domingo, 12 de abril de 2009

Introducción a la Sociología

ISFDAC ‘ALBERTO M. CRULCICH’
Cátedra de Sociología del Arte
Ficha para la Unidad Nº 1 – 2008/9
Docente: Lic. Mag. María Rosa Di Santo



La sociología es la ciencia que estudia al hombre como ser social, a la sociedad, construida como objeto en torno al concepto de “realidad social”.

De esa ‘realidad social’, la sociología – como una de las ciencias sociales que existen, entre otras, junto a la antropología, la historia, etc. - analiza características, causas y efectos de las relaciones entre personas y grupos insertos en un ámbito macro, social. Así, se interesa por la realidad social en una determinada época y lugar; en estudios comparativos en relación al tiempo y el espacio; las relaciones sociales entre distintos actores o agentes sociales; las estructuras y la dinámica social; el cambio social; el conflicto social; las clases sociales, entre otros temas relativos al constructo (construcción teórica) ‘realidad social’. Un constructo que necesariamente debe cambiar como cambia la propia sociedad.

De ella se derivan sociologías especializadas, por ejemplo la Sociología de la Información y la Comunicación; del Mercado; del Trabajo; del Consumo y, por supuesto, Sociología del Arte, en este caso dentro de una sociología mayor que abarca toda la Cultura.

Breves apuntes sobre su origen como ciencia

La Sociología se desarrolla como ciencia en torno al proyecto moderno, entre el siglo XIX y principios del XX, de la mano de grandes referentes – los “autores clásicos” - como el considerado ‘fundador’ de la Sociología moderna, el francés Emile Durkheim; o el alemán Max Weber; el italiano Wilfredo Pareto; el también alemán aunque trabajó su obra básicamente en Inglaterra Karl Marx, y la sociología empírica norteamericana. Durkheim, Weber y Marx son los grandes impulsores de la sociología y de ellos hablamos, fundamentalmente, cuando hablamos de los clásicos.

A fines del siglo XIX, Durkheim fijó “Las reglas del método sociológico” en un libro homónimo que determinó, en gran medida hasta la actualidad para varias corrientes sociológicas, aquellos aspectos que definen a la sociología como ciencia, es decir: su objeto – consideró a los hechos sociales como ‘cosas’ ajenas al sujeto, que podían ser observadas, medidas, conocidas más allá de las apariencias - y su método: el cuantitativo.

Sin embargo, la Sociología no comenzó con estos teóricos.

Hubo Teoría Social desde antiguo, se podría decir que desde que el griego Aristóteles definió al hombre como “un animal social”.

Fue a partir de los aportes valiosos de los iluministas (siglo XVIII) John Locke y Jean Jacques Rousseau desde la política; Malthus desde la demografía y Adam Smith desde la economía, entre otros, que se pudo pensar en una ciencia social como un conocimiento posible, sistemático, capaz de teorizar sobre la realidad y contrastar permanentemente esa teoría con la realidad. Ninguna ciencia, además, es un proyecto capaz de concretarse sin la fe que los iluministas tenían en la razón, como el camino que hacía posible llegar a la verdad, describir y explicar la realidad social.

En pleno auge de la modernidad, Henry de Saint Simón había hablado de la necesidad de desarrollar una ‘Física Social’ que estudiara la realidad social con los métodos de la ciencia considerada por entonces paradigmática: la Física. Fue éste un primer intento por crear una ciencia experimental (que avance a través de la técnica científica del experimento); mediante la producción de un conocimiento comprobado y confiable. Si bien es muy complejo asimilar un objeto como la realidad social a los objetos de la física o el mundo natural para experimentar, Saint Simón sentó las bases del positivismo y del socialismo utópico, a la vez. Se llama ‘positivistas’ a los que pretenden establecer leyes generales – por eso ‘positivas’, como el derecho ‘positivo’ – sobre un determinado objeto de estudio. Por otra parte, el saintsimonismo alcanzó a advertir que la industrialización, la urbanización, la introducción de la máquina en la producción afectaba negativamente las condiciones sociales de la clase obrera, la precarizaba y ponía al propio sistema capitalista en crisis. Este aporte del socialismo utópico será una influencia muy importante luego en Marx.

