domingo, 5 de abril de 2009

Apunte Nº 1: Signo y Significación

Apunte de cátedra N° 1:

Signo y Significación

Lic. María Rosa Di Santo

Marzo 2001

Elaborado por la cátedra para su utilización en los espacios curriculares de : Introducción a la Comunicación, Teorías de la Comunicación y Teoría y Práctica de la Comunicación. El presente apunte está basado en los aportes bibliográficos de Díaz Bordenave y Stuart Hall que figuran de manera detallada en el programa e intenta acercar a los estudiantes una versión más sintética y simplificada de los contenidos, atento a las características de los planes de estudios y las materias. El docente pone a disposición de quienes lo requieran la versión original de los textos base.


Revisado abril 2009

La comunicación es una dimensión de nuestras vidas a nivel individual, grupal y social. No existe por sí misma sino inserta en la vida social. Es a través de la comunicación cómo, desde pequeños, nos socializamos y nos insertamos en una determinada familia, comunidad y cultura. Por eso, aunque actualmente cuando hablamos de comunicación pensamos normalmente en los ‘medios’ (radio, televisión, cine, etc.), tendríamos que tener en claro que la comunicación no se agota en ellos.

Desde sus orígenes, la comunicación se desarrolla como una necesidad básica del hombre para convivir con sus semejantes, para intercambiar significados más allá de las limitaciones que implica, por ejemplo, tener que indicar, mostrar o marcar un objeto para saber qué queremos decir. Es decir, desarrollar una posibilidad de relación en abstracto, que supere las limitaciones de lo concreto. Es parecido a lo que nos ocurre con los niños pequeños: primero le mostramos un perro para que lo conozca, mientras le decimos la palabra ‘perro’. Luego, con sólo nombrarlo, el niño comprenderá de qué se trata. Pero desde esa asociación signo-objeto, se fueron formando luego otras herramientas que permitieron vencer al tiempo y la distancia. Signo, lenguaje, código, significación y medios son conceptos íntimamente relacionados con este proceso específicamente humano, como veremos.

Aunque se desconoce con precisión cómo nació el habla, hay quienes suponen que su origen está en las onomatopeyas (imitaciones de los sonidos del ambiente); en las interjecciones (expresiones de dolor, sorpresa, etc.) o incluso en sonidos generados no sólo en su aparato fonador sino a través de sus manos y pies o mediante el uso de objetos, tales como piedras o troncos.

“Cualquiera que fuera el caso, lo que la historia muestra es que los hombres encontraron la forma de asociar un determinado sonido o gesto a un cierto objeto o acción. Así nació el signo, esto es, cualquier cosa que hace referencia a otra cosa o idea, y así nació la significación, que consiste en el uso social de los signos. La atribución de significados a determinados signos es precisamente la base de la comunicación en general y del lenguaje en particular” (Díaz Bordenave, p.22).

Pero fue a través de la gramática, en tanto reglas combinatorias entre signos, que el significado ya no depende sólo de signos dispersos sino también de una determinada estructura de presentación que facilita la comunicación.

El lenguaje, entonces, es el resultado de desarrollar un repertorio de signos y un conjunto de reglas combinatorias. En este sentido, la idea de lenguaje y de código son similares. Diremos que siempre que tengamos un repertorio de signos y reglas combinatorias, estamos frente a un código. El código facilitará la comunicación sí y sólo sí es compartido por el emisor, quien habla, y el receptor, quien escucha o lee.

Códigos verbales y no verbales

Hay un código verbal que es lo que típicamente llamamos lenguaje. Así, cada idioma es un código y, aún más, los modos idiomáticos que se hablan en determinadas regiones constituyen un código (o subcódigo, para ser más precisos). Por ejemplo, el español es un código verbal. Tiene un repertorio de signos (cuya versión más acabada se encuentra en los mejores diccionarios de esta lengua) y tiene una gramática, unas reglas combinatorias que aprendemos sistemáticamente en todo el ciclo escolar. Sin embargo, el español que se habla en la propia España no es similar al español de la Argentina. Y aún más, hacia el interior de ambos países el código que se utiliza no es igual en todas las regiones. Hay modismos, regionalismos, incorporación de vocablos de otras lenguas, etc. que conforman una versión particular del código ‘español’ en general. Desde el enfoque comunicacional, conocer el código que utilizan nuestros destinatarios y adecuar su uso es absolutamente clave.

