una posición más marcada, creo que ellas lo están trabajando mucho más que las de mi edad porque todavía están muy marcados… por lo menos en la provincia, sobre todo en la provincia”.


Quien fija las reglas, tiene el poder… aunque nadie lo diga

¿Dónde está el poder? ¿quién lo ejerce? ¿en nombre de quién? Y no hablamos aquí del poder político, del gran poder, sino también del micropoder, de cómo el poder se juega y fluye en prácticamente todas las relaciones humanas y, para nosotros en particular, en aquellos vínculos asimétricos típicos de los grupos familiares. Bien nos alertó Foucault que el poder no es “un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre los otros”[xiv] (1993, 152), sino que es algo que circula transversalmente. No es un atributo de un individuo, no es algo que está quieto en un grupo determinado, sino que se encuentra en constante movimiento.

Lo tácito está observado por Aldana (26) cuando analiza el caso de Luis  y su vínculo con la esposa, respecto del cual él mismo hace consideraciones de género muy significativas, como vimos: “no sé si en esto de que la mujer esté en la cocina, pero digo esto de no hablar o poder poner en palabras algo de lo que nos pasa dentro, es una práctica propia de cuando para no renegar, se prefiere el silencio. Pareciera que, en las parejas de adultos mayores no hay ni hastío, ni preguntas, ni dudas, sólo lo que hay y eso no se habla ni discute, ni se pone en duda. Vuelvo a encontrar eso que decía antes, del silencio que no pone en evidencia ni una gota de nada, sólo más silencio y cada quien por su lado que todo va bien así mismo, sin modificarse”. Y hablando de lo que observa que pasa actualmente, la joven expresa: “me parece que los changos van por varias líneas hoy. Hay prácticas patriarcales que se tiñen o se camuflan acá en La Rioja, porque en el fondo no hay intención de cambiar la raíz y en esto, insisto mucho con el acoso callejero o los abuelos y padres piolas, pero jodidos con otras mujeres que no son de su familia. Taxistas, docentes universitarios, que tienen como práctica el comentario, el esconderse para hacerlo o como dijo un alumno de mi Maestra en una clase ‘Yo cuando era joven todo porque en la colimba no estaba mi madre para hacerlo y me las arreglaba. Y cuando me casé, de todo eso se encarga ahora mi señora’ (tiene unos 65 años, maso). Pienso que es más violento porque en las acciones y los hechos, todo se disfraza en el ‘a la mujer se la trata como una flor delicada’ pero de fondo, siguen sosteniendo las prácticas porque es lo que heredaron de sus primeras figuras en la vida. No niego que hay hombres con intenciones de dar vuelta muchas cosas, desde la paternidad responsable, hasta el aseo de sus espacios, compartir las tareas, etc. Sin embargo, hay una generación de varones que, aunque compartan escraches o se pongan un pañuelo, siguen viralizando intimidades, cuántas mujeres en su haber, cuántas se pueden levantar, etc.”


Florencia (25) contrapone la aceptación acrítica de la dominación masculina en el pasado con el debate que está planteando actualmente el feminismo en el discurso público, pero como algo que no termina de permear en las conductas, inclusive de las generaciones más jóvenes. En este sentido dice “También se reconocía… es como que había un presupuesto de que había cierta depredación sexual porque hablaban de esto de que no la vaya a agarrar ningún depravado o algo por el estilo pero al mismo tiempo ponían a otro varón, ya sea un hermano o quien sea de confianza, que la cuide, entonces es como que el varón al mismo tiempo era la fuente y la cura de este problema del que la mujer era la víctima porque era un ser indefenso, un ser de segunda categoría al que había que guiar, había que proteger, etc. Etc. Esta misma mujer que decía que sentía rechazo a los hombres y demás, también pienso que ella incorporaba esta idea y ella también dice que no le gustaban las formas de ciertas mujeres, porque era como si la mujer por su forma de ser, por su forma de vestir, de actuar, lo que sea, estaba provocando al hombre. O sea, de cierta manera el respeto que la mujer generaba lo generaba por sí misma o sea el respeto dependía de ella misma y creo que si bien hoy no es tan exagerado, por decirlo de alguna manera, esto de que la mujer sea prácticamente una mascota… por la forma de hablar parecía que estaban hablando de una mascota, que no puede pensar por sí misma, que no puede defenderse, que no tiene voz de ninguna manera. Hoy, si bien ese tipo de pensamiento no se lo expresa tan abiertamente, pero tenemos situaciones de gente que todavía piensa que las mujeres son las que tienen que hacerse ‘respetar’. Creo que esa es una idea absolutamente reprochable en una sociedad. Creo también que un movimiento como el feminismo está visibilizando y está acusando estos presupuestos pero creo que todavía están muy integrados en los fundamentos de la sociedad. Hay mucha gente que piensa así, incluso gente de mi edad, de mi generación me atrevería a decir que es una minoría la que piensa así pero todavía hay, hay porque tengo experiencia de escuchar gente que habla así”.