La fundación de la sociología como ciencia data de 1830 y es una acción que se adjudica al positivista Augusto Comte.



Principales teorías sociológicas

Las teorías sociologías son diferentes modelos o paradigmas o enfoques teóricos que se distinguen en el conocimiento de la realidad social y que sirven de marcos para ese conocimiento. No hay una sola teoría sociológica, por eso hay quienes dicen que no hay una sociología sino teorías sociológicas.

Las teorías son posibles a partir del proyecto moderno de los iluministas/racionalistas del siglo XVIII que apostaban por el desarrollo y aplicación de la razón para llegar a la verdad; los principios de la ciencia y la capacidad de observación para analizar la sociedad; construir leyes generales que den cuenta de sus características y funcionamiento y que permitan prever el futuro, con el mismo objetivo de dominio y manipulación que es típico de toda la ciencia moderna desde su origen.

Para los racionalistas, la verdad no depende de la revelación (divina), de la tradición o de la autoridad, sino de la razón y la observación que nos permiten formular teorías generales y a través de ellas reflexionar u orientarnos frente a la realidad desde lo directamente observable por los sentidos hacia las reflexiones teóricas. La ciencia es así un camino de ida y vuelta permanente entre la teoría y la realidad, la realidad y la teoría. Sus leyes, las leyes científicas, no son sin embargo inmutables. Se las puede refutar si la realidad demuestra lo contrario.

Hay ciertamente varias teorías u enfoques teóricos fuertes en la Sociología moderna, pero haremos breve referencia sólo a tres de los tradicionales o clásicos, para luego concentrarnos en el estructural-constructivismo de Pierre Bourdieu, y completarlo con parte de Antonny Gidhens para integrar estos conocimientos con las unidades sobre cultura y arte, desde los enfoques sociológicos que ya los abordamos.


Karl Marx (1818/1883) funda una concepción del mundo, una teoría de la acción y un método para el estudio de la realidad social, las tres cosas a la vez. Desde un primer momento, reivindicó la unidad de la teoría con la práctica, la “praxis”, a través de la cual ya no se trata de pretender ‘interpretar’ el mundo sino de “transformarlo”. El cambio que propone, revolucionario, es: “transformar el sistema de explotación dominante por un nuevo sistema social, poniendo fin a la explotación del hombre por el hombre (…). …se trata de construir una sociedad donde el hombre pueda satisfacer sus verdaderas necesidades naturales, de realización y creatividad, oscurecidas y limitadas en su potencialidad por el sistema capitalista, en el que rige la norma del ‘tener’ sobre las posibilidades del ‘ser’” (von Sprecher. Introducción a las teorías sociológicas. Los clásicos. Pág. 36).

Su teoría de la acción o filosofía de la praxis rompe con todas las teorías sociales anteriores, puso su marco de análisis y su teoría al servicio de los oprimidos y tendió a elaborar categorías teóricas y conceptos para estudiar lo social. Vimos ya de él la categoría de clase social, por ejemplo, y hablamos de la preeminencia que Marx le daba a la estructura (la economía) entre los posibles condicionantes de la superestructura (la ideología, la cultura, etc.) en la unidad Nº1. En lugar de atribuirle a la sociedad un supuesto equilibrio natural o una supuesta necesidad de mantener el orden, la teoría marxista “concibe a la sociedad como un proceso dinámico, con fases de agudas tensiones, conflictos y contradicciones, que deben resolverse con acciones revolucionarias” (Ib.)


