Soy periodista.
Empecé a ejercer la profesión en 1984, en La Rioja. Pasé por el canal estatal, El Independiente y La Gaceta Riojana, sin contar alguna participación en radios.
En 1993 (año del Riojanazo) ingresé en la Agencia DyN hasta diciembre del año pasado, cuando me jubilé. Tuve a mi cargo una corresponsalía de perfil bajo por propia decisión, con no más vinculación con los políticos que lo institucional. Si en estos años algo significativo de La Rioja no se informó por DyN, la responsabilidad me cabe más a mí que a la agencia.
En estos casi 25 años cultivé amistades y vínculos con decenas de personas cuyas caras en la mayoría de los casos solo vi en fotos. De Jujuy a Tierra del Fuego, de Catamarca a CABA. En los últimos años una red de whatsap unió a todos los corresponsales y hemos compartido allí preocupaciones, comentarios y muchos, pero muchos chistes.
De mis más de 100 colegas afectados hoy por una decisión empresaria (ni política ni financiera ni tecnológica), muchos que quedan sin trabajo en DyN directamente se retiran de la actividad profesional, muchos tienen mi edad o por ahí y les será difícil reinsertarse.
Todos tenemos nombre y apellido. Todos familia y amigos. Todos somos ciudadanos de un país a la deriva, profundamente desigual, dolorosamente esquilmado año tras año, gestión tras gestión.
DyN significó para mí un respaldo en una provincia cuya dirigencia se turna para oprimir a su gente, como en varias más.
Ingresé a ella por el excelente periodista cordobés que era su corresponsal en esa provincia, Muscarat, a quien jamás he olvidado porque como mi director en La Gaceta Riojana fue quien más me enseñó el oficio (un oficio que sólo en parte se aprende en la Universidad). Mi primer jefe, y por muchos años, fue Alberto Ferrari, otro maestro a quien difamaron para echar. Trabajé luego bajo la coordinación de Myrna Leal y Susana Barrera, respecto de quienes sólo tengo palabras de reconocimiento.
Y duele.
Pero lo que más duele ya como ciudadana es que se pierde una vía de comunicación que es vital para pensar en los términos de una república, que sólo somos en el discurso.
El escritor Daniel Moyano supo decir que la Constitución en Argentina "es una ficción". Tuvo razón.
Lo que hoy es un lamento de un centenar de personas, debería ser el lamento de millones pero como el impacto no es mensurable, pasa.
DyN ha sido la prensa libre hasta en los feudos, cuando una llamada de un gobernador a la sede central para denunciar los informes de un corresponsal no tenían el efecto buscado.
Hoy todos somos más pobres, más débiles, estamos más expuestos al abuso de poder.
Y lo peor es que la gran mayoría ni lo sabe.
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