sábado, 9 de septiembre de 2017

Tres razones de peso para leer ALEGATO DEL FEUDO

ALEGATO DEL FEUDO – 
El segundo libro del periodista catamarqueño Diego Varela, fue presentado en La Rioja el 8 de setiembre.

fragmento final de la presentación en Racimo Club de Vinos


Varela es cordobés, de familia paterna catamarqueña. Nació en 1972. Se crio en San Fernando hasta que se radicó en Córdoba para egresar como Licenciado en Ciencias de la Información (ECI).
Jefe de Redacción y columnista del diario El Ancasti de Catamarca, luego de haber sido por años redactor en la sección política. En El Ancasti publicó varios años una columna dominical, "Contracara", de análisis político local. Luego quedó a cargo del ‘Mirador Político’, tarea que continúa hasta la fecha.
Alegato del Feudo es en realidad el segundo libro de Varela, luego de la edición en 2015 de "La Restauración Presupuestívora” que se incluye, en versión corregida, en esta nueva obra.

Lo bueno de este libro es que me despertó muchas preguntas, primero.
Y que haya sido escrito y su lectura sea ágil y amable para con el lector, pese a la densidad de lo que dice.

Vamos a las preguntas:
¿Cuánta vigencia tienen las dicotomías tradicionales que vienen dividiendo el país en una ‘brecha’ histórica? Puerto/interior; federalismo/unitarismo; civilización/barbarie; feudalismo/modernidad; feudos/república; atraso/progreso; vasallos/ciudadanos y así.
¿Y cuánto de la supervivencia de estas brechas, tan caras al discurso público de unos y otros, tiene que ver con la ausencia de un demorado debate sobre un proyecto incluyente de país?
¿Cuáles son las condiciones estructurales que generan tal heterogeneidad de realidades en un mismo país; que convierten a legislaciones de avanzada en letra muerta y que vacían de sentido las palabras de mayor carga simbólica?
‘Alegato del feudo’ aborda concienzudamente este debate. Con un plus: lo hace desde uno de los ‘feudos’, Catamarca.
En este sentido, como colega me cabe destacar la enorme valentía – equivalente a su talento – de Varela para acometer la empresa de escribir este libro.
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El libro consta de dos partes bien diferenciadas:
Una primera, digamos macro, que nos ubica desde la historia, la economía y la política en el contexto de debate de aquellas dicotomías irresueltas en la Argentina.
Varela observa que “Las razones por las que los regímenes llamados ‘feudales’ subsisten no se evalúan; mucho menos las responsabilidades que los autoproclamados civilizadores pudieran tener al respecto. No se considera – o las urgencias de las refriegas políticas coyunturales hacen conveniente no considerar – que las culturas no se desarrollan en el vacío, sino desde condiciones materiales de existencia concretas, que las determinan”.
Históricamente hablando, en el siglo XIX, “la integración territorial del país se materializó bajo la forma del sometimiento a los intereses de las clases hegemónicas porteñas y bonaerenses”.
Citando a Aldo Ferrer, Varela advierte que “en la estructura de producción y el empleo” de los feudos la mayor incidencia corresponde a los servicios. Servicios que, en una proporción desmedida, son prestados por el Estado. Por tanto “la autoridad para suministrar empleo público y distribuir favores del Estado es herramienta central para la construcción de consensos políticos”.
Podríamos plantear este ecosistema feudal de esta forma, siempre a escala:
-Lo que importaba en la organización nacional era imponer el modelo del puerto. Las economías regionales pasaron a formar parte de un folklore entendido como herencia tradicional, casi para el turismo. Con la redemocratización del país la situación siguió la misma línea trazada por Krieger Vasena a fines de los 60 y por Martinez de Hoz en los 70.
-Los problemas nacionales estructurales, como la dependencia y la macrocefalia, se repiten a escala nacional/provincial y municipal.
-Para que no haya revueltas, sostenerse en el sillón de Rivadavia y que ese negocio sea más barato (en tiempo y dinero), sucesivos presidentes – desde Menem – parecen pensar que es mejor amigarse con los caudillos locales – que ya no son, hace mucho tiempo, ni la sombra de los caudillos del XIX -.
- Para que la población local más pobre subsista radicada en esos feudos y no se vaya a profundizar los problemas en las grandes metrópolis, es mejor que el caudillo la subsidie. En época de vacas gordas, y si el caudillo es más generoso, con el empleo público en blanco. Cuando las vacas adelgazan, con planes y subsidios. Pero con una estrategia o con otra, hasta montando el “negocio del hambre” (del que habla Varela), si alguien no pierde, es el caudillo.
- Esto salvo que sus socios y amigos – o aquellos adversarios políticos que le resultan funcionales - entiendan que ya es hora de tomar la posta y quedarse con la mejor parte de la torta. O que exista un caso que, por sus características, haga estallar en pedazos la infinita ¿paciencia o resignación o apatía? De parte de la población.
- Mientras tanto, para las capas medias y algunos pocos burgueses el caudillo, a través del Estado, puede ofrecerles unos puestos de pocas horas que le habilitan el ejercicio liberal de su profesión o negocios muy rentables, como la obra pública, los juicios al Estado, contratos, maniobras fiscales.
- Todos más o menos ‘en caja’, colonizados por una manera de hacer la política que parece la única posible. La mayor parte de los vasallos no se rebela, como quisieran los ‘buenos’ y ‘civilizados’ republicanos. O cuando se rebela, como pasó en La Rioja respecto de la Unlar o la megaminería; en Catamarca con María Soledad Morales, estalla.
- El caudillo local sabe de la dependencia nacional, tanto si es oficialista como opositor. Por lo tanto, tiene que estar dispuesto a votar aunque sea “tapándose la nariz” para que el gobierno central le siga mandando dinero, obras – cuyos precios y condiciones acuerdan – y lo controle lo menos posible. Lo mismo pasa entre los gobiernos provinciales y los municipales. No hay proyecto viable sin el acompañamiento tácito o explícito del gobierno nacional.

