domingo, 11 de enero de 2015

Reserva natural Laguna Brava: La magia de la cordillera riojana

La cordillera de los Andes no es una sola.  A la altura de La Rioja se viste de tonos pastel, mientras algunos altísimos picos nevados acompañan el paso de los visitantes hasta la Laguna Brava, aunque pueden seguir hacia Chile, unos 50 kilómetros más adelante, a través del paso de Pircas Negras, habilitado temporariamente.
La Laguna Brava es un sitio RAMSAR, es decir un humedal de importancia internacional para las aves acuáticas del altiplano; y a la vez una reserva natural de vicuñas y flamencos  de 50 kilómetros cuadrados de superficie. Está a 4.320 metros de altura y mide 17 kilómetros de largo por 3 kilómetros de ancho.
Pero básicamente este extraño espejo de agua salina y ácida, poco profunda, con géiseres, poblada de estilizados flamencos blancos y rosados de setiembre a marzo, es el centro de la fiesta. Una fiesta para la mirada, se mire en el sentido que se mire. La laguna está rodeada por cerros que aparentan haber sido alfombrados combinando una paleta de colores, desde el rosa al ocre, pasando por grises, verdes, azules, rojos y manchones de blanco y negro, como tirados desde las cimas desde inmensos tinteros.
Hacia el oeste, por detrás, despuntan montañas más oscuras, nevadas, que se encuentran entre las más altos del mundo allí donde Argentina limita con Chile por La Rioja.
Se trata, en la mayoría de los casos, de los volcanes inactivos Pissis (6.795 metros de altura); Bonete Chico (6.759 metros); Bonete Grande (5.943 metros. Sí, es más bajo, pero su pico más voluminoso); y Veladero (6.463 metros), entre los más altos.
Llegar a la Laguna Brava, ascendiendo hasta sus más de 4.300 metros de altura, es una aventura de unas 7 horas en total – entre ida y vuelta - que debe hacerse acompañado por baqueanos guías que, organizados en una cooperativa de pobladores de la localidad de Vinchina, nos aseguran asistencia, comunicación y buena calidad de información, coordinando caravanas de vehículos 4x4 y automóviles comunes. La Cooperativa Laguna Brava (tiene Facebook) se formó luego de que en 2008 una pareja de turistas rosarinos perdiera la vida en la zona, atrapados por el azote del viento blanco. Sólo parte del camino está pavimentado y hay otros tramos en obra.
Vinchina es una localidad que se desarrolla a lo largo de una calle de 7 kilómetros que coincide con el trazado de la ruta nacional 76 en sentido norte, siempre en el valle del Bermejo, y desde allí, doblando al oeste, se inicia el ascenso desde los casi 1.500 metros de altura sobre el nivel del mar a lo largo de unos 90 kilómetros. Dista 335 kilómetros desde la capital riojana y 66 kilómetros desde Villa Unión, adonde cruza la ruta nacional 40.
Portando un equipo de comunicación por auto, el guía nos lleva hacia el ingreso a la oblicua Quebrada de La Troya, una belleza natural en sí misma que es producto de la presión de los plegamientos que originaron la cordillera. Arena endurecida que adopta formas caprichosas, como bolas y finas láminas que cuelgan de los techos y paredes de cuevas, todo fruto de miles de años de erosión.
Quebrada de la Troya
Se sigue por un valle donde están los últimos pueblos que existen hasta el límite, Bajo y Alto Jagué;  de nuevo el ascenso por la Quebrada del Peñón hasta llegar a la de Santo Domingo,  ya en la cordillera, en cuyo centro está la Laguna Brava.
En el camino hay varias paradas para ver de cerca restos y características naturales y culturales de la zona. Se encuentran en pie también refugios construidos en piedra durante las presidencias de Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, literalmente vitales para quienes transitan la cordillera desde años inmemoriales, cuando se intercambiaban arreos con Chile.

No es fácil el ascenso y el cuerpo responde como puede. Más ambientación previa, mejor. Más alimentación frugal antes y durante, mejor. Mucha hidratación. Algunas pasas de uva, chicles, masticables, galletas secas, mejor. La falta de oxígeno en el aire se hace sentir, sobre todo entre las personas acostumbradas a vivir al nivel del mar. Lo aconsejable es caminar despacio, como en la luna. Y mirar, llenarse de magia.

María Rosa Di Santo



 Fotos: Arturo Ortíz Sosa

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