lunes, 26 de octubre de 2009

Apunte Nº5 para Teorías de la Comunicación: Medios - Industrias Culturales y Mediaciones

ISFDyT ‘Alberto Mario Crulcich’ - ISFT ‘Otto Krause’
La Rioja, octubre de 2009
Lic. y Mag. María Rosa Di Santo


Apunte de cátedra Nº 5:

Medios de Comunicación y Principales
Aportes de las teorías sobre la recepción


Los Medios de comunicación, también llamados Medios Industriales de Comunicación Social (MICS,) pueden ser definidos simultáneamente de dos maneras:
1.- Como Industrias Culturales
2.- Como Mediaciones
El término ‘industrias culturales’ nació entre 1930/40 de los trabajos publicados por dos integrantes de la Escuela de Frankfurt, que darán origen a las llamadas ‘teorías críticas’. Sintéticamente se puede decir que para ambos autores, los medios, insertos en un sistema capitalista de producción y usando las lógicas de producción industrial y de rentabilidad, elaboran mercancías, productos en serie, predigeridos para evitar esfuerzos de recepción, que circulan y se consumen en el mercado como cualquier otra mercancía. Sin embargo, son industrias ‘culturales’ porque producen y reproducen cultura, ideologías, promueven cosmovisiones claves para mantener un determinado status quo (estado de cosas) que les resulta beneficioso.
Las llamadas ‘teorías críticas’ son prácticamente la contracara de los estudios administrativos y de muchas de las metodologías y enfoques utilizados por la corriente de la Mass Communication Research Clásica del Funcionalismo estructural (Modelo desarrollado en la Unidad Nº1 de Teorías de la Comunicación). Ambas continúan hasta nuestros días. Las primeras teorías críticas fueron la base de una corriente teórica y de investigación en América Latina que es una de las más importantes del mundo y fundamental para entender el proceso actual de comunicación.
Claramente, los orígenes de las teorías críticas se relacionan con el análisis marxista de la sociedad y la cultura. Parten de la idea de que la sociedad debe ser estudiada como un todo por la ciencia social. Como expresa uno de sus más conspicuos representantes, “los fines específicos de la teoría crítica son la organización de la vida en la que el destino de los individuos dependa no del azar y de la ciega necesidad de incontroladas relaciones económicas, sino de la programada realización de las posibilidades humanas” .
La teoría crítica fundante empieza a formularse en la década de 1920 en Alemania, en torno a la llamada ‘Escuela de Frankfurt’. Con la llegada del nazismo, sus mentores e ideólogos principales como Max Horkheimer y Theodor Adorno emigran y terminan radicándose en los Estados Unidos donde, en 1950, fundan el Institute of Social Research de Nueva York. Autores de peso en la filosofía y las ciencias sociales como Marcuse en los años 60 y Habermas en las últimas décadas del siglo XX, se insertan en la línea de Frankfurt.

La industria cultural

Tal vez la idea fuerza de la Escuela de Frankfurt sea ‘la industria cultural’, un concepto que hoy sigue vigente y es lanzado al ruedo de la discusión por Adorno y Horkheimer en el artículo ‘La Dialéctica del Iluminismo’, un texto comenzado en 1942 y publicado cinco años después .
Los autores inicialmente hablaban de la ‘cultura de masas’, pero sustituyeron ese nombre por ‘industria cultural’ “para eliminar desde el principio la interpretación más corriente, es decir, que se trata de una cultura que surge espontáneamente de las propias masas, de una forma contemporánea de arte popular” explica Adorno (op.cit. p. 94). Por el contrario, los medios masivos son, para ‘La Dialéctica...’, verdaderos “sistemas”, funcionales a la lógica del sistema productivo general, que en pos de lograr la mayor eficacia posible de sus productos (las películas, los programas, la publicidad, los formatos periodísticos masivos, etc.) “determina el consumo y excluye todo lo que es nuevo, lo que se considera como un riesgo inútil” (op. cit. p. 95).
Silverstone resume las ideas desarrolladas en ‘La Dialéctica...’ de la siguiente forma:
“La industria cultural produce una cultura masiva, estandarizada y homogeneizada, en la cual el mercado, como un río de lava, consume a su paso todo lo que tiene valor. Los ciudadanos se convierten en consumidores. Cultura y entretenimiento se fusionan. La negación, la posibilidad de rechazar las seducciones de la cultura burguesa afirmativa se desvanece. Se clasifica a los consumidores y se les coloca un rótulo como se hace con las mercancías a fin de venderlas. Los medios y especialmente el nuevo medio que es la televisión (Adorno y Horkheimer escribieron originalmente sobre esta materia en 1944) suministran una corriente constante y de-diferenciadora de una programación repetitiva, predecible, presumida y superficial. Ya no es posible distinguir la vida real de su mediación en el cine o en la televisión. Todo es falso: el placer, la felicidad, el espectáculo, las risas, la sexualidad, la individualidad. La diversión se estructura de acuerdo con los ritmos que exige la industria. Y la publicidad es la prueba de tornasol, la fuente y al mismo tiempo el símbolo del triunfo de la industria cultural. Los avisos publicitarios ofrecen signos sin sentido dentro de una repetición (en cadena de montaje) de apariencia constante, apariencia sin la cual las mercancías y los objetos mismos carecen de sentido”.
Citando directamente a Adorno y Horkheimer, Silverstone rescata este párrafo: “Las reacciones más íntimas de los seres humanos han sido reificadas tan completamente que la sola idea de algo específico que les sea propio ahora persiste sólo como un mero concepto abstracto: la personalidad es apenas un poco más que tener unos dientes resplandecientemente blancos y estar libres de olores y emociones. El triunfo de los anuncios publicitarios en la industria de la cultura es que los consumidores se sientan impulsados a comprar y usar sus productos aunque adviertan cuál es el juego”