Y hay infinidad de códigos no verbales, no tan estructurados como el verbal en la mayoría de los casos, pero ampliamente usados y muy efectivos. Entre los altamente estructurados se encuentra el código morse, por ejemplo, o los códigos utilizados en matemáticas (como el decimal y binario) y la música. Pero la gran mayoría, que utilizamos a diario, poseen mayor elasticidad: las imágenes y dentro de ellas a su vez el uso convencional de los colores, el diseño; las formas paralingüísticas que acompañan el código verbal (en la oralidad las entonaciones, las modulaciones de la voz en función de la expresión, etc. y en la escritura el tamaño y formato de las letras, la ubicación en el espacio, etc.); los gestos y ademanes; las miradas; los movimientos del cuerpo (sinestesia); la vestimenta; el maquillaje y el peinado; las distancias que mantenemos en relación a los otros (proxemia); las formas arquitectónicas, etc. etc.

Lenguajes, tiempos y distancias

Aunque el lenguaje oral fue un logro importantísimo para el hombre y los procesos de comunicación en que participaba, presentaba dos limitaciones: es efímero (se agota a medida que se dice), lo que Díaz Bordenave llama falta de ‘permanencia’; y es limitado al radio de escucha de quienes están cerca del emisor, ‘falta de alcance’ (1985; p.23).

Para ganar en distancia y permanencia (espacio y tiempo), el hombre intentó fijar los signos de diversa manera (por ejemplo a través del dibujo, señales de humo, los tambores, etc.) y sólo lo logró de manera eficaz mediante el lenguaje escrito. No porque sí la escritura marca el inicio de la historia en relación a lo que se denomina pre-historia. Es justamente porque permite acceder a testimonios escritos. Los mensajes escritos pueden ser transportados a cualquier distancia y permanecer a través del tiempo.

Por supuesto, el lenguaje escrito no era en sus inicios como lo conocemos, aunque desde entonces mantuvo la idea de la secuencia (primero una cosa, después otra y así...). Se expresó primero a través de pictogramas, “signos que guardan correspondencia directa entre la imagen gráfica – dibujo – y el objeto representado” (op. Cit. P. 24), entre los cuales los más familiares son los jeroglíficos egipcios. Cuando luego los signos no representaron objetos sino también ideas, la escritura se convirtió en ideográfica. Son ideogramas signos tales como un pájaro con cabeza humana para representar la idea de paz entre los mismos egipcios. Cuando se logró que los signos representaran sonidos, la escritura fonográfica dio mayor libertad a la comunicación humana. Cada signo representaba un sonido y su combinación permite comunicar ideas. Por supuesto, cada fonema es una letra, cada combinación posible una palabra o grupo de palabras, las letras conformaron un alfabeto y las palabras un vocabulario.

Tenemos el código verbal escrito y podemos ‘fijar’ nuestros mensajes en el tiempo. ¿Qué hacemos con las distancias? Fue entonces que el hombre buscó los medios. El hombre escribió sobre la piedra, la arcilla, los pergaminos y las tablas de cera hasta que se inventó el papel y mucho después los tipos de imprenta móviles. Pero como transportar un mensaje – supongamos una ley o disposición – por tales medios era costoso (en varios sentidos) y tenía un alcance muy limitado (llegaba a escasas personas), los medios de comunicación se fueron perfeccionando. A partir de Gutenberg se pudieron imprimir varias copias de un mismo libro (queda claro que los libros existían desde mucho antes); la prensa periódica primero y diaria después; el cine; la radio; la televisión y finalmente las redes informáticas.