Emile Durkheim (1858/1917) sigue la corriente positivista e introduce el uso sistemático de la estadística – la metodología cuantitativa - como recurso para obtener datos de la realidad. Dice que considerar a los hechos sociales “como cosas” implica entender que aunque su naturaleza sea “dócil y maleable”, esas cosas “no” son modificables “a voluntad” y que para conocerlas deben ser observadas “con una cierta actitud mental”: la observación que nos lleva desde las características más evidentes a las más profundas y menos visibles. Considerar la conducta humana en una línea de tiempo permite reducir las relaciones al vínculo entre causa a efecto, y esta operación racional “puede transformar(se), seguidamente, en una serie de reglas para el porvenir”. (E.D. ‘Las reglas…’ pàg. 11/17.)

Entre otros aportes fuertes de Durkheim vale rescatar aquel a través del cual distingue las sociedades orgánicas (más complejas) de las mecánicas (más simples). Afirma el autor que las sociedades mecánicas, de organización simple, se caracterizan porque las creencias y los valores unifican y hacen que cobre mayor importancia el sistema social en sí mismo que cada uno de los individuos, particularmente considerados. En cambio, en las sociedades orgánicas (en general aquellas en que vivimos en la actualidad y desde los crecientes procesos de urbanización y concentración demográfica en pocos puntos geográficos, a partir de las revoluciones industriales) los individuos tenemos un margen mayor de autonomía e individualidad en la elaboración de las creencias y visiones del mundo. Esto, que puede ser considerado un condicionamiento positivo desde el punto de vista individual, para Durkheim socialmente presenta una cierta tendencia hacia la disolución de los lazos morales y, por lo tanto, hacia sociedades ‘anómicas’ – sin normas colectivas que rijan la vida social – y hacia la desorganización social.
Dice Salvador Giner que “la idea central de Durkheim pasó por su preocupación acerca de la situación moral de las sociedades, sus conflictos y las fisuras que presenta su cohesión social”, por eso, por ejemplo, estudió también el suicidio excluyendo todas las causas relativas a la psicología individual del suicida. Dijo entonces que el hombre, en la vida social, se autoelimina en las situaciones básicas siguientes: por la pérdida de cohesión social o desintegración, cuando se debilitan los vínculos religiosos, familiares y políticos, con la secuela del egoísmo (suicidio egoísta); en segundo lugar, por ausencia o conflicto de normas que den orientación moral (suicidio anómico) y, por último y en sentido contrario a los precedentes, en las sociedades más primitivas o mecánicas se daba el llamado “suicidio altruista”, cuando algunos individuos se sacrifican para preservar la comunidad.

Max Weber (1864/1920) advierte, por su parte, que la creciente racionalización/burocratización de la vida social, que por ejemplo trae aparejada la división del trabajo a partir de la máquina y la especialización de la tarea, acota, limita, las posibilidades de la vida humana.

Weber distingue las ciencias de la naturaleza de las ciencias del espíritu y ubica a la sociología como una de estas últimas, que se caracterizan por tener objetos de conocimiento “inestables”.

Por eso, más que estudiar las estructuras que condicionan la vida social, Weber se interesa por observar cómo los sujetos, las personas, se perciben a sí mismos y perciben lo social. Se pregunta, por ejemplo, por qué los hombres actúan como actúan o qué es lo que orienta la conducta de los hombres; cómo se construye lo social; cómo se explican órdenes y cambios sociales y también se pregunta por las estructuras de la desigualdad social.

Se llama “sociología comprensiva y de la acción social” a la propuesta teórica de Weber: “…una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para, de esa manera, explicarla causalmente en sus desarrollos y efectos” (MW; de Economía y Sociedad, pág. 5).

Desarrolla entonces la Teoría de la Acción Social para responder la siguiente pregunta clave: ¿qué es lo que gobierna la conducta de los hombres? ¿Los valores, la razón, la conveniencia, etc.? Y se responde que no son precisamente las ideas las que gobiernan nuestras conductas, sino los intereses materiales y los ideales, con lo cual lo que realmente importa estudiar son los sentidos que subjetivamente cada una de las personas construye respecto de su experiencia. Ahora bien, estudia los sentidos para entender lo macrosocial. Por acción entiende “una conducta humana (…) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La acción social, por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo” (Ib).