Paulina (25) juzga que el papel de la mujer como destinada a ‘servir’ al hombre sigue vigente: “Por ahí esa cuestión de tener que servir a los hombres todavía hay muchas personas en que lo noto e inclusive hay muchas personas que ni lo problematizan… Hay un poco, quizás, que uno lo pueda poner como en chiste pero todavía es como que está”. También observa que tiene vigencia pensar en la necesidad de disciplinamiento para lograr una mejor crianza, una autoridad que en general tiene que ver con la autoridad masculina y estructuras piramidales, verticales: “… Después noto que hay una especie de romantización del pasado, de la infancia o de las infancias y de las juventudes que creo que hoy hay personas… imagínate que si son personas que hoy tendrían como cien años… y yo lo veo en mis progenitores por ahí, entonces está eso de que todo pasado fue mejor y creo que también siento como que habría que problematizar o por lo menos analizar respecto de esas infancias, a la cuestión de infancia, disciplina y autoridad quizás o de la crianza y esta cuestión de la disciplina como única forma de que está bien y también me preguntaría por qué, no es como que estoy en contra sino que siento que esa parte es necesario hablarla y analizarla y reflexionar un poco más, problematizarla, porque tener la sumisión de la juventud nos ha llevado a lugares que no son tan buenos, entonces no sé si estoy quizás tan de acuerdo con ese disciplinamiento… Hay ahí como una cuestión que sigue vigente y hay  poca discusión sobre eso y hay sobre todo en los diálogos de las familias… yo porque estudio psicopedagogía y siempre están los comentarios en las juntadas de los familiares y que dicen ‘no, en mi época te metían una paliza y qué psicopedagoga, qué psicóloga y qué se yo’ y es como que ellos creen que están de diez, que son excelentes y yo no sé si están tan bien de la cabeza al decir que estaba bien que te hicieran cagar, viste? Como que hay algo ahí que creen que la sumisión es lo correcto y todavía hay una creencia de que el síntoma, el de rebelarse, tener dificultades en la escuela o de comportamiento o lo que sea, son mal vistas… Y no! Me parece que los niños y niñas que hacen síntoma son justamente los que están más sanos. Me preocuparía más por los hijos sumisos, que no… los que no hablan, me preocuparía más por ellos, porque la caravana en ese sentido va por dentro y habría que ver”.

Para Victoria (34), la autoridad prácticamente absoluta que existía sobre todo en los padres o en quienes asumieran ese rol, ya no es tal con esas características y podrían estar presentes de manera más implícita, que no explicita concretamente: “El tema de la violencia física y verbal de los padres hacia los hijos creo que está, pero está puesta en otro plano de las relaciones, no sostenida únicamente en la idea de que ‘yo soy el jefe y me tenés que hacer caso’, digamos, si no puestas en otros conflictos, quizás que tienen que ver con cuestiones más afectivas. Pensaba en esta mujer que no se casó, que creció con una idea de los hombres, con un rechazo, como que te van a usar y solo quieren sexo y que después de muchos años pudo hacer pareja, se fue a vivir con alguien… Esta idea contrapuesta entre profesional y ama de casa creo que no existe más acá no digo en La Rioja sino en el círculo de la clase media que yo frecuento. Quizás siguen existiendo en otros estratos, en las clases bajas, pero quizás, no te podría decir”.