Como se observa, el logro del hombre a lo largo de su evolución, y en particular en los últimos años, ha sido impresionante. Hoy, de hecho, no hay tiempo ni distancia que no puedan ser vencidos por las nuevas tecnologías de la comunicación y la información o los medios masivos de comunicación. Un mismo mensaje llega por televisión, a través de satélites, a todos los hogares del mundo simultáneamente y en el tiempo exacto en que está ocurriendo (por ejemplo, un partido de fútbol). Un operador bursátil se sienta ante la pantalla de su computadora, recibe información al instante de todas las bolsas del mundo, decide, se comunica y hace su inversión desde donde esté, La Rioja o Nueva York o Sydney o Ciudad del Cabo.

La comunicación, un proceso complejo

La comunicación es no lineal. ¿Dónde empieza? ¿Dónde termina? ¿Sólo nos comunicamos cuando tenemos la intención de hacerlo? No. Una persona está parada en una esquina. Espera que cambie el semáforo. Para muchos que pasan, esa persona será sólo parte del paisaje urbano. No la percibirán. Pero siempre es potencialmente posible que alguien la perciba como diferente: porque es parecida a alguien que conoció en el pasado y le dejó un buen/mal recuerdo; porque su forma de vestir le resulta graciosa/deprimente; porque su actitud es poco convencional, según su criterio; porque el que la percibe es un taxista que anda buscando clientes y le pareció que había hecho un movimiento con su mano, o no, y sólo la mira por las dudas; porque le gustó y quiere iniciar un romance con ella, etc. etc. etc.

La comunicación es un proceso que ocurre al mismo tiempo en varios niveles – consciente, subconsciente, inconsciente – como parte orgánica del dinámico proceso de la vida misma, dice Díaz Bordenave.

Claramente, para comunicarnos – mientras actuamos como receptores - primero es necesario percibir a través de los sentidos; determinar los códigos usados luego; reconocer los signos y encontrar la idea u objeto que corresponde a cada signo más adelante; interpretarlos, incorporarlos y, si cabe, adoptar una actitud al respecto. Es decir, una vez que percibimos, decodificamos.

Aunque en otros textos abordaremos la Codificación/Decodificación, lo que aquí importa es recordar esta idea: “prácticamente, es imposible no comunicar”. Es más, “hasta el mismo silencio comunica”. Si “todo en la vida puede ser decodificado como signo – el peinado, la manera de andar y de sentarse, el barrio en que se reside, la iglesia que se frecuenta – entonces la propia cultura de una sociedad puede ser considerada como un vasto sistema de códigos de comunicación” (op. Cit. P. 43/45).

Signos, símbolos e indicios

Cada vez que nos preguntamos ¿qué significa esto? estamos planteándonos una pregunta sobre el sentido de algo, sobre la significación. A fin de clarificar algunos términos, vamos a decir lo siguiente:

Signo es todo aquello que de alguna manera remite a otra cosa (objeto, acción, idea, etc.), que representa algo.

Símbolo es “un tipo especial de signos” que tienen en una cultura una “significación moral”. Así, la bandera es símbolo de patria; la cruz es símbolo de fe religiosa, de sacrificio, de salvación, de cristianismo; la paloma con una rama de olivo en el pico es símbolo de paz; las alianzas son símbolo de matrimonio; una mujer ciega con una balanza es símbolo de justicia; la cruz gamada símbolo de nazismo; la hoz y el martillo de comunismo, etc.

Señal o indicio es otro grupo de signos que permiten conocer, reconocer, adivinar o prever alguna cosa. Hay señales o indicios artificiales (como los juegos de luces de los autos, aquello que distingue el baño de hombres del de mujeres, etc.) y naturales (nubes, una huella humana, humo). De cualquier manera, la idea de señal o indicio va cayendo en desuso y la tendencia es referirse a ellos en general como signos.