Weber tiene un enfoque histórico, como Marx, pero a diferencia de él niega la existencia de leyes generales de desenvolvimiento histórico. Cree que las cosas ocurren por relaciones multicausales. Dice que para explicar la historia hay que tener en cuenta tanto los factores económicos como los culturales, que pesarán más o menos según el momento histórico que se considere. Y enfatiza el camino de la ‘lucha’ en la vida social, razón por la cual hay autores que lo incluyen en el Modelo del Conflicto, que luego veremos.

Bourdieu y Giddens

Entre las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI encontramos a dos grandes sociólogos, del nivel de los autores clásicos, que reformulan e integran de manera singular los aportes de los clásicos con sus propios aportes: Pierre Bourdieu y Anthony Giddens; francés el primero, inglés el segundo. Bourdieu murió en 2002, mientras Giddens sigue vivo.

Dice Bourdieu que la sociología es el abordaje de las relaciones entre las posiciones de los agentes sociales desde una perspectiva diacrónica (temporal, histórica), que da cuenta de que no podemos entender dichas relaciones y dichas posiciones sino como mutables (cambiantes) y mutando (cambiando) en relación a unas trayectorias que se desarrollan y relacionan en el tiempo. Por eso, para el autor francés, la teoría social “se debe ir construyendo sobre el trabajo empírico” tal como él hace con su propia teoría, a través de sus propias investigaciones y las de su equipo. Un autor que lo critica dice que la teoría de Bourdieu es “un programa de investigación empírica en el que el aparato conceptual se va ajustando progresivamente mediante su extensión a nuevos contextos y pruebas” (cit. Por VS, pág. 16).

Bourdieu creía en el potencial liberador del conocimiento sociológico y de hecho en su vida y en sus últimos trabajos hizo gala de una militancia activa en contra del neoliberalismo y la globalización.

Por el contrario, Giddens, que prácticamente nunca va a campo, no investiga, sino que reflexiona, propone una teoría social general que comprende “al conjunto de las ciencias sociales” y, dentro de ellas, a la sociología como una ciencia empírica particular que tiene un objeto histórico plenamente definido: estudiar la modernidad y las sociedades industrializadas. En sus libros, considera “inevitable” a la globalización y también “a la necesidad de la humanización de la misma, vía la socialdemocracia” como programa y propuesta política (Ib. Pág. 89). Esa teoría social general que propone Giddens incluye “el abordaje teórico y seguramente abstracto del actor humano, de su conciencia y su acción, de las condiciones y consecuencias estructurales de esa acción, así como de las formas institucionales y símbolos culturales que de él proceden” (Ib. Pág. 90).



Modelos teóricos de la sociología


De una manera un tanto simplificada, podríamos decir que hay tres modelos teóricos fuertes en la sociología, que en buena medida conviven y según sean las escuelas y los autores, son más o menos fuertes:


1.- Modelo del Funcionalismo Estructural

La corriente del Funcionalismo estructural fue adoptada por los primeros sociólogos, se desarrolló con Emile Durkheim y se perfeccionó con los aportes de Robert Merton (sociología norteamericana) siempre sobre la vieja idea de Platón de que “la organización y estructura de una sociedad aporta la fuente de su estabilidad” . Con el término ‘estructura’ se hace referencia “a la manera en que son organizadas las actividades repetitivas de una sociedad” en torno a la familia, el mercado, el estado, la iglesia, etc. La ‘función’ es “la contribución que realiza una forma particular de una actividad repetitiva a fin de mantener la estabilidad o el equilibrio de una sociedad” (op.cit. p. 36).

Merton ofreció el siguiente resumen de los postulados del funcionalismo estructural respecto de la naturaleza de la sociedad:

“1.- Una sociedad puede ser concebida como un sistema de partes interrelacionadas; es una organización de actividades interconectadas, repetitivas y acordes a un esquema.