 

Economía y dependencia

En palabras muy sencillas mi madre, que no accedió a estudios superiores, me enseñó que sin autonomía no hay independencia. Es decir, sin dinero no hay libertad. Esta cuestión del dinero, que tiene mucho mayor peso simbólico que económico o financiero, está presente en los testimonios de cómo era la vida familiar y social hace cien años en La Rioja. Y también aparece ahora, pese a los cambios que hemos vivido en el último siglo en materia de trabajo, remuneraciones, nivel de formación profesional necesario para acceder al mercado del trabajo, etc. en relación a los géneros. La problemática del hombre principal proveedor, de quién administra y cómo y en qué, es parte de prácticamente todos los relatos de vida. Y hoy, con mujeres que en varios casos también son proveedoras, incluso a veces las únicas frente a la desocupación general y el retiro de los hombres de los grupos familiares, pasa lo mismo. Veamos entonces cómo se juega la dominación en estos casos.

Desde su punto de vista de una estudiante universitaria avanzada, Aldana (26) observa que “las mujeres de los 90 tenemos millones de realidades, algunas más corajudas que otras, pero me arriesgo que de la mayoría de mis amigas que viven en La Rioja capital, sólo una es hoy independiente económicamente. El resto, incluyéndome, dependemos en gran medida de nuestra familia de origen. Entonces, no sé hasta qué punto, esta generación de nietas, hemos podido romper con la lógica patriarcal de un otro financiando toda la economía de un hogar sin hijes”.

Ciertamente la dimensión económica aparece muy ligada a concebir la familia como un bien patrimonial, del cual tradicionalmente el hombre ha sido ‘el propietario’ de su cónyuge, de sus hijos y de los bienes materiales adquiridos (casa, muebles, autos, ahorros). Claramente la separación es un problema en este sentido y quizás explique el alto nivel de controversia que suponen estos procesos de hecho y de derecho. De los tres casos de mujeres entrevistadas que hoy tendrían cien años, las tres están solas. Una nunca se casó, la otra lo hizo y se separó y la tercera lo hizo y enviudó. Para las tres la soledad parece haber convertido aquella autonomía en libertad, aunque fuera relativa. Pero además, pensándolo ahora desde una perspectiva de género, me resulta a mí interesante esa situación de que las tres estaban solas, sea por propia decisión, sea porque las circunstancias lo determinaron. Y revisaba cómo en esa generación, que sería la de mi madre, había muchas más mujeres conocidas en esa situación que en la típica del matrimonio ‘feliz y bienavenido’, como se decía. Lo que habla nuevamente de la profunda cesura entre el discurso sobre la ‘normalidad’ y lo que efectivamente estaba pasando. Años después, en el siglo XXI y aunque nos vayamos de tema por un momento, volvió a llamar mi atención cómo mujeres de esa misma generación se atrevían a hablar de experiencias propias o ajenas de abortos provocados, al calor de la discusión legal en Argentina. Con lo cual uno se queda pensando hasta dónde ese pasado que muchos tanto añoran no era en buena medida un simulacro…

Volviendo a lo nuestro, es posible visualizar la profundidad de la relación entre matrimonio y economía, en varios de sus aspectos, en el análisis que nos ofrecen las jóvenes consultadas, por ejemplo, Florencia (25):