Mediante la significación las personas podemos abstraer un concepto, generar conceptos complejos que hablan de varios tipos de objetos a la vez, expresar ideas abstractas (bondad, vergüenza, fe). El concepto es “la imagen formada en la mente del hombre después de percibir muchas cosas semejantes entre sí en ciertos aspectos”. Es decir que el signo representa un concepto, y no sólo objetos.

Entonces tenemos una tríada formada por los elementos del signo, aquellos cuyas relaciones le permiten significar o representar ideas:

- Objeto representado/ objeto referente o referente: es a lo que el signo hace referencia.

- El significado del signo: concepto o imagen formada en la mente acerca del referente.

- El significante del signo: la presentación física y/o acústica del signo, que surge de combinar de determinada manera los fonemas y escribir o pronunciar el signo, el dibujo o fotografía del referente o cualquier otra forma en que el signo puede ser percibido.

Los significados no están ni en los signos ni en los referentes, sino en la mente de las personas (op. Cit. 54/5). Los objetos pueden no significar nada para algunas personas. Un mismo signo puede ser interpretado de muy diversa manera por diferentes personas. Sólo cuando cumplen la función de referente respecto de un signo, es decir, cuando la gente se ha hecho una imagen de ellos, hay significación. Por lo tanto, la significación es construida por la mente humana.

Como vimos cuando hablamos de los pictogramas, ideogramas y fonemas, la evolución del lenguaje en la humanidad fue también la evolución del tipo de signos que el hombre utiliza para comunicarse.

Los primeros signos que el hombre utilizó fueron los dibujos, pinturas, onomatopeyas, que todavía persisten en nuestras culturas como imágenes de diverso tipo: fotografías, pinturas, esculturas, la imagen televisiva y cinematográfica, etc. Todos estos signos cuyos significantes “se parecen a los objetos referentes” son llamados analógicos. Entre los analógicos están, entonces, los signos icónicos (de ‘ikone’: imagen, en griego), que son aquellos que reproducen más fielmente las características del objeto referente.

Pero el hombre fue perfeccionando su capacidad de significación y adoptó signos digitales que no guardan ninguna semejanza con sus referentes. Digital hace referencia a dígitos (los números de 0 a 9), pero los signos digitales no son sólo los números, sino también letras u otro tipo de significantes. Son digitales los códigos binarios (de dos elementos) como el Código Morse, que combina de varias maneras puntos y rayas; las señales de luz, que combina el encendido/apagado; el código utilizado por las computadoras y redes informáticas (todo lo convierten en ceros y unos).

Las personas usamos ambos tipos de códigos. En general se dice que los signos analógicos comunican mejor las emociones. Piénsese en cómo inciden los gestos, las miradas en lo que decimos verbalmente o incluso en nuestros silencios. De la misma manera, medios como la televisión, el cine o la fotografía tienen esta misma capacidad. En cambio, los códigos digitales (incluido el lenguaje oral y escrito) son más útiles para proporcionar información, analizar, explicar, argumentar y opinar, usos más ligados a la racionalidad (la prensa gráfica, los libros). Las páginas web de Internet o un diario actual de buena presentación, por ejemplo, combina el código digital con el analógico al utilizar el lenguaje, el diseño y las imágenes fotográficas o cinéticas (en la WWW), tal como aparecen en nuestra pantalla. Pero hacia dentro, lo que no vemos, es que para que esos signos analógicos puedan aparecer, antes fueron signos digitales (todo se reduce antes a ceros y unos en el código binario, hasta las pinturas).

Pero, tanto se trate de signos analógicos como digitales, verbales como no verbales, la relación de los signos con los conceptos y los significantes es convencional. El lenguaje es parte de la cultura y se rige por convenciones. No hay nada ‘natural’ en una determinada triangulación entre referente – idea – significante. Por más aproximada que resulte una foto a la situación real que retrató, la foto no es esa realidad. Por mejor que sea la calidad de un video informativo sobre un hecho real, el video no es ese hecho.