2.- Tal sociedad tiende naturalmente a alcanzar un estado de equilibrio dinámico; si se produce una falta de armonía, aparecerán fuerzas tendentes a restaurar la estabilidad.

3.- Todas las actividades repetitivas dentro de una sociedad realizan alguna contribución a un estado de equilibrio; en otras palabras, todas las formas persistentes de una acción, acorde a una pauta, desempeñan un papel en mantener la estabilidad del sistema.

4.- Cuando menos algunas de las acciones repetitivas y acordes a una pauta, dentro de una sociedad, son indispensables para su existencia continuada; es decir, existen requisitos previos y funcionales que llenan necesidades críticas del sistema, el que no perduraría sin aquellas” (p.37).

¿Cómo se aplican estos principios al nuevo fenómeno de la comunicación de masas, por ejemplo?

“Los medios y el proceso de la comunicación de masas son acciones repetitivas y acordes a una pauta, dentro del sistema social existente en la sociedad en la que operan”. Hay “dependencias estructurales” entre los medios y el sistema social. El funcionamiento de los medios “contribuye al equilibrio social” e incide tanto sobre el sistema como sobre los usuarios de medios. Si los medios provocan ‘conductas desviadas’ – siempre según esta corriente teórica – se convierten en ‘disfuncionales’ para el sistema (p. 37). Lo mismo podríamos pensar desde el punto de vista de la cultura y del arte y ver, por ejemplo, cuáles son las instituciones claves, qué tipo de dependencias estructurales hay entre esas instituciones y el sistema social y cómo actúan esos condicionamientos sobre el sujeto creador/el artista y el consumidor de arte.

El concepto de estructura será retomado y redefinido por Bourdieu y por Giddens. Bourdieu, por ejemplo, habla de estructura como “el conjunto de posiciones que ocupan los agentes sociales y a las relaciones entre esas posiciones”, que los hombres no eligen, y que lo condicionan de dos maneras: externas al sujeto y por eso estructuras objetivas, lo social hecho ‘cosa’ (estructuras sociales externas o campos), por una parte, e internas, internalizadas, subjetivas o ‘lo social hecho cuerpo’ (estructuras sociales internas o habitus), por la otra. Desde esas condiciones y disposiciones, el hombre construye, decide, a veces reflexivamente, a veces no, al calor de la acción y en cada una de sus prácticas sociales. Por eso Bourdieu se considera un estructural-constructivista.
Giddens, si bien también retoma el concepto de estructura, estudia lo social desde la agencia humana, es decir la capacidad de construcción del hombre, puesto que considera a los sujetos como “diestros, competentes, conscientes y reflexivos” (Ib. Pág 104), en el sentido de que son capaces de aprender de sus propios actos, de los contextos donde actúan, de sus reglas y de los demás agentes.

Giddens presenta su teoría social general como una “teoría de la estructuración o de la doble estructuración”. Intenta superar la dicotomía entre estructura social y acción social (que siempre es la acción transformadora), para lo cual replantea la relación entre ambas. Ninguna de las dos tiene prioridad o poder sobre la otra. Antes bien, ambas son producidas y reproducidas en las prácticas sociales concretas.


2.- Modelo evolucionista

A diferencia del anterior, que enfatiza la estabilidad y el equilibrio, el modelo evolucionista – también llamado ‘darwinismo social’ - surge de la constatación de que las sociedades urbanas posteriores a las revoluciones industriales cambian constantemente, aunque a diverso ritmo. Por lo tanto, el paradigma evolucionista pone el acento en el cambio. Surge también junto con la sociología como ciencia, de la mano de Herbert Spencer y básicamente establece una analogía entre la sociedad y un organismo vivo. Según esto, “una sociedad se organiza y se desarrolla como un organismo biológico” no porque lo sea, sino porque “se asemeja a tal organismo en su estructura y en los procesos de cambio”.