“Bueno, en primer lugar el tema más recurrente desde el principio fue esto del matrimonio ¿no?  (…) Por lo que leo en las entrevistas la gente es como que tenía una visión del matrimonio muy diferente a la de hoy en día, y especialmente que nuestra juventud, nuestra generación joven de entre 15 y 30 años, no tiene una visión como esa. Yo lo que veo acá es que pareciera que para los varones el casamiento representaba la manera de independizarse de su familia y convertirse él mismo en la autoridad que hasta ese momento representaba su padre, porque evidentemente acá hay algo muy en común, salvo en uno de los casos, que siempre es el varón, el varón mayor, el que detenta el cien por ciento de la autoridad, el que autoriza o niega permisos, el que trae la plata a la casa, el que la administra, el que pone las reglas, es como una autoridad suprema e irrevocable. Entonces, para el varón, evidentemente el acceso al matrimonio representaba el acceso a esa posición que anteriormente ocupaba su padre. Y para la mujer y por lo que veo, salvo en uno de los casos, el matrimonio más bien era como una continuidad de la seguridad que encontraba al estar sometida, digamos, como diríamos nosotros, pero en realidad ellos es como que lo veían como un seguro de vida, o sea… una de los entrevistadas dice que la madre quería que ella se case porque tenía miedo de que vaya a quedar sola, como quedando desprotegida porque evidentemente se veía que la mujer siempre tenía que estar protegida, guiada y digamos sometida a la figura del varón. Hoy en día no creo que se vea exactamente igual esto del matrimonio. Al matrimonio se lo ve como algo mucho más alejado. En nuestra generación, puntualmente…. Capaz que en la generación de mis padres, que no son tan grandes, capaz todavía tenía un peso social, especialmente si se embarazaba la pareja, era un imperativo sí el casamiento, pero hoy en día no es así, sino que el matrimonio pasa a un segundo plano, ya no es un imperativo social o por lo menos para la mayoría de la gente de mi generación, si bien por ahí hay algunas familias que tienden a ser un poquito más conservadoras, como que ejercen una  especie de presión pero es una presión más pasiva, con los comentarios ‘y los nietos para cuándo’, ‘el marido para cuándo’ y ‘la esposa para cuándo’, pero no es algo que si un hijo o una hija no se casa sea una vergüenza para esta familia o significa que esta persona que no se casó está fallado o está arruinado o algo por el estilo.  En ese sentido hemos cambiado”.

Andrea (36) cree que alguien como Sofía, arquetipo de la mujer sumisa entre las tres entrevistadas originalmente, aun podría existir: “Creo que si persisten casos como Sofia. Lo veo en mujeres que la vida nos les da la oportunidad de ver y experimentar que hay otras maneras de pasar por esta vida. No creo que haya familias que obliguen a casar a las niñas, o por lo menos no en La Rioja, no? Pero sí mujeres que se les marchita un poco el alma por no haber tenido educación, herramientas para construir una decisión y sin valor, sin autoestima”.

 

Y Paulina (25) hace referencia a tres de las cuestiones que nos trajeron hasta acá. Una es la de la sensación de libertad de las mujeres sin pareja y la vigencia actual de una cierta incompletitud de la mujer cuando está sola: “…me llamó mucho la atención cuando una de las mujeres decía esto de la separación, del divorcio, o la viudez como las únicas formas de liberación de la mujer, porque la soltería en esas épocas era como un estigma grande y que incluso yo lo sigo viendo en ciertas amigas mías que tienen treinta y algo, que siguen solteras y que es su vida y no quieren tener hijos y que son también del ámbito de la militancia feminista y todo eso y siguen haciendo comentarios del tipo ‘y bueno, cuándo viene el bebé’ o ‘cuándo viene el marido’, o sea como una cosa así que yo digo si está dentro de estos ámbitos de militancia, no me quiero imaginar en otros ámbitos donde está estructurada la cuestión todavía de que la mujer debe casarse o debe ser de… o sea, de un hombre, que eso fue justo en un cumpleaños que tuve en enero o febrero y fue muy shokeante porque yo pensé que se había desandado, digamos, un poco, sobre todo en estos ámbitos…”

Paulina también dedica buena parte de su análisis a abordar la problemática laboral que típicamente hemos tenido las mujeres, desde el trabajo doméstico mismo:

“Fue muy fuerte la cuestión de la dependencia económica en la primera señora (Sofía) y me pareció muy interesante esa aclaración que hiciste que trabajaba en el negocio de un familiar, un hijo o hija, y no percibía sueldo, que tiene que ver y de alguna manera se ve en casi todas las mujeres que trabajan en el ámbito de lo privado, de lo íntimo, de lo doméstico que no es visto como un trabajo y que al día de hoy sigue siendo un trabajo que no se lo considera como tal y hay muchas economistas, como Corina Rodriguez creo que es, que habla de estas cuestiones y de cómo la economía doméstica es lo que mueve y mantiene la economía y es el trabajo más invisibilizado del mundo, digamos, porque es a partir de ese trabajo que se sostienen todos los otros trabajos y el que no percibe remuneración alguna o si no es hecho por la mujer de la casa, lo hace otra, porque por lo general es mujer, y la gran mayoría trabajan sin aportes. Entonces la invisibilización del trabajo doméstico es algo que se sigue viendo y si se sigue viendo hoy, por entonces era más todavía. (…) Me súper golpeó cuando una de las mujeres decía ‘teníamos una negra que nos cuidaba’ y estaba esto de que ‘no nos reprochaba’, como también yo creo en esto de… que hay una super romantización de la esclavitud, aunque seguramente no era esclava, pero estaba esto de que quizás era rebuena, porque era como de la familia… y no sé si era tan así, habría que ver cómo eran pagadas, cómo eran las condiciones de vida de esta mujer, que al día de hoy sigue vigente con las empleadas domésticas, como dije al principio, porque por algo están las que dicen ‘no, porque no quiere que la ponga en blanco, no quiere tener aportes’ que sé que existen esos casos pero también hay casos en que se excusan en eso para pagarles miserias y siempre son las de las clases más altas las que hacen eso y me indigna. No sé si será el caso de esta señora, no digo eso,  pero la precarización laboral sigue vigente, la precarización del trabajo doméstico, no?”.

Y, finalmente, la joven vuelve a la autoridad, el poder y la economía intrafamiliar para indicar que mucho de los viejos relatos persisten: “Bueno, quizás esto de la verticalidad donde el hombre como figura o autoridad de la familia sigue estando, porque por ahí se dan los casos que como las mujeres tienen mayores sueldos que ellos, pero de todas maneras, por una cuestión cultural, hay mujeres, incluso allegadas a la familia, que tienen como cierta vergüenza o sienten malestar o no pueden digamos disfrutar de tener un sueldo que sea mayor al de sus parejas hombres, al de sus maridos. Eso me llama la atención y está, está en ciertos noviazgos de amigas y a mí me llama mucho la atención, porque sigue estando que pese a que hay mujeres que ganan mucho más que los hombres, está esta cuestión de que el hombre es el que tiene que ser el proveedor de las familias cuando ya no es así. Pero existe, está”.

 

Las violencias nuestras de cada día

Desde esa violencia ‘dulce’ de la que habla Bourdieu cuando desarrolla su concepto de violencia simbólica, por la complicidad de la víctima que conlleva, hasta la más brutal de las violencias que vivimos hoy con una intensidad que parece inédita y que ha llevado a los legisladores a tipificar crímenes de femicidios, vivimos en ámbitos violentos con relación al género. Si uno repasa los testimonios de los 6 entrevistados de más edad, puede ver que la violencia era parte del cotidiano, pero no hay en esos recuerdos expresiones que den cuenta de que haya sido tan virulenta con relación al género. La violencia en el pasado aparece más ligada al ejercicio autoritario del poder en la asimetría padres (sobre todo padre)/ hijos. Pero es posible que también respecto de este tema el silencio haya primado y de hecho no fue preguntado expresamente en esas entrevistas. Por lo tanto, la violencia de género parece un fenómeno más típico de nuestra época que de hace cien años a partir de los discursos, aunque de ninguna manera yo me atrevería a confirmar este supuesto porque, entre otras evidencias, sé de primera mano de relatos familiares y de amigos que de hecho existía, aunque se ocultaba.