El receptor pasivo

Claramente, desde una visión apocalíptica y marcadamente elitista, la Escuela de Frankfurt propone una visión de lo que por entonces se llamaba ‘el hombre masa’, el hombre común, el receptor común de los medios masivos, al que convierten teóricamente (pues no investigan para corroborar su hipótesis) en un consumidor sin criterio de selección ni valoración, cuya única actividad es, justamente, consumir lo que se le ofrece, que en general es siempre ‘más de lo mismo’.
Adorno mantuvo en general esta posición pesimista, que luego será retomada por algunos autores ‘posmodernos’, como Jean Baudrillard, entre otros. En la década del 50, en plena Guerra Fría y desde los Estados Unidos, Adorno decía que “la mayoría de los espectáculos televisivos actuales apuntan a la producción, o al menos a la reproducción, de mucha mediocridad, de inercia intelectual, y de credulidad, que parecen armonizar con los credos totalitarios, aunque el explícito mensaje superficial de los espectáculos sea antitotalitario” (Wolf, op. cit. p. 101).
Sorprendentemente, esta idea de receptor pasivo que conciben Adorno y Horkheimer es coincidente con la que planteaba en Estados Unidos la Teoría de la Aguja Hipodérmica o de la Bala Mágica (1920). Y es el flanco más débil de ambas, como se fue comprobando con el tiempo y a través de diferentes enfoques teóricos y metodológicos, incluida la propia Mass Communication Research Clásica.

