miércoles, 8 de marzo de 2023

30 años en 30 minutos

Aquellos 30 minutos de escuchar en silencio la crónica sintética de mas de 30 años de vida en común frente a un desconocido provocaron un quiebre histórico.  30 años en 30 minutos bastaron. 

Porque efectivamente ese calvario de enfermedades, muertes y sufrimiento que sangró a través de su boca no había sido mío.

De todo como en botica. Así he vivido siempre, pero jamás transité un camino de dolor, tan enripiado, tan cuesta arriba sin un mínimo descanso.

El relato ni siquiera explicaba cómo diantres estábamos juntos en un viaje de placer por Ushuaia, probando centolla y merluza negra después de embarcarnos por el Beagle o intentando mitigar el frio de mayo con la mejor sopa de cebollas que tomé o con un curioso café con chocolate. La palabra placer se daba de patadas con ese discurso.

Repasé rápidamente las risas compartidas, las aventuras, las veces que bailé con alegria, los besos, la buena cama, las emociones con los hijos, los innumerables encuentros con amigues. 

Solo atiné a decir esa no fue mi vida. 

Y callé,  para pensar.

Y después todo lo demás: el regreso a una casa que ya tampoco era mía de la cual más temprano que tarde me fui huyendo, buscar un lugar donde no vomitara más, donde la presión no me hiciera estallar la nuca.

Me fui, pero tarde. Como dijo mi oncólogo, capaz debí haberlo hecho mucho antes.

Pero ya estaba.

La muerte me encontrará viviendo.


María Rosa Di Santo