Veamos qué vislumbran nuestras jóvenes consultadas, con la siguiente aclaración: Todas las que participaron y tienen menos de 30 años militan en movimientos feministas. Las dos de más de 30 años hicieron escasa o nula referencia a esta problemática.

Aldana (26) analiza esa distancia entre el discurso que hoy es ‘aceptable’ y la realidad, haciendo hincapié justamente en el silencio:

“Hoy por hoy, siento que a veces se confunden las violencias porque el hilo es muy fino. La violencia patriarcal sólo se la considera como tal cuando te controlan o celan, o te fajan o fajas, pero no se considera violencia patriarcal ser violada por un alguien conocido o renombrado en la cultura riojana, o cuando encierran a una mujer dentro de un kiosco. Hay escrache, pero no hay ni condena social, ni preguntas hacia adentro, sólo mucho silencio, a veces apatía y el famoso ‘no te metas’. Cuando leía a Marcela, pensaba: avanzar sin problemas, vivir sin abuso, sin violencia de ningún tipo, ¿de verdad le fue posible? Me pregunto esto porque incluso para mi madre, hasta el día de hoy, le es difícil poner en palabras las situaciones que ha vivido, porque es mucha vida pensando que nada pasó… Y al mismo tiempo digo: pucha, pero es doloroso de verdad abrirle lugar a eso que pasó hace tanto tiempo para una mujer grande ya, con hijxs, profesional, etc. (…)  Por ejemplo, un tipo de más de cincuenta sabe que el Ni una menos , en La Rioja, es para ‘mostrar’ cierto posicionamiento con respecto a la cuestión de género (autopercibido en el caso de las personas trans); pero si esa misma marcha o movilización pusiera en evidencia a algún funcionario o hijo del poder, es muy probable que esos mismos varones ya no piensen lo mismo. Nos pasó en una marcha del 2018 que un tipo de unos 60 años, más o menos, al principio se acerque junto a su compañera a ver los puestos q diferentes organizaciones feministas había preparado en la plaza 25 de Mayo, frente a la catedral. Todo bien hasta ahí, pero cuando vio el cartel de aborto legal pegado en la vereda de enfrente, se cruzó, lo arrancó y lo pisoteó, mientras su compañera nos miraba diciendo no con la cabeza. El tipo se fue puteando diciéndonos ‘Asesinas’. Entonces, me parece que en la Rioja la cuestión de género sólo cala cuando está la premisa de no fajar a tu pareja porque es de ‘poco hombre’, pero acosar en la calle no está taaan mal o decirle piropos a tus profesoras de yoga jóvenes (me pasó en el salón!!) a modo de recordatorio. Incluso, violar, someter física o emocionalmente a una mujer, con modos súper cautos y casi invisibles, incomodar e invadir el espacio de otra tampoco cuenta como violencia porque en realidad ‘no la estoy tocando, no estoy haciendo nada’”.

Andrea (36) vuelve a apuntar que probablemente Turca sostenga una visión idealizada de su propia juventud y es interesante que lo observe, como si lo considerara difícil de creer:
“Me desconcierta un poco. Si es que realmente fue todo tan color de rosa. Si lo fue, qué bueno por ella. Creo que hay mucho de ojos que no ven corazón que no siente. Pero lo que me parece transparente es eso de la tolerancia de la que habla, la que se practicaba en su casa. Me parece que le marcó un sendero súper importante y sólido. Que le enseñó a construir la manera de hacer su vida. (Me quedé con ganas de saber por qué se había divorciado jaja) Creo que sus padres sabían cuáles eran las medidas justas de los límites y fundamentalmente se sintió amada. E indudablemente supo cómo amar, por lo que cuenta de su hijo”. En cambio, respecto del testimonio de Hugo, juzga con dureza que “el tipo me pareció un pecho frío. Que corre para donde disparan. Al principio confunde el respeto con el temor, luego lo dice claramente su padre era un tirano. Lamentablemente conozco personas que piensan como él... que a este país le vendría bien otra dictadura. (…) Está claro que son de una época donde había que respetar si o si a las personas por su edad y no por el valor real que tenían”.