Sintéticamente, según esta perspectiva la sociedad cambia según ‘leyes naturales’, dentro de las cuales las más importantes son “la selección natural, la supervivencia de los más aptos y la transmisión hereditaria de las características adquiridas” (p.38/9).

Aplicado a la comunicación y el desarrollo de los medios de comunicación, fue utilizado para decir que “el desarrollo de la comunicación de masas ha sido un proceso evolucionista, tanto en los términos de su tecnología mecánica y científica como en las formas necesarias para que se hiciera un uso social eficaz de esa tecnología, alcanzando los objetivos que fueran considerados importantes por quienes estaban en posición de adoptar decisiones” (p.40). También se podría traspolar este análisis a la cultura y al arte y ver entonces si, por ejemplo, en el uso de los materiales no ha existido una tendencia evolucionista.


3.- Modelo del conflicto

Entre los sociólogos ha sido muy utilizado el paradigma que instituye al conflicto entre fuerzas antagónicas como el proceso social más importante. En la búsqueda de una resolución del conflicto se genera un cambio, algo nuevo. Este proceso continuo es llamado también dialéctico. En los análisis de Hobbes y los contractualistas de los siglos XVII y XVIII, el conflicto jugó un papel central. Pero fueron Hegel, Marx y Engels, en el siglo XIX, quienes desarrollaron las ideas del conflicto social y el proceso dialéctico en un marco analítico del cambio social que es utilizado durante todo el siglo XX por marxistas y no marxistas.

Sintéticamente el modelo del conflicto postula que:

“1.- Una sociedad puede concebirse como integrada por categorías y grupos de personas cuyos intereses difieren marcadamente entre sí.

2.- Todos estos componentes de la sociedad intentan imponer sus propios intereses, en competencia con otros, o conservar sus intereses resistiendo los esfuerzos competitivos de otros.

3.- Una sociedad así organizada experimenta constantemente el conflicto, cuando sus componentes procuran obtener nuevas ganancias o conservar sus intereses; en otras palabras, el conflicto es ubicuo.

4.- Tras el proceso dialéctico de intereses competidores y conflictivos surge un continuo proceso de cambio; las sociedades no están en equilibrio sino que son continuamente cambiantes” (op.cit. p. 42).

Este modelo es ampliamente utilizado en el campo de la comunicación social, por ejemplo, tanto respecto a su condición de mercado de medios en competencia, como en las interrelaciones que se generan entre los medios (considerados como un sector) y los otros grupos o sectores sociales (los consumidores, el estado, los anunciantes, etc.), e incluso en torno a las luchas ‘por el sentido’ de los mensajes que ocurren entre los medios como emisores y los receptores, y los receptores entre sí. Puede ser aplicado a la cultura en general y al arte.

Pierre Bourdieu, como veremos, presupone este modelo en su propia propuesta teórica. Los agentes ocupan posiciones diversas en el espacio social y en los campos, con sus propios intereses. El conflicto es, entonces, inexorable. Sin embargo, y aunque él apuesta por la acción transformadora, el análisis de su propuesta deja en el lector la idea de que más bien las estructuras sociales tienden a reproducirse que a cambiar.



Bibliografía de base para este apunte (además de las citadas):

Durkheim, Emile (2006) ‘Las reglas del método sociológico’. Edic. Libertador. Arg.

Marx, Karl (2004) ‘El dieciocho brumario de Napoleón Bonaparte’. Edic. Libertador.Arg.

Von Sprecher, R. y otros
(1996) ‘Introducciòn a las teorías sociológicas’. ECI. UNC. Cba.
(2003) ‘Introducción a las teorías sociológicas. Los clásicos’. Edit. Brujas. Córdoba
(2007) ‘Teorías sociológicas. Introducción a los contemporáneos’. Edit. Brujas. Cba.

Weber, Max:
(2004) ‘El político y el científico’. Edic. Prometeo Libros. Bs.As.
(2004) ‘Etica protestante’. Edic. Libertador. Bs.As.

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