El receptor activo

Paul Lazarsfeld, tal vez el más importante de los representantes de los estudios sobre efectos a corto plazo, tomó en cuenta las observaciones de esta teoría crítica y avanzó en tal sentido, pero negando la posibilidad de que los medios sean conducidos por una suerte de poder oculto, incluso extraño a sí mismos, algo de naturaleza casi diabólica que intentara, a través de ellos, manipular a la gente. Y, asimismo, también negó y comprobó en sus estudios que la gente fuera una ‘masa’ susceptible de manipulación absoluta.
Es muy interesante considerar lo que Lazarsfeld dice en los años 40, en relación con la radio:
“La radio puede facilitar muchas tendencias a la centralización, la estandarización y la formación de las masas, tendencias que parecen prevalecer en nuestra sociedad. Pero entre las numerosas orientaciones alternativas que ya se configuran, muy pocas se deberán a una ‘oscilación de la balanza’. Serán más bien el resultado de poderosas fuerzas sociales que en las próximas décadas influenciarán la radio mucho más de lo que ésta las influya. Es cierto que las innovaciones tecnológicas tienen una tendencia intrínseca a generar transformación social. Pero por lo que se refiere a la radio, todos los elementos manifiestan la improbabilidad del hecho de que vaya a tener, en sí misma, profundas consecuencias sociales en el próximo futuro. La comunicación radiofónica en América actualmente está hecha para vender mercancías, y gran parte de los restantes posibles efectos de la radio se hallan sumergidos en un mecanismo social que enfatiza al máximo el efecto comercial. No hay tendencias siniestras operantes en el medio radiofónico: lo hace todo él solo. Un programa tiene que entretener al público y por lo tanto evita cualquier cosa que pueda suscitar críticas sociales; un programa no debe apartar a los oyentes y por tanto alimenta los prejuicios del público; evita todo lo especializado para garantizar una ‘audience’ lo más amplia posible; a fin de agradar a todos, procura evitar temas controvertidos. Añádase a ello la pesadilla de todos los productores radiofónicos, es decir, que el oyente puede sintonizar cuando quiera otra emisora de la competencia, y se tendrá la imagen de la radio como de una prodigiosa innovación conservadora sobre todas las cuestiones sociales. Si en 1500 d.C. se hubiese hecho un estudio sobre las consecuencias sociales de la prensa, difícilmente habría podido prever todos los cambios que hoy atribuimos a su invención. En el marco de las condiciones sociales de aquella época, ni siquiera el análisis más exhaustivo del nuevo medio de comunicación habría podido conducir a previsiones útiles. La importancia asumida por la prensa se debe en gran medida a la Reforma y a las grandes revoluciones occidentales de los siglos XVI y XVII.
De la misma manera, no podemos saber qué significará la radio en un futuro, porque no podemos prever qué desarrollos significativos son inminentes. De lo único que podemos estar seguros es de que la radio por sí sola no modelará el futuro. Lo que nosotros, gente de hoy y de mañana, hagamos de nuestro sistema social es lo que definirá históricamente el papel de la radio”
Las teorías sobre efectos de los medios a corto plazo, a nivel individual y en situación de campaña (tanto de propaganda como publicitarias) llevadas a cabo por los funcionalistas arrojaron los siguientes resultados: Los medios no son omnipotentes. El principal efecto que producen es el refuerzo de lo que la gente ya cree u opina, y cuando actúan a favor de la conversión (el cambio de posición u opinión) es porque el contexto y los factores intermediarios (tales como los grupos de pertenencia y referencia, sus propias normas, los líderes de opinión, los mecanismos de exposición, percepción y retención selectivas de los receptores, etc.) están también actuando a favor del cambio.
Desde 1960 en adelante, y con otras técnicas de investigación, más cualitativas, en profundidad, en el tiempo, los estudios sobre los efectos de los medios a largo plazo van a determinar, hasta ahora y entre otras cosas muy importantes, que los MICS forman parte de la cultura en que nos formamos y son agentes que ‘nos cultivan’ como nuestras familias, la escuela, las instituciones en general. Es decir que sí existen efectos a largo plazo de los medios sobre los receptores en ese ecosistema mediático en el cual vivimos.
Pero básica y sintéticamente, lo que importa aquí destacar es que, desde que se comenzaron a hacer investigaciones en comunicación, se pudo comprobar que el Receptor es ACTIVO porque PRODUCE SENTIDO dentro de determinadas condiciones externas e internalizadas (posición de clase en el espacio social, volumen y estructura de sus capitales, trayectorias y habitus de clase)

Mediaciones

Dijimos también, con Barbero , que los MICS son mediaciones, es decir, “espacios de articulación del sentido”. No son las únicas mediaciones, pero sí son muy importantes para entender la realidad porque articulan el sentido del orden social (a nivel macro), desde una posición dominante. Es a través de las mediaciones de los MICS como conocemos mucho de lo que pasa a nivel social, a excepción de los hechos y procesos que nos rodean de manera directa. Y los MICS, como vimos cuando hablamos de industrias culturales, responden básicamente a lógicas económicas o políticas que tienden a sostener o impulsar un determinado estado de situación desde una posición de privilegio, si se la compara con la mayoría de los receptores.

Servicio y gestión

En Argentina, y hasta la sanción de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los medios de comunicación podían responder a dos modos de gestión :
- Pública (medios estatales: nacional, provincial, municipal)
- Privada (empresas con fines de lucro)
Desde la sanción de la nueva Ley y cuando ésta se implemente de manera efectiva, un tercio de las frecuencias podrá estar legalmente (porque ya existían, pero bajo excepciones a la ley o actuando de manera irregular) en manos de organizaciones intermedias, que no son estatales pero tampoco tienen fines de lucro, como fundaciones, universidades, cooperativas, ONG, etc.
Ahora bien, cualquiera sea su forma de gestión, siempre se trata de administrar un servicio público que está basado en el derecho constitucional a la información. Es decir, se trata de brindar un servicio para coadyuvar a que “todos los habitantes…” de la República Argentina (art. 14 de la CN) puedan ejercer el derecho a la información. Este derecho implica la expresión sin censura previa, pero también el derecho a producir y recibir información, opiniones, a investigar los temas de interés público y a poder fortalecer el ejercicio de la ciudadanía de manera activa. Es decir, es un derecho universal y humano que abarca tanto a los emisores como a los receptores.

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