Florencia (25) enfatiza indirectamente en el silencio intergeneracional de hace un siglo sobre la problemática relacionada a la sexualidad, en una comparación implícita con un discurso un poco más libre en la actualidad: “En cuanto al tema de la juventud, el tabú, la comunicación y la disciplina, o sea el tema de los jóvenes y la familia, el tema de los padres, especialmente, hay algo que me hizo ruido y me dejó pensando … es como que no puedo emitir una opinión certera al respecto, pero me parece importante traerlo a colación porque una mujer decía que ella sentía que antes la juventud era más feliz y al mismo tiempo ella en su relato decía que había muchos tabúes, que había como una distancia de los padres, no había comunicación, mantenían muchos secretos, eso es lo que ella remarca, que tenían una habilidad para guardar estos secretos de los novios y eso porque todo esto, que expresaba la sexualidad, especialmente en las mujeres era considerado pecado y que por ahí en los varones no era tanto…”

Y Paulina (25) se aboca a pensar las violencias que en el presente supone hacer recaer básicamente en la mujer las consecuencias de vivir la sexualidad de manera más libre: “…está esto que sigue vigente de la cuestión de que a mis hermanas mujeres las tenían cortitas o cuando decían que tenía que venir a pedir permiso el tipo para cortejarlas o lo que sea, y sigue vigente acá porque como la mujer es la que puede quedar embarazada, es como que nos siguen rompiendo las pelotas de otra manera, en el sentido de que la anticoncepción… o sea de todos los métodos anticonceptivos que existen hay uno solo que queda en manos de los hombres, que es el preservativo, y que sabemos que cuesta un montón que se lo coloquen. Dicho sea de paso, te recomiendo Niña Mamá que está en vimeo y lo habían pasado en Encuentro, y se ve esta cuestión de que sobre todo en los sectores más pobres, digamos, es donde por ahí se vive no sé si más violencia que en los sectores más altos pero es donde las mujeres quizás cuentan con menos recursos como para defenderse y entonces como que ven la única alternativa en ligarse las trompas y entonces viene la violencia obstétrica o violencia institucional cuando no se los quieren hacer y son pibas que por ahí tienen 22 años y ya tienen 4 hijos y está esta cuestión de que no hay chance de que el tipo se ponga el preservativo porque no quiere y te dicen ‘no, porque con él no se puede hablar’, es refuerte todo eso y como la mayoría de los anticonceptivos la mayoría son de mujeres, es como que sigue siendo la responsabilidad de la mujer. Entonces quizás ahora el tipo no te tiene que venir a pedir permiso para que vos puedas salir de la casa pero sí desde los 12 años ya la familia te empieza a llenar de hormonas para que no te quedes embarazada, en vez de meterle al pibito la responsabilidad de que se ponga un preservativo o de que se haga una vasectomía reversible y cuando quiera tener hijos se la…. Porque está todavía, como que recae estas restricciones y las posibilidades de vivir la sexualidad y qué se yo, están todavía que las mujeres gestamos y eso está todavía. Quizás de otra manera pero sigue estando”.

 

PINTA TU ALDEA…

Dicen que si uno pinta su aldea, pinta el mundo. Es posible. Cuando estamos terminando este ensayo circunscripto a la capital de una provincia argentina que es periférica (tan periférica como el propio país en el contexto internacional), que es  pobre, no representativa en materia electoral y tal vez sostenida con un pie en el pasado, me cruzo con una noticia curiosa de China. Sí, de China, una de las potencias económicas actuales. Y resulta que allí, como una consecuencia no querida de su política de hijos únicos, su gobierno está preocupado porque las nuevas generaciones de hombres no cumplen con el ‘mandato/deber de virilidad’ que viene a resultar tan funcional a los estados. Observa que muchos hombres jóvenes de ese país son "débiles, tímidos y autodestructivos" porque se han vuelto “demasiado femeninos”. Y, por lo tanto, este proceso "inevitablemente pondría en peligro la supervivencia y el desarrollo de la nación china"[xv]. Y hay dos cuestiones que surgen con claridad palmaria en esta noticia de la BBC: que las sexualidades siguen fuertemente normadas y que esas caracterizaciones responden a necesidades diversas del propio sistema político-económico de dominación.