En este ecosistema claramente la calidad institucional y republicana deja mucho que desear.
Pero ¿quién le pone el cascabel al gato si de las relaciones con los que administran el dinero público depende la subsistencia y alguna posibilidad de prosperar?
Ni a las burguesías locales ni a los bien intencionados gobiernos nacionales que han intervenido provincias, como Catamarca, les interesa cambiar este estatus quo ya ‘naturalizado’, como si los que nacen aquí vinieran con genes inferiores en materia cívica. En los 90 recuerdo haber escuchado a algunos hablar de las provincias ‘inviables’. Félix Luna se refirió al asunto aquí en La Rioja. El sometimiento nacional y la corrupción local, que fue cómplice, las hace inviables. Y no hay un solo atisbo de debate serio de un modelo nacional más inclusivo. Lo que hay es, como dice Varela, “hipocresía y moralina”.
Feudos hay, pero no sobran en Argentina quienes puedan arrogarse el derecho a juzgar desde una superioridad moral autoatribuida” dice Varela, haciendo referencia a la corresponsabilidad Nación/provincias feudales. Primera razón para leerlo.
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En la segunda parte analiza al detalle y con buena calidad de datos lo ocurrido en Catamarca en el período de redemocratización del país, sobre todo a partir del caso María Soledad Morales.
El análisis del derrotero jurídico y político de aquel caso también justifica la lectura de este libro. Segunda razón.
El interés de esta parte para nosotros es mayúsculo porque tanto Catamarca como La Rioja vienen de vivir una época de “excepcionalidad histórica”, como le llamó Ricardo Mercado Luna a la que transitó La Rioja durante las presidencias de Carlos Menem y en referencia al nivel superlativo y extraño de dinero público que ingresó a las arcas provinciales. Para nuestros vecinos la “excepcionalidad” estuvo dada por la irrupción de la renta y los dividendos mineros, de la mano de un emprendimiento impulsado – no casualmente – por el propio Menem.
Y sin embargo, en ninguno de los dos casos nuestras provincias dejaron de ser feudos ni cambiaron las políticas clientelares y los regímenes presupuestívoros por un esquema económico que, con el tiempo, lograra descentrar al Estado provincial – y a escala – a los Estados municipales del núcleo de sus economías.
Sólo por este análisis vale el esfuerzo de sentarse a leer, discutir y difundir este trabajo de Varela. Tercera razón.
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Lo que él dice de Catamarca se puede decir de La Rioja: las dirigencias políticas locales y nacionales, cualquiera haya sido su signo político partidario, pierden su tiempo en discusiones que se vuelven retóricas porque no tienen su correlato en acciones. Para conservar el poder que alcanzan en las urnas, incluso cuando – como en Catamarca – los partidos se han turnado en el poder, es más práctico tener vasallos que ciudadanos.
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Antes de terminar, quiero detenerme en la cuestión minera:
Singularmente en La Rioja, donde la mayoría de la población está en contra de la política minera diseñada por la primera presidencia Menem junto a nuestro ex gobernador Angel Maza y con la venia de la mayoría del Congreso Nacional, ‘Alegato del Feudo’ describe por qué explotar nuestros recursos mineros en el marco de las estructuras y las prácticas del poder que existen no lograría más que dejarnos en una situación peor: tan pobres como siempre, pero contaminados y enfermos, sin alternativas productivas posibles.
No hay por qué pensar que nuestras dirigencias – entre los ‘cualunques’ y los ‘voluntaristas’ - pudieran variar el subdesarrollo en que vive la mayor parte de nuestra población.
Y como el beneficio sería tan magro, el perjuicio de una contaminación que ya no es una sospecha, sino que es palpable en Catamarca y en San Juan, por citar ejemplos cercanos, es mayúsculo.
Aun sabiendo que un emprendimiento como Bajo la Alumbrera tendría fecha de caducidad, Catamarca precarizó el trabajo, no generó nuevas fuentes de trabajo, no buscó alternativas económicas para desarrollar el sector privado. Por el contrario, aumentó la pobreza, la marginalidad, el consumo de substancias prohibidas y el delito, el juego y la usura. Dilapidó los recursos. De la misma manera que hizo La Rioja durante los 90.
El sueño minero catamarqueño y el sueño político riojano terminaron en espejismos. Parafraseando a Varela, son provincias timberas ante el gran prestamista.
Mg. María Rosa Di Santo
La Rioja, 8/9/2017



2 comentarios:

"LOS HACEDORES" dijo...

El comentario del libro "Alegato del Feudo" por la socióloga Maria Rosa Di Santo, no tiene desperdicio,es clara concisa,y deja expectante al lector para introducirse en la lectura de este libro.
No hace usos de tecnicismo en el comentario, por el contrario como expreso palabras arriba es un análisis que despierta interés en el lector, es de sumo interés como dice Maria Rosa en tan jugoso comentario el recorrido histórico , político de argentina que realiza el autor es básico para comprender los avatares de argentina.
Dra. Teresa Merino Castro
Médica -Periodista

Anónimo dijo...

Muy buen escritor y lo mejor de todo .inteligencia .éxito y mucho más bendiciones.