Vigente en China, país donde la dominación masculina es prácticamente absoluta, vigente en esta perdida provincia del Noroeste argentino, en plena y subdesarrollada América del Sur. ¿Hasta dónde sostenemos convencidos - hasta dar la vida y el honor por ello - estos mandatos, estas creencias, estos regímenes de dominación construidos en base a una diferencia orgánica de los sistemas reproductivos? Cuando aún hoy alguien, cualquiera, insulta a un niño diciéndole ‘marica’ o ‘mujercita’ o ‘puto’ ¿advierte la profundidad de su aporte a la preservación de dogmas con pies de barro?

Es cierto, en cien años algunas cosas han cambiado, como vimos. Pero otras no. Y esas que aún se juegan en la construcción de nuestras subjetividades e identidades lo hacen sotto voce, porque no está muy bien visto; desde vaya a saber cuánta profundidad de una cultura apisonada en el tiempo como la tierra de la casa de los Buendía. ¿Celeste o rosado; pelota o muñequita?

 



[i] García Márquez, Gabriel (1981) Cien años de Soledad; Sudamericana; Buenos Aires.

[ii] Arendt, Hanna (1993) La condición humana; Paidós; Buenos Aires.

[iii] Von Sprecher, R. y  otros (2010) Introducción a las teorías sociológicas. Los clásicos. Edit. Brujas. Córdoba.(235/296)

[iv] Bourdieu, Pierre (1991) El sentido práctico. Taurus. Madrid.

[v] García Canclini, Néstor: Introducción a La Sociología de la Cultura de Pierre Bourdieu en Pierre Bourdieu (1990) ‘Sociología y cultura’; Grijalbo; Méjico.

[vi] Bourdieu, Pierre (2000) La dominación masculina. Anagrama. PDF.

[vii] Bourdieu, Pierre. Documental La sociología, un deporte de combate. En https://www.youtube.com/watch?v=xkkDSSRYpWw. Recuperado el 21/1/2020

[viii] Bourdieu, Pierre (1988) La distinción. Criterios y bases sociales del gusto; Edit. Taurus; España.

[ix] Entrevista a Pierre Bourdieu en https://www.youtube.com/watch?v=QjSwCn5ywps. Recuperado el 22/1/2020.

[x] Segato, Rita (2017) ‘Por qué la masculinidad se transforma en violencia’. La Voz del Interior. 4 de mayo. https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/por-que-la-masculinidad-se-transforma-en-violencia. Recuperado el 24/1/2020.

[xi] Oleaga, María Cristina. Deconstrucción y machismo. 01/07/2019. https://www.telam.com.ar/notas/201907/371781-deconstruccion-y-machismo.html. Recuperado el 24/1/2020.

[xii] Fontenla, María (2008) ‘¿Qué es el patriarcado?’. En el "Diccionario de estudios de Género y Feminismos". Editorial Biblos 2008. También en http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1396. Recuperado el 24-1-2020

[xiii] Segato, Rita (2018) Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo. Ecuador https://www.youtube.com/watch?v=CqdFtS208T8. Recuperado el 24/1/2020.

[xiv] Foucault, Michel (1993) Microfísica del poder, Ediciones La Piqueta, Madrid.

[xv] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-55942570

 

 

 

 

Bibliografía complementaria:

 

Butler, Judith (1990) El género en disputa. El feminismo y Ia subversión de Ia identidad. En file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Judith%20Butler%20El%20g%C3%A9nero%20en%20disputa%20El%20feminismo%20y%20la%20subversi%C3%B3n%20de%20la%20identidad.pdf. Descargado el 12/